Los Testigos de Jehová

¡Un final feliz!



¡Un final feliz!

La sangre me salvó la vida

Hace unos años me enfrenté a una enfermedad grave, que avanzaba lentamente. Cuando se acercaba la muerte, se me dijo que un transplante de órgano podría salvar mi vida. Antes de que hubiese disponible un órgano, me puse extremadamente enfermo, al mismo tiempo que me ingresaron en una unidad de cuidados intensivos (UCI) y me dijeron que necesitaba plasma congelado fresco. Mi recuento de glóbulos rojos era también muy bajo, pero el problema inmediato consistía en que mi sangre no era capaz de coagularse. Estaba sangrando internamente (el plasma exudaba a través de los vasos sanguíneos hacia los tejidos adyacentes y provocó una gran hinchazón en todo mi cuerpo). Mi organismo ya no era capaz de producir los factores coagulantes y otras proteínas necesarias.

Un miembro del Comité de Enlace con los Hospitales (CEH), me dijo que la administración de albúmina estaba bien para ayudar a corregir el problema con las proteínas. Había estado recibiendo grandes dosis de albúmina durante días antes de ingresar en la UCI. Todavía empeoraba. La misma persona del CEH me dijo ahora en la UCI que no podía recibir plasma congelado fresco, porque no estaba en la lista de componentes permitidos por la Sociedad. Esta persona me dijo que el factor VIII estaba bien (este componente se puede aplicar por separado del plasma). Los médicos me habían dicho que necesitaba algo más que solo factor VIII. Según los médicos, había un número de otros factores contenidos en el plasma que yo también necesitaba.

El médico de la UCI hizo arreglos (con mi consentimiento) para reunirse alrededor de mi cama con la persona del CEH, con el fin de discutir sobre mi tratamiento. La persona del CEH afirmó otra vez que cualquier factor coagulante estaba bien, con tal que se administrase separadamente del plasma (hizo una ligera mueca cuando pronunció esa afirmación). El médico explicó que la mayoría de los factores no se podían suministrar independientemente, por separado del plasma. La persona del CEH admitió prontamente que eso era así (para mi sorpresa y desilusión). La reunión concluyó cuando yo indiqué que comprendía la posición de la Sociedad tal y como la había expuesto esta persona del CEH. Parecía tener la impresión de que yo iba a seguir su recomendación de rechazar el plasma congelado fresco (en realidad me sentía confuso, aturdido, asustado, algo desesperado, pero sobre todo abochornado de que los Testigos de Jehová, con los cuales me había identificado de buena gana, pareciesen tan irrazonables, necios y rotundamente ignorantes).

Al final de la tarde el médico volvió para preguntarme lo que opinaba de nuestra discusión con el anciano del CEH. Yo admití que estaba confundido por la aparente inconsistencia de su “modo de razonar”. Solo después de indicarle que los argumentos del anciano del CEH me parecían vacíos y contradictorios, el médico dijo que sus comentarios eran el caso más grave de habla doble que había presenciado. Concordamos en que si todos los componentes del plasma eran aceptables por separado, no tenía ningún sentido prohibirlos todos juntos (agradecía a Jehová que a pesar de estar tan enfermo ese día, todavía tenía suficiente fuerza mental como para reconocer ese habla doble).

Autoricé el uso de plasma congelado fresco y se me administró esa misma noche (con nocturnidad) fuera de la vista de los ancianos, por sugerencia de ese médico caritativo (él comparó al anciano del CEH con la “Gestapo”).

Comencé a mejorar casi inmediatamente después de recibir el plasma. Unos días después se pudo disponer de un órgano y sobreviví a la operación de transplante. Mi organismo es de nuevo capaz de producir sus propios factores coagulantes y otros componentes sanguíneos.

Si hubiese optado por apegarme a la posición de la Sociedad (lo que era mi intención hasta que me di cuenta del habla doble), ahora estaría muerto. No he confiado esta información a los ancianos locales, ni tengo intención de hacerlo. ¿Cómo habría actuado usted en esta situación?



Primera página.




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