Los Testigos de Jehová

Esteban López (Contribuido)


Una apacible tarde de otoño de 1.969, cuando yo tenía 11 años de edad, vinieron a mi casa dos mujeres jóvenes muy amables. Les dije que mis padres no estaban en casa y me dieron un pequeño tratado. Me dijeron que volverían al cabo de una semana para hablar con ellos. Así lo hicieron, y al cabo de una semana estaban hablando con mi madre. Nos hablaron de la Biblia, de Dios y de otras cosas que entónces no entendimos.

Era la primera vez que nos visitaban los Testigos de Jehová. Nunca antes habíamos oido hablar de ellos. Recuerdo que mi madre, una vez que se fueron, me dijo que quizás aquella chicas serían “monjas disfrazadas de civiles, para que no se metan tanto con ellas”, decía. Éramos una familia de orígenes humildes, como mucha gente entónces. España salía de un largo letargo de falta de libertades políticas y religiosas. Aquello era totalmente nuevo. Los Testigos de Jehová se ofrecían como la gran alternativa a la iglesia católica. Aunque ofrecieron un “estudio bíblico” a mi madre, ella prefirió “que empezara el niño”, es decir, yo. Por naturaleza, yo siempre había tenido fe en Dios. Así es que fue fácil el que empezara a estudiar la Biblia con un Testigo de Jehová mayor que yo, un hombre de fe y muy querido en la pequeña ciudad dónde vivíamos, San Feliu de Llobregat, cerca de Barcelona, España.

Me bauticé como Testigo al cabo de dos años e intenté esforzarme siempre en cumplir apropiadamente con mi dedicación. Recuerdo que por aquel entónces, nos reuníamos en hogares privados ya que en España no existían todavía los Salones del Reino. En cierta ocasión, se leyó una carta con noticias del país africano de Malawi. El siervo de congregación que la leía lloraba de tristeza al conocer horribles hechos acaecidos allí. Se estaba persiguiendo atrozmente a los Testigos de Jehová. Se destruían sus hogares, se les golpeaba severamente. Muchas mujeres fueron violadas. Más de veinte mil Testigos de Jehová tuvieron que huir al país vecino de Mozambique por todo el horror. Todo eso ocurrió porque se les dijo desde la sucursal que no deberían comprar la tarjeta que facilitaba a todos los ciudadanos de Malawi el partido único en el poder; que eso sería “violar su neutralidad.” Más tarde me enteraría de que quizás todo ese horror se podría haber evitado, si el asunto se hubiera dejado a la conciencia de los Testigos allí, como estaba siendo el caso en México, en que los Testigos jóvenes podían elegir libremente el pagar una cantidad específica de dinero a los funcionarios militares para obtener un certificado y no hacer el servicio militar aunque se les declaraba oficialmente en reserva de primera línea, sujetos a que se les pudiera llamar en caso de una emergencia que el ejército uniformado no pudiera hacer frente. El llegar a saber eso fue una sacudida para mí.

Recuerdo también la gran expectación creada entónces alrededor del año 1.975. A principio de los años setenta, los discursos de los superintendentes de circuito reflejaban una gran urgencia. Muchos Testigos guardaban provisiones de alimentos, despensas llenas, porque “la Gran Tribulación estallará pronto,” se decía. Las publicaciones reflejaban el mismo espíritu. Allá por el año 1.974, recuerdo que el anciano que conducía el Estudio de Libro en casa de mis padres, se presentó anunciando que el Armagedón era inminente, que se habían dado fechas específicas en la Escuela de Galaad y que para el otoño de 1.975 “todos estaremos recogiendo rábanos en el nuevo sistema de cosas” Un señor que estudiaba con él y que fumaba mucho, sacó todo el tabaco acumulado que tenía en un cajón y lo tiró, determinado a prepararse para el evento. Un famoso jugador de fútbol de color por nombre Mendoza y que jugaba en el Futbol Club Barcelona, al hacerse Testigo de Jehová dijo en los periódicos que “para el año 1.975 la humanidad observaría un acontecimiento pasmoso y universal.” Ese año celebramos el memorial con un sentido cuasiromántico y expectante. El orador dijo que podría ser el último. Yo servía en ese tiempo como precursor regular. También recuerdo que en la asamblea Soberanía Divina del año 1.975, todos esperábamos instrucciones concretas con respecto a lo que podría ocurrir. Un Testigo de sienes plateadas y con gran fe a quien no conocía se dirigió a mí y me dijo, “de momento parece que nos dicen que sigamos esperando.”

