Garzas Cautivas

En el patio andaluz, a donde apenas
penetra el sol en ondas fugitivas,
inmóviles, calladas, pensativas,
hay, como un par de enormes azucenas,
dos garzas melancólicas, cautivas.

Quién sabe si una noche, al escondido
juncal, cerca a la orilla meliodosa,
una mano llegó, vio el par dormido,
lejos la madre tierna y afanosa
y arrebató los pájaros del nido!

Tal vez en el corral de la ribera
levanta frente al mar su empalizada
donde un día, al nacer la primavera,
en la sorda explosión de una alborada
vieron la luz del sol por vez primera.

¡Y ellas no saben del azul! Sus huellas
no serán polvo de oro tras su vuelo
a la indecisa luz de las estrellas;
y con sus ojos tristes ven el cielo
y no saben que el cielo es para ellas.

Acaso si una mano, de repente,
las echara a volar, tras un momento
de supremo estupor, abriendo el viento
sus vírgenes plumajes, blandamente
se irían a embriagar de firmamento.

Pero no volarán, ni bajo el rico
oro del sol se encenderán sus galas,
ni ensartarán estrellas en el pico,
ni abrirán a la Luna el abanico
blanco y maravilloso de sus alas.

¡Melancólicas garzas! ... Y el frío
patio sin luz ni sol, sobre las zanca
simbolizan la imagen del hastío;
y ni siquiera saben que son blancas
porque nunca se vieron sobre un río.

Y allí, bajo la pena de sus galas
inútiles, libélulas de hielo
dormitan sin un ansia ni un anhelo
y no saben aún que tienen alas
y que las alas son para ir al cielo.

Meláncolicas garzas que en frío
patio sin sol ni luz, sobre las zancas
simbolizáis la imagen del hastío,
que nunca supistéis que erais blancas
porque nunca os mirasteis sobre un río.

Hay almas cual vosotras que ni huellas
dejarán ni sabrán nunca del vuelo
que nos lleva a vivir con las estrellasss,
almas que ven atónitas el cielo
y no saben que el cielo es para ellas.

Para ellas el oscuro, el escondido
patio andaluz en donde el sol no alumbra;
y van cobardemente, sin ruido
y a través de una gélida penumbra
en viaje al mar sin playas del olvido.


Reproducimos aquí el poema Garzas Cautivas, alusivo a las garzas situadas en el Palacio Presidencial, desde la remodelación que mandó a hacer Belisario Porras del edificio en 1922. En ese entonces unos amigos le regalaron unas garzas blancas traídas del Darién y él las mandó a soltar en el patio andaluz.

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