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Otra generación y cultura políticas
El Panamá América,
miércoles 14 de mayo de 2003
Nils
Castro
Escritor y catedrático
En el PRD hay frecuentes referencias tanto a la voluntad de promover una nueva cultura política, como a la de ampliar la participación de un liderazgo más joven. Esos propósitos se plasmaron en el nuevo programa que el partido adoptó en su Congreso Extraordinario de 2001, se reiteran en los pronunciamientos de Martín Torrijos e, incluso, se reflejan en el acuerdo programático que el PRD y el Partido Popular (PP) recientemente han concertado.
Para algunas personas, la naturaleza y alcance de ambas referencias todavía no es clara, pues sólo el tiempo los irá perfilando. Lo que está de por medio es que Panamá y su pueblo -así como la región de la que somos parte- han pasado por grandes transformaciones. El propio torrijismo ya no es el de antaño, una vez que sus principales objetivos de los años '70 -los sintetizados en la consigna de "un solo territorio, una sola bandera"- ya se han cumplido, y que la irrupción de nuevos tiempos, reclamos y expectativas sociales demanda plantearse otras metas, con otros métodos y lenguajes e, incluso, nuevos actores y alianzas.
Ese natural cambio de la formulación de los principios y objetivos quedó satisfactoriamente resuelto en los documentos aprobados en el 2001, en cuya redacción y discusión participaron unos cuatro mil ciudadanos -muchos de ellos jóvenes-, incluyendo a expertos y personalidades que no eran miembros del partido. A escala regional, el PRD fue un pionero en el campo de darse una nueva definición programática y una amplia democratización interna. Ello hace que otros grandes partidos latinoamericanos que encaran la necesidad de renovarse hoy lo observen como una interesante referencia.
Esto, asimismo, reclama incorporar una nueva generación de participantes, que también aportan otros fines y estilos al quehacer político. Así lo requieren las circunstancias, favorecidas por una poderosa razón biológica. Quienes -bajo la conducción de Ascanio Villalaz- a fines de los años '70 participamos en la redacción del primer Programa del PRD y en la puesta en marcha del partido teníamos, en esa época, poco más o menos la edad que nuestros hijos hoy han alcanzado. El propio Martín Torrijos ahora apenas supera la edad que Ascanio tenía en aquellos tiempos. Así pues, a inicios del siglo XXI ya ha madurado otra generación de panameñas y panameños que igualmente están aptos de asumir responsabilidades como aquellas.
Eso apenas confirma un conocido dato histórico. Basta recordar que en la Antigüedad la expectativa de vida era bastante más breve. Cuando se edificaron los jardines colgantes de Babilonia, los palacios del viejo Egipto, el arte de la Grecia clásica y el derecho romano, esa expectativa llegaba a poco más de 30 años. Alejandro de Macedonia conquistó un imperio y Jesús de Nazaret creó una religión antes de cumplir 33 años. Todas eas maravillas fueron concebidas y gobernadas por gente que cabe considerar jóvenes, en un mundo donde los mayores de 40 eran excepciones que, en renombrados casos, conservaban el papel de consejeros o maestros, pero no el de gobernantes.
En nuestros días, eso no implica que una generación reemplace a la anterior, sino la potencialidad de sumar las aportaciones de ambas. Sin embargo, ingresar a las circunstancias del siglo XXI, asumir nuevas propuestas programáticas e incorporar nuevos actores demanda replantearse los fines y métodos de la actividad política.
Por una parte, los jóvenes que hoy arriban a la vida partidaria lo hacen hastiados de las prácticas anteriores y se interesan en servir a un pueblo exasperado, que exige cambios efectivos. Por otro, muchos de quienes los antecedimos aprendimos de nuestros pasados aciertos y errores, y compartimos la convicción de que la paciencia del país se agota y es imperativo cambiar las cosas.
En este sentido, el concepto de nueva cultura política no es diferente del reclamo de construir nuevos objetivos, métodos y formas de convivencia en cualquier otra esfera de la vida social.
La nación panameña, como cualquier otro pueblo latinoamericano, sabe que la gestión política no puede seguir por los caminos trillados, que ya no conducen sino a mayores frustraciones e incluso a auténticos desastres, como el actual gobierno lo ha demostrado. Por lo tanto, sabemos que urge transformar el país y que para ello se necesita otro tipo de liderazgo, que posibilite hacerlo de modo confiable y con la participación más pluralista posible.
Con este nuevo siglo, la llegada de ese contingente de jóvenes aptos para compartir liderazgos y la construcción de una nueva cultura política son dos caras del mismo proceso. El partido está rejuveneciéndose y eso requiere ideas y liderazgos capaces de renovarse.