"¿QUE NOS DEPARAN LOS ASTROS PARA MAÑANA?": ¿Es realmente la Astrología una ciencia?
MANUEL A. PAZ Y MIÑO, Presidente, Instituto Peruano de Filosofía Aplicada.
La observación de las estrellas así como la de la naturaleza
en general es muy antiquísima en las culturas de todo el mundo.
No requiere más que un cielo despejado y mirar a lo alto.
Saber en que época del año llueve o hace calor -como
que tierras o plantas son las convenientes- era importante para la siembra
y la cosecha. Así también se podía saber cuando hacerlo
y que dirección seguir durante los viajes observando las estrellas.
Las pequeñas luces de los cielos nocturnos estimularon la imaginación
de los observadores
quienes vieron en la reunión de estrellas diversas formas y
figuras ya sea de objetos, plantas, animales y seres humanos como ellos.
Para los antiguos griegos habían escorpiones, toros o centauros,
para los antiguos nazqueños monos, picaflores o arañas. La
diferencia imaginativa estaba marcada por la diferencia de medio ambiente,
fauna y flora en la que se desarrollaron ambos pueblos.
Y así saber en que estación del año se debía sembrar o cosechar se llegó a pensar que el nacer en tal o cual mes era determinante en el carácter y destino de los nuevos seres humanos. Pero no solamente en relación a la conducta humana individual sino también en relación al accionar de pueblos enteros se creía que ciertos acontecimientos celestes eran presagios de prontas desgracias para los bebés por nacer, inminentes catástrofes o bienaventuranzas (los eclipses, la aparición de los cometas o la conjunción de planetas o el surgimiento de supernovas). O lo que es peor la aparición de plagas o epidemias achacada a la mera presencia de foráneos.
Era muy conveniente llegar a conocer cual sería el futuro de una nación o qué circunstancias se presentarían durante el transcurso del día, por ejemplo, una batalla. Para eso se recurría a los oráculos, profetas o videntes (Incluso se dice que Hitler tenía los suyos).
Es decir muchos fenómenos atmosféricos, climáticos o meteorológicos y aún patológicos eran interpretados como causados por la ira de los dioses, la mala suerte o como consecuencia de alguna acción humana. A su vez la conducta de las personas se interpretaba como producto de un destino, de una providencia o predestinación divinas o de la acción estelar.
Sabido es que muchas de las ciencias actuales de la civilización
occidental se originaron en lo que ahora denominaríamos magia, superstición,
o simplemente en la interpretación errónea de los sucesos
por falta de mayores datos o de instrumentos adecuados de observación
así como de prejuicios ideológicos. Por ejemplo la antecesora
de la química fue la alquimia y de la medicina la brujería
o el curanderismo, y por supuesto la astronomía es la hija rebelde
de la astrología.
Hasta la modernidad todo buen observador de la trayectoria de los cuerpos
estelares se dedicaba también -¿por qué no?- a la
astrología. Los más notables entre ellos fueron el polaco
Nicolás Copérnico (1473-1543), el danés Tico Brahe
(1546-1601) y el alemán Juan Kepler (1571-1630). El italiano Galileo
Galilei (1564-1642) fracasó en predecir que su mecenas Fernando
I de Médicis iba a vivir bastante lo cual probablemente le llevó
a dejar de creer en la astrología.
La influencia de un determinado planeta en el momento del nacimiento puede ser interpretada de más de una manera por las distintas escuelas astrológicas: Marte -por citar un caso- es el planeta rojo, el de la guerra y la sangre, según los occidentales, en cambio para los chinos tal color es llamativamente bonito y entonces sería positivo. Paradójicamente para occidente Venus está relacionado con lo blanco, lo puro y lo hermoso y para la visión china en cambio significa la guerra, la muerte y la destrucción.
Aunque hay variaciones entre las antiquísimas astrologías occidental y oriental -como la egipcia, la hindú y sobre todo la china-, la física y la astronomía contemporáneas son las mismas en Atenas, Nueva York, el Cairo, Delhi y Pekín. Incluso entre los mismos practicantes actuales de la astrología hay variaciones interpretativas: los horóscopos diarios, semanales o mensuales no consideran la hora ni el lugar de nacimiento de sus lectores en relación con las posiciones astrales fundamentales como si lo hace la horaria (o astrología genetlíaca que se interesa por el porvenir).
