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Ricardo J. Bermúdez (1914)

Nació en la ciudad de Panamá el 22 de agosto de 1914. Arquitecto de profesión. Tanto en el campo educativo como en la actividad profesional ha logrado acrisolada reputación. Es miembro de número de la Academia Panameña de la Lengua. Fue Ministro de Educación y Decano de la Facultad de Arquitectura. Obtuvo dos veces el segundo premio en la sección de poesía del Concurso Ricardo Miró, con sus obras Adán Liberado (según los críticos, "uno de los mejores libros escritos en el país") y Cuando la isla era doncella, hermoso poema en donde el sentimiento de la naturaleza tiene categoría principal. En 1961 obtiene el primer lugar con su obra Con la LLave en el suelo.
Se le considera en Panamá como una de las más altas expresiones de la poesía culta contemporánea. "En su obra habla una fina sensibilidad a la luz de una inteligencia disciplinada por el estilo metódico y por la búsqueda de la belleza artística.

  

Sus poemas, de la más pulcra estructura, ostentan un lenguaje armonioso, selecto, rico en originales metáforas asequibles sólo a un público minoritario. En ellos surgen en sucesión de imágenes sorprendentes los sentimientos de carácter individual, del amor, la soledad, el terror, la muerte, la delectación ante los primores del paisaje, la reflexión nostálgica sobre el poder corrosivo del tiempo; de otro lado, aunque en menor escala, la protesta por las discriminaciones de que son víctima algunos grupos sociales. Los títulos, casi todos simbólicos de sus libros, dan idea de la riqueza de su tématica, que logra contornos excelsos en la emocionada mano del artista, así sean sus motivos de inspiración el mundo subjetivo, la cuestión social o el paisaje."

Tomado de Panorama de las Literaturas panameña e Hispanoamericana

Otras de sus obras: Poemas de Ausencia, Elegía a Adolfo Hittler, Variaciones del Pez en la sangre, Laurel de Ceniza.

Rojo ha de ser el estupor naciente

Rojo ha de ser el estupor naciente
batiendo entre la sangre de los muertos
su infinita bandera de esperanzas
cuando la aurora diga su mensaje
de luces tras la noche del martirio.

Si la espera es tan larga como un río
dando vuelta entre valles y montañas,
las raíces de amor serán más hondas
y las manos opacas de la vida
se abrirán como pétalos del cielo.

Para que las campanas hablen
con los vientos del mar y de la tierra
de este hallazgo recóndito y perfecto,
mi voz ha de subir hasta la rama
más alta del dolor crucificado.

Tan sólo así podré saberme libre
de mezclar con mi arcilla sin congojas
la miel fraterna de los labios mustios
de todos los que mueren en silencio
porque sigan creciendo sus palablas.

Fuente bibliográfica
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