Los ojos en la calle bajo la lluvia

Huele a pared lamida por ubres y mugidos
este mapa ilusorio salpicado de estrellas,
y la calle, inundada de pupilas de niños,
va nutriendo de polvo sus mejores culebras.

Pasaporte de patios para la mar, el fango
deshilvana pronósticos en plenitud de fábulas
y los aros del miedo precipitan, aullando,
funerales de citas y blasfemias mojadas.

Trota, océanico, el eco vaporoso del grito;
brilla, angélico, el halo de las olas elásticas,
y un redoble de circos humedece el anillo
de los faros desnudos, ateridos de lágrimas.

La faena, ahuyentada, desaloja cabriolas
derramando luciérnagas y paraguas al charco;
y el carbón apagado de alguna voz, pregona
cuatro senos maduros por dos o tres centavos.

Rogelio Sinán

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