Cuando 1.975 pasó, muchos alimentos guardados estaban podridos. Muchas personas desilusionadas. No hubo ninguna disculpa por parte del Cuerpo Gobernante. Años después, en una breve nota en La Atalaya del 15 de septiembre de 1.980, página 17, se reconoció que se había publicado más de la cuenta. Tengo la sensación de que la inmensa mayoría de los Testigos ya no nos dimos ni cuenta de ese reconocimiento. Por lo menos ese fue mi caso. Me dí cuenta leyendo mucho más tarde el libro “Los Testigos de Jehová - Proclamadores del Reino de Dios”. Se volvía a reconocer, demasiado tarde creo yo, que “algunas declaraciones fueron probablemente más categóricas de lo recomendable.” Pág. 104.

Muchas personas habían condicionado sus vidas a esas espectativas. Habían rechazado empleos, la posibilidad de realizar estudios y formarse mejor, habían postpuesto operaciones quirúrjicas, habían vendido sus posesiones para “servir más donde hubiera necesidad”. Otros no se casaron o se negaron a formar una familia con hijos. “Este no es el tiempo,” se decía. Después, silencio. Sin disculpas. Todo esto me afectó profundamente. Sin embargo, procuré centrarme en lo positivo, en lo edificante.

En 1.980, Pablo Beveridge, de la Betel de España, que entónces estaba en la calle Pardo de Barcelona, me invitó a colaborar en el departamento de traducción. El tiempo que estuve allí conocí a personas de excelentes cualidades y sumamente abnegadas. Muchos desempeñaban trabajos muy duros “de timbre a timbre” y sin quejarse. (Creo que la organización debería pagar algún tipo de pensión para todos los trabajadores de Betel, como es el caso de la sucursal en Alemania donde debido a un fallo judicial, la organización se ha visto obligada a hacerlo con los betelitas allí, debido a que un grupo de anteriores trabajadores de las oficinas y de la imprenta tomó acción contra la Sociedad ya que se les había dicho que no necesitarían ninguna pensión para después del Armagedón).

Por aquél entónces, tuvimos la noticia de que se habían producido expulsiones en la Betel de Brooklyn, “por apostasía”, palabra cuyo significado apenas conocíamos. Muchos conocímos a Néstor Kuilan, sus excelentes cualidades. Nos quedamos atónitos. No podíamos creerlo. Yo lo conocí personalmente ya que había conducido un estudio bíblico con mi suegro. Se envío a algunos hermanos del departamento de traducción a Brooklyn para cubrir algunas vacantes producidas por las expulsiones. Sin comentarios...

Recuerdo también haber escrito a la Sociedad con respecto al libro Ayuda para entender la Biblia. Yo mismo había estado muy familiarizado con ese libro desde su aparición en inglés en 1.971. Lo apreciaba muchísimo. Por eso no entendí cuando apareció en español, el que se nos entregara una versión condensada, no idéntica a la versión en inglés (ahora se llama Perspicacia para comprender las Escrituras). La respuesta que recibí fue que “no estamos en disposición de contestarte a eso.” Más tarde comprendí por qué. Se había “mutilado” una cantidad ingente de material que no guardaba la ortodoxia doctrinal de la organización y que había sido escrito por cristianos de la central mundial que fueron expulsados por razones de conciencia. Por ejemplo, sólo en el apartado “Cronología” se quitó varias páginas de material que comprometía la seguridad de los cálculos relacionados con 1.914. La verdad es que me sentí defraudado.

A medida que pasaba el tiempo, sí notamos un incremento del autoritarismo por parte de los distintos cuerpos de ancianos de las congregaciones donde servimos. Debido a eso, pasamos por situaciones de mucha opresión autoritaria que entónces no comprendíamos y que nos causó un gran desgaste emocional. Cuando fui nombrado anciano, no podía comprender cómo actuaban algunos hombres. Yo pensaba que, después de 25 años en la organización, no vería lo que llegué a ver en cuanto a abuso de autoridad y deseos de prominencia por parte de algunos. Y sobre todo no podía entender por qué la organización lo permitía. Algunas reuniones de ancianos eran realmente maratonianas y en más de una ocasión, las diferencias en cuanto al modo de tratar los problemas de la congregación eran evidentes.

Fue cuando servía como anciano "a pleno rendimiento", que una Testigo de muchos años, vino a mi casa muy afectada "buscando ayuda". Había leído el libro Crisis de Conciencia, escrito por Raymond Franz, anterior miembro del Cuerpo Gobernate, y quería que yo la ayudara. Yo le pregunté que si el libro decía algo nuevo. Con mirada triste me dijo que sí. Me invitó a leerlo. Yo siempre había sido de la opinión de que si estábamos en la verdad, ¿por qué no leer lo que fuera? ¿Por qué no leer "El Origen de las Especies" de Charles Darwin, o "El Capital" de Carl Marx? La verdad sería siempre la verdad cuando fuera sometida a prueba. A medida que fuí leyendo, multitud de piezas empezaron a encajar. Ahora podía comprender muchas cosas. Todo estaba claro. Sentí náuseas cuando leí acerca de las expulsiones de hermanos cristianos que habían derramado sus vidas en el servicio a Dios. No podía continuar dando mi apoyo a una organización semejante.

En una cena compartí un par de asuntos referidos en el libro CRISIS con mi hermano carnal (también anciano) y con su esposa (para entónces Margot, mi esposa, ya estaba al tanto de todo). Se fueron muy preocupados. Unas semanas más tarde recibí una llamada del superintendente presidente de mi congregación. Querían reunirse conmigo un par de ancianos. Mi hermano los había llamado (entiendo que con la intención de que me ayudaran). Querían preguntarme acerca de "mis dudas acerca de la organización". Ví que “el aparato policial y judicial” de la organización se me echaba encima. Yo podía haber eludido el asunto sin darle más importancia con alguna excusa. Pero en conciencia no lo pude hacer. Fuimos absolutamente sinceros con ellos y les referimos algunos asuntos explicados en el libro CRISIS. Cuando le dije al superintendente de circuito que el Testigo de Jehová sincero que leyese el libro dejaría de ser el mismo, me dijo: "Haces bien en decírmelo, porque así no lo leeré.” No podía entender cómo alguien que se suponía que amaba la verdad podía contestar así . Me animó a que leyera cierto artículo del libro “Perspicacia”, pero no pude por menos que reflexionar en lo irónico de la situación: se estaba refiriendo a un artículo y a una obra que había sido escrita por cristianos que ahora estaban expulsados. No abrieron ni un solo momento la Biblia. Visiblemente afectados, nos dijeron que no compartiéramos nada con nadie y se fueron. Dejamos de asistir a las reuniones por razones de conciencia.

La extrañeza de los hermanos de la congregación donde servíamos debido a que practicamente "desaparecimos," fue convenientemente paliada por los ancianos. Les dijeron que no nos llamaran ni mostraran interés en nosotros, que era peligroso. Conocíamos a cientos de Testigos de distintas congregaciones que ahora nos giraban la cara cuando nos los encontrábamos por la calle. En estos casos se producen unas situaciones ridículas y pueriles. El Testigo actúa como si no te viera para eludir el saludo. Otros, si te miran, lo hacen como si uno hubiera asesinado, como si fuera el más vil de los pecadores, a juzgar por sus miradas. Fue mi esposa quien lo pasó peor al recibir constantes desprecios en el barrio donde vivimos (hay "un millón de Testigos por metro cuadrado"). La expulsión oficial vino nueve meses después, en febrero de 1.995, simplemente porque le dijimos a una Testigo que nos encontramos por la calle, que nosotros no habíamos dejado a Jehová y que todavía nos gustaba reunírnos con amigos en hogares privados para considerar la Biblia. Cuando se anunció nuestra expulsión, se usó textos bíblicos sacados de contexto y las expresiones más injustas y soéces, las que suelen usarse en estos casos, expresiones como “apóstatas”, “perros”, o “la cerda que vuelve a su vómito,” etc. Escribí una carta a muchos Testigos que conocíamos para explicar nuestras razones. En los meses siguientes, se hicieron discursos en varias congregaciones del circuíto hablando acerca de “no leer cartas ni publicaciones de los apóstatas.” (Incluso hasta el momento en que escribo esto, la psicósis mostrada por la organización con respecto a este tema, se hace constantemente evidente a través de sus publicaciones y discursos).

Lamento profundamente que el carácter autoritario y talmúdico de la organización hiciera una vez más que las cosas se desarrollaran así. De nada sirvió todos los años pasados de servicio y abnegación mostrados. Da la sensación de que la organización ha venido a desarrollar un espíritu “empresarial” en el que la persona vale más bien poco. Lo que importa es “la marcha de la empresa.” Otro ejemplo puede ilustrarlo. En cierta ocasión una hermana viuda y anciana tuvo que ser acogida por una institución regentada por monjas católicas simplemente porque en la organización no existe arreglo para ello. ¡Qué paradoja! Asistida por una religión que forma parte de “Babilonia la Grande” y que va a ser destruída. Rara vez se pone el énfasis en el verdadero espíritu cristiano reflejado en Santiago 1:27: “La forma de adoración que es limpia e incontaminada desde el punto de vista de nuestro Dios y Padre es ésta: cuidar de los huérfanos y de las viudas en su tribulación, y mantenerse sin mancha del mundo.” Creo sinceramente que, en muchos aspectos, han olvidado el cristianismo sencillo y amoroso que Jesús enseñó.

En enero de 1.996, un periodista de Televisión Española que había oído acerca de mi expulsión, Julià Castelló, se puso en contacto conmigo. Estaba interesado en realizar un programa (Línea 900) acerca de los Testigos. Le expliqué los pormenores de mi caso personal y le dejé bien claro que, si participaba en el programa lo haría con el deseo de ayudar y no con la intención de “atacar por atacar” a la organización. Él mostró también interés en entrevistar a Ray Franz, anterior miembro del Cuerpo Gobernante, e hizo los arreglos para visitarle en su casa en Atlanta, Estados Unidos. Está disponible la entrevista completa en cinta de video para quien lo desee. Contiene multitud de reflexiones que harían pensar seriamente a cualquier Testigo sincero.

Desde que empezó un mayor autoritarismo e intolerancia a principio de los años ochenta por parte del Cuerpo Gobernante, miles de personas han abandonado el movimiento o han sido expulsadas. Algunas se han unido a otras iglesias. Otras se reúnen en hogares privados para considerar la Biblia. Pero lo peor es que muchas otras han perdido la fe por el mucho sufrimiento y el trato vejatorio recibido por parte de la organización. La política extrema de rechazo a parientes expulsados, está haciendo que haya mucho sufrimiento en las familias afectadas. Por ejemplo, hay abuelos que no conocen personalmente a sus nietos y la relación entre distintos miembros de una misma familia, simplemente se ha roto. Mucho de todo esto se podría haber evitado si no hubiera sido por el “cerrajón” manifestado por el Cuerpo Gobernante al no permitir que cristianos pudieran decidir en conciencia sobre aspectos de carácter personal. En español existe el dicho de que “una vara, si no es flexible, se parte.” Personalmente creo que es éso precisamente lo que está ocurriendo en la organización. Las palabras de Jesús en Lucas 17:1, 2, deberían hacer reflexionar: “¡ay de aquel por medio de quien viene (el tropiezo). Más ventajoso le sería que le suspendieran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar que el que él causara tropiezo a uno de estos pequeños.”

La situación sigue repitiéndose en el caso de muchas otras personas que alegan razones de conciencia y siguen produciéndose expulsiones absurdas e inicuas. La sola idea de ser separados de familiares y amigos “de toda la vida” aterroriza a muchos Testigos que aún hoy día disienten de muchas cosas, pero que no se atreven a hablar. Los superintendentes viajantes y enviados de Betel a los días especiales de asamblea y en otras ocasiones suelen mostrarse muy enérgicos en sus discursos cuando avisan acerca de los peligros de lo que ellos llaman “apostasía” y del riesgo de acceder a Internet. Hasta en la “escuela de ancianos” se han dado instrucciones muy precisas.

Todo este esfuerzo por causar “un efecto de choque”, sin embargo, no está evitando el que se esté creando una “resistencia constructiva”, tanto desde fuera del movimiento (por anteriores miembros) como desde dentro mismo de la organización. Ray Franz confiesa estar recibiendo correspondencia de multitud de ancianos, precursores, superintendentes viajantes, miembros de sucursal y de muchos otros Testigos de todas partes del mundo. También, y debido a investigación personal, muchos ancianos de distintos lugares se están negando a compartir ciertas enseñanzas (como son la política de expulsión, el no reconocer que existen buenos cristianos en otras denominaciones o el año 1.914) por considerarlas “obsoletas.” Creo que esta clase de “presión” y critica constructiva es positiva porque puede mover a que en el futuro hayan cambios que beneficien a los miembros de base, a las personas reales que están ahí, que tienen nombres y apellidos y que en tantas ocasiones han padecido el peso autoritario de simples reglas humanas. De hecho algo de esto ya se está produciendo. Una organización que no permite que haya un mínimo de corrientes de opinión o alguna crítica que sea realmente constructiva se empobrece en sí misma. La expulsión de cristianos pensadores y de fe es una afrenta contra Dios y contra la dignidad del ser humano. Es, sencillamente, inicua.

Hasta aquí puedo decir que, en mi caso personal, agradezco profundamente todo lo realmente bueno que aprendí acerca de la Biblia mientras estuve en la organización. Fue mucho. Pero no agradezco en absoluto, todos aquellos otros aspectos de carácter sectario que me inculcaron, que tanto condicionaron mi vida y que yo mismo contribuí a extender a otros. Mi esposa y yo, siempre vivimos con un sentido de transitoriedad, aceptando en ocasiones trabajos precarios para poder volcárnos más al servicio de la organización, como de hecho lo hace la mayoría de losTestigos, sin pensar en hacer planes personales. Es triste reconocer el muy alto precio que hemos pagado. Después de haberlo entregado prácticamente todo por la organización, el intentar ahora una inserción laboral estable en un mundo tan competitivo y despiadado, nos está resultando muy difícil.

En el aspecto religioso, después de nuestra expulsión tuvimos la necesidad de reorientarnos espiritualmente. El lastre de tantos años de adoctrinamiento era grande. Pero, a medida que el tiempo ha pasado, hemos llegado a comprender que la iglesia verdadera está compuesta por las personas que solo Dios y Cristo conocen, estén éstas donde estén. Es una iglesia con una dimensión mucho mayor que las simples denominaciones de carácter humano o sectario. Creo que ningún grupo de hombres tiene el derecho de confinar las preciosas “buenas nuevas acerca de Jesucristo” en compartimentos estancos, en distintas sectas. Él no tenía la intención de que eso fuera así. Solo preconizó una hermandad mundial sencilla. Se les habría de conocer solo con el nombre de “cristianos” y lo probarían sobre todo con sus obras excelentes. - Mateo 5:14-16; Hechos 11:26.

También debo decir que, mientras estuve dentro de la organización, conocí a personas de excelentes cualidades, a las que ahora echo mucho de menos. En lo que se refiere a fe en nuestro señor Jesucristo, los sigo considerando mis hermanos y les deseo lo mejor aunque muchos de ellos nos sigan tratando con desprecio. Creo que ha llegado el momento para que caigan las barreras puestas por las distintas organizaciones religiosas y los cristianos demostremos que nos movemos más bien por el amor que Dios nos mostró a través de su hijo que por normas talmúdicas impuestas. Oro a Dios para que nos ayude a todos a entenderlo así. Por eso, cada nueva amistad que conseguimos por parte de cristianos de mente abierta y tolerante, lo consideramos un precioso regalo de parte de Jehová. Estamos seguros de que Él lo pondrá todo en su sitio. Él hará lo mejor para todos los que lo aman.

Con todo mi cariño,

Esteban López

Para más información:

E-mail: galaad@maptel.es

URL: http://www.maptel.es/pagpersonal/galaad



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