En relación a esos horóscopos periódicos su debilidad es muy notoria: en diferentes diarios –o programas radiales o televisivos- podemos enterarnos de que se afirman cosas distintas para un mismo signo, es más, normalmente no se hablan de las desgracias o de la muerte (tal vez para no ahuyentar a los aficionados). Algunos también podrían aducir que las mejores predicciones son las que se hacen con mejores elementos técnicos, esto es, con computadoras.
Otra rama es la astrología electiva, esto es, la que nos indica
la mejor posisicón estelar para
realizar una acción (ya sea militar, curativa, de viaje, etc.).
Además está la de tipo mundial con dos subtipos: la físico-natural
(que predice terremotos, huracanes, etc.) y la político-religiosa
(que trata de predecir a los ganadores de una contienda electoral o militar,
los futuros conflictos en el gobierno, o las mejores situaciones y momentos
para orar o realizar ritos).
Para comprobar la veracidad de las afirmaciones astrológicas bastará, en primer lugar, utilizar un poco de sentido común. Tomemos el caso de dos hermanos mellizos, ambos nacieron en el mismo día, por lo tanto son del mismo signo pero no necesariamente las estrellas les depararán lo mismo: uno de ellos podría morir trágicamente en un accidente automovilístico -o por causas naturales- y el otro no, o uno le podría ir mejor económicamente que al otro, o uno podría dedicarse al arte y el otro a la ciencia, y así sucesivamente. Claro está que los astrólogos se defenderán aduciendo que justamente esos mellizos han tenido destinos distintos por la diferencia en minutos en su nacimiento. Incluso si tomáramos una muestra mayor de individuos nacidos bajo un mismo signo hablarían -por ejemplo- de sagitarios, escorpios o piscis tempranos o tardíos de acuerdo a si han nacido más cerca a los límites iniciales o finales del signo.
Un argumento astrológico que suena muy razonable es el siguiente: si la luna, el cuerpo espacial más cercano a nuestro planeta, influencia en la aparición de las mareas altas y bajas, ¿por qué no van a influenciar los astros en los seres humanos ya que sus cuerpos están conformados mayormente de agua? (Recuérdese que a los dementes se les llama "lunáticos") ¿Qué del clima? ¿Acaso muchos no "sienten" la llegada de la primavera o se interesan más en su prójimo -o se deprimen- en la época de navidad? Algunos postulan la influencia del campo magnético terrestre en la sensibilidad humana el mismo que indica a las aves migratorias el camino a seguir.
Es cierto que el medio donde vivimos estimula -positiva o negativamente- nuestro estado de ánimo pero también es verdad que no todos reaccionamos de la misma manera ante un mismo estímulo. Y nunca debemos olvidar que la conducta humana es sumamente compleja: es un cúmulo de consecuencias y factores: el carácter -heredado genéticamente- o sustrato biológico, la educación (las tradiciones, las creencias, etc.), las vivencias y experiencias del pasado así como los estímulos presentes (climáticos -aquí pongo incluso la influencia de las manchas solares o de los rayos cósmicos o electromagnéticos-, socio-económicos, etc.)
Los astrólogos por otra parte pueden hacer un excelente papel como consejeros psicológicos puesto que muchos de sus clientes los buscan debido a sus problemas ya sean económicos o sentimentales. Si aquellos les dicen a éstos: "Hoy la posición de los planetas te favorecen, te va ir mejor que ayer si te esfuerzas", "hoy vas a conocer a alguien que te va a ayudar" o "tienes que dedicar más tiempo a tu pareja o la perderás" simplemente están reforzando positivamente sus actitudes (lo mismo vale para los cartománticos y los quirománticos o lectores de cartas y de las líneas de las manos respectivamente). Aunque, por supuesto, por mucha que sea nuestra predisposición -o desesperación- no siempre las cosas saldrán como deseamos.
Claro que para zanjar la cuestión los astrólogos sostienen
que "las estrellas influyen mas no
determinan". Algo parecido dicen los biólogos y los sociólogos
con respecto a los genes y la sociedad respectivamente en relación
a nuestra personalidad. El problema fundamental es el de saber si nuestro
accionar está condicionado predominantemente por los astros, el
clima, la gente que nos rodea, nuestros genes o nuestro mero pensamiento
o voluntad. Todo esto tiene que ver con la clásica controversia
entre determinismo y libre albedrío.
