Mag. MIGUEL SOTOMAYOR RIVERA
Concebir la filosofía como un ejercicio intelectual de análisis e interpretación de una determinada realidad histórica, no significa desconocer el carácter lógico y universal del saber filosófico. Esta pretensión supone partir del supuesto de la relación necesaria que existe entre lo universal y lo particular, por que ello implica la inclusión de la diversidad espacio temporal, es decir, la historicidad humana. En el caso de la filosofía, la relación entre lo universal y lo particular en el fondo es la misma que la del concepto de humanidad, que incluye individuos y colectividades, de lo contrario resultará una mera abstracción despojado de su contenido concreto e histórico.
Se hace necesario, pues, distinguir claramente la filosofía como saber cristalizado en teorías, doctrinas que forman parte del espíritu objetivo y la filosofía como ejercicio de análisis y reflexión viviente en el espíritu subjetivo. En ambas modalidades la filosofía se caracteriza por constituir un tipo de pensamiento que reflexiona sobre sus propios cimientos en la que interesa investigar no sólo sus propios límites y posibilidades, con un interés exclusivamente epistemológico, sino también al sujeto que piensa condicionado por las circunstancias de carácter social y humano.
Particularmente interesa ubicar a la filosofía como un pensar orientado a cumplir un papel de mantener despierto el sentido crítico ante la realidad que, en el caso de nuestro país, se encuentra sumido en un estado de precariedad axiológica y antropológica. Tal circunstancia exige que los hombres asuman un compromiso no sólo de analizar los problemas de la condición humana sino la de investigar el camino que ha de recorrer en la búsqueda de un horizonte que concrete su emancipación respecto de todo colonialismo cultural, básicamente. Se trata, pues, de responder a una problemática que contiene hondas preocupaciones relativas a la misma vida de la filosofía que conduce a proyectarse del ser al deber ser.
El pensar filosófico es una función de la vida y que la vida humana no es algo dada, sino algo por hacerse que implica formas de deber ser en relación de la naturaleza teleológica de la misma. La filosofía como saber teórico apunta a su transmisión a través de la enseñanza y repercute de diversas maneras en el campo de los comportamientos humanos.
La filosofía de estilo académico cultivada por las instituciones universitarias no ha sido suficientemente comprendida haciendo pensar que la filosofía por sí misma es un lujo que se justifica para épocas y sociedades que no tienen básicamente problemas de orden humano y social. Por eso es fundamental el desarrollo de una filosofía comprometida que contribuya a elaborar una concepción de la vida y una jerarquía de valores para la acción y para la verdad. La capacidad de analizar nuestra problemática axiológica y antropológica no puede caer en una sociedad como la nuestra -sumida en profundos problemas de precariedad- so pena de depender de otras culturas más avanzadas para cumplir las funciones que son vitales. En consecuencia la filosofía académica tiene que cumplir un rol en el sentido de preparar los instrumentos conceptuales y metodológicos que deberán aplicarse a la solución de los problemas de nuestra realidad, y que sin ellos la cultura y la realización humana no alcanzarían su feliz culminación.
La filosofía debe entenderse también como aplicación del pensamiento a la búsqueda de caminos que se ha de recorrer para alcanzar determinadas metas por lo que la elección de la ruta no es algo accidental sino necesaria para llegar a donde se desea. De acuerdo a esta delimitación la filosofía dentro de los propósitos de este trabajo tiene una función actual y que es inherente a su condición de deber ser. Entendemos la filosofía más que un saber organizado en el espíritu objetivo, como actividad creativa e innovadora de la inteligencia para descubrir caminos inéditos.
En este contexto el filosofar auroral, confiere al sujeto capacidad creadora y transformadora no sólo para ejercer una función justificatoria de una tradición o legado sino de denuncia de un presente que indaga un futuro, abierto a la alteridad como factor de una objetiva presencia enmarcado en el proceso histórico de las relaciones humanas. La historicidad debe entenderse como el reconocimiento del hombre como autor y actor de su propia historia y que implica un compromiso, un deber ser.
El pensar en su modalidad de filosofar implica la cuestión de su función en nuestro país y, por ende, en Latinoamérica dentro de la clásica dualidad del ser y el deber ser; es decir, cual es la función de la filosofía en Latinoamérica y, por otro, la de cuál debe ser. Tanto la una como la otra nos conduce a un enjuiciamiento crítico. Desde hace algunas décadas se viene hablando de la función de la filosofía adquiriendo una riqueza semántica que justifica su articulación al concepto de pensar.
El concepto de función tiene tal prestigio que ha transitado por los caminos de la matemática y la lógica hasta su empleo en la biología, psicología, la sociología y aparece con fuerza en la filosofía para imprimirle un nuevo significado en el ámbito de las realizaciones individuales y sociales.
El ascenso filosófico del concepto de función se articula con el experimentado por el de estructura y que aparece enriquecido por otros conceptos como el de progreso, historia, acción y praxis, vida y existencia; tiempo y situación; oposiciones que ha sido asumidas por teorías de reconocida universalidad, como el de evolucionismo, historicismo como también el de funcionalismo. Determinar la función de la filosofía significa precisar el ejercicio de una actividad, esta actividad implica un conjunto de relaciones de interdependencia de carácter dialéctico con los demás factores que integran un todo. Se hace visible e inseparable la idea de una relación activa que distingue el concepto de función.