Pero ¿influyen o no las estrellas en nuestra conducta? Cuando nace un bebé, digamos, en una maternidad, ¿no es mayor la gravedad ejercida por el médico o las enfermeras y su misma madre que se encuentran a centímetros de él que la atracción de Marte o Júpiter que están a miles de kilómetros de distancia de la Tierra? Peor aún la estrella más cercana -sin contar al sol- está a 4.3 aaños luz de nosotros en el Sistema Alfa Centauro. Eso quiere decir que al mirar esa estrella su luz llega a nuestra vista después de 4.3 años y que ha viajado durante todo ese tiempo a una velocidad cercana a los 300,000 kilómetros por segundo (que es la velocidad constante de la luz).
Claro que en la Antigüedad no se sabía esto ni de los efectos gravitatorios infinitesimales de los millones de cuerpos celestes sobre las personas, es más, se creía que las estrellas estaban a una distancia mucho más corta e implantadas en unas esfera que las hacía girar. Esto según el sistema geocéntrico de Claudio Tolomeo (siglo 2 de nuestra era) en donde la tierra es el centro del universo, en contraposición al heliocéntrico, en donde los planetas e incluso la tierra giran alrededor del sol.
Entiéndase bien que el asunto de la crítica hacia la astrología no está basada sólo en un mero prejuicio de autoritarismo cientificista aún filosófico o religioso (si los astros influyen, ¿qué de la providencia o predestinación divinas?) como el de San Agustín (354-430) que la reprobaba o el de Tomás de Aquino (1225-1274) quien aceptaba la acción estelar pero no su determinismo conductual, aunque Cardano (1501-1576) estaba interesado en saber cuál era la mejor hora para rezar a los santos). Por su parte el sabio judío Maimónides (1135-1204) consideraba que la astrología era una enfermiza superstición.
En 1975 se publicó una declaración antiastrológica de 186 científicos incluyendo a 19 premios Nobel, otros estudiosos no la firmaron aduciendo que el asunto no era refutar la validez de la astrología por medio de las firmas de eminentes personalidades sino mostrando la evidencia objetiva (el finado filósofo de la ciencia Paul Feyerabend se enojó que en la contracarátula de su libro más popular, Contra el Método, se mencionaran sus distinciones académicas, en la siguiente edición hizo que se incluyera su horóscopo, claro no porque fuera partidario de la astrología sino que era contrario a todo autoritarismo cientificista).
Por supuesto que también hay gente preparada, incluso hay médicos, especialmente masones o miembros de la Gran Fraternidad Universal, que creen en ella y aun para darle un toque científico la llaman ahora cosmobiología como también hay quienes creen en la supuesta bionergética e inclusive les interesa aprender las técnicas Reiky de imposición de manos-. Pero claro como seres humanos no han perdido la atracción por lo "mágico" o simplemente no han conocido las críticas científicas escépticas.
Y, ¿cuál es la evidencia objetiva encontrada hasta ahora?
Que no importa cuando uno haya
nacido eso no determina que uno sea más pasivo o activo, introvertido
o extrovertido, “ganador” o “perdedor” en la vida, bueno o malo. Lo que
uno es o hace tampoco está determinado en los genes: todo eso depende
y está muy influenciado también por las circunstancias socio-económicas
en las que uno ha crecido (y en lo social caben muchas cosas: educación,
costumbres, religión etc.) e incluso el azar, lo no planificado,
lo imprevisto.
Si las estrellas no son la causa de nuestro comportamiento entonces no les achaquemos la responsabilidad de nuestras decisiones y actos, así como tampoco debemos buscar en ellas las soluciones a nuestros problemas terráqueos.
Es comprensible el auge y éxito de la pseudociencia (ingenua
o fraudulenta), especialmente en épocas de crisis económica
y moral, así como también el de las sectas salvíficas,
los juegos de azar y las apuestas. Son una excelente válvula de
escape ante los problemas que muchas veces pueden llevar a la incertidumbre
o la desesperación o simplemente producen en nosotros un fascinante
interés y curiosidad por saber si nuestra vida será afortunada
-o desastrosa- en cuestiones tan importtantes como la salud, el dinero y
el amor.
BIBLIOGRAFIA
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los Astros?" en MUY
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n. 2, 1985.
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