En el contexto de la autoreflexión de la filosofía significa no solamente la preocupación centrada en el objeto sino también la de su función por que expresa una ampliación de su temática desplazándote a ámbitos de mayor interés. La predominancia reflexiva en el objeto guarda relación con una orientación centrada en la esencia, el fin, el contenido de la filosofía. Se ha desplazado ahora esta predominancia en torno a la función que se centra en la línea semántica de la misión, la tarea, el quehacer de la filosofía en la que se proyecta su condición de saber dinámico de ejercicio pleno y viviente, lo cual significa que la filosofía es concebible en la medida en que tiene consecuencias prácticas a través de lo que ella hace y más propiamente de cómo lo hace.
Es necesario destacar que la filosofía no solamente es un conocimiento que tiene un fin en si mismo sino que una de sus justificaciones es precisamente determinar la naturaleza de los valores humanos como ejes esenciales de la acción humana. Incluso hay ramas filosóficas como la ética, la filosofía socia, política, que tienen a la acción, la vida como tema central. En ellas resulta importante que la teoría se orienta a una praxis. Teorías como el pragmatismo, marxismo, existencialismo y otras tendencias contemporáneas conciben la filosofía como una teoría que tiene consecuencias prácticas para la vida humana.
La idea de función de la filosofía enmarcada dentro de determinadas condiciones históricas pone de manifiesto la relación de ideas de estructura y función que han sido enriquecidas por los conceptos de devenir, dialéctica, praxis e historia. Así mismo considerando el conjunto de las ciencias sociales como totalidad de las ciencias de la cultura ha logrado enriquecer su conceptualización dentro de la idea de conexión funcional en el sentido de relación estructural. En este sentido, la filosofía no puede menos que operar como fenómeno social condicionado al mismo tiempo que condicionante, es decir, siempre opera dentro de una relación funcional que consiste en interacción, en acción recíproca. De esta forma es posible determinar un condicionamiento vertical impuesto por las diferencias de las clases sociales y otro horizontal determinado por las diferenciaciones de distancias culturales a nivel de naciones y regiones. En uno y otro, en tanto condicionada la filosofía refleja y resume procesos que se dan dentro de las relaciones sociales y económicas, y en tanto condicionante, reproduce y trasmite procesos que descienden desde la super estructura científica e ideológica y que se proyecta a las diversas actividades que comprende la sociedad. De acuerdo a estas relaciones de interdependencia se advierte una filosofía de la dominación y otra de emancipación que reproducen las modalidades de la filosofía como saber acumulado y establecido y filosofía como ejercicio reflexivo y crítico. Desde los más lejanos orígenes coloniales, la filosofía ha sido ejercida en nuestro país como docencia y como reflexión, como transmisión del saber y como ejercicio del pensar.
Dentro de este marco de condicionamiento recíproco entre la realidad histórica y el ejercicio del pensar filosófico, es que se han ido gestando las respuestas concretas de los individuos o las colectividades a situaciones y circunstancias también históricas concretas que conciernen a su existencia vital.
De esta manera se explica la historia de nuestros días en el Perú y Latinoamérica como el desarrollo de respuestas que se han dado -en el plano de la filosofía- a situaciones muy propias vividas por nuestros pueblos, especialmente el colonialismo político, económico y cultural.
En los últimos años se han ido gestando comunidades filosóficas cuyo trabajo y resultados se expresan dentro de una corriente "Filosofía Latinoamericana" cuyos antecedentes forman parte de una historia general de nuestras ideas que han recibido una decisiva influencia de los grandes centros metropolitanos del saber filosófico que han condicionado su carácter y orientación y, por otro lado, han contribuido eficazmente a la definición de su autonomía conceptual y autonomía espiritual. La necesidad de la autoafirmación de nuestra filosofía condicionada por nuestras necesidades y aspiraciones tiene como base la presencia de un pensamiento que ha madurado y que revela la exigencia del hombre latinoamericano como sujeto, capaz de constituir su propio pensar para investigar sus reales posibilidades de desarrollo. Se trata de investigar la verdad, pero no de la verdad abstracta, sino de la verdad que resulta de la confrontación con nuestra propia realidad histórica que resume nuestras costumbres, idiosincrasias, conflictos en el marco de una unidad cultural.
La necesidad de una filosofía latinoamericana se resuelve en el marco de la constitución antropológica, de la constitución de un nuevo sujeto que debe olvidar todo lo aprendido de una tradición dominante, para iniciar con toda la energía de nuestras propias fuerzas la investigación de la verdad estructurado por nuestra historia.
En el proceso histórico la función de la filosofía ha derivado en la condición de consumidora centrado en la adquisición del conocimiento y, en otra modalidad la función se expresa en la condición de productora. A lo largo de su historia, Latinoamérica ha sido más consumidora que productora. Es necesario un punto de equilibrio que permita que la cultura de nuestro pueblo -como sujetos del conocimiento- opte por cambio de perspectiva que se manifieste por un pleno, libre ejercicio de la inteligencia para elaborar el proyecto colectivo de realizaciones plasmando valores que corresponden a nuestras auténticas necesidades y aspiraciones.
Es reconocido los grandes progresos en materia de madurez conceptual, porque la gran producción filosófica alcanzada corresponde a niveles de autenticidad que nos hace pensar que la filosofía latinoamericana funcionaría tanto con autonomía técnica y espiritual como filosofía aplicada a realidades genuinamente latinoamericanas. En estas condiciones se ha dejado atrás el comportamiento de adopción pasiva para asumir el de adaptación en aras de expresar niveles de elaboración creativa y crítica; se ha accedido, cada vez más, a planos de creación.
El problema de la emancipación cultural y, por ende, filosófica, que se planteó desde la época de la independencia política, se reformula en nuestros días en nuevos términos, en la de un filosofar cuyo desarrollo se manifiesta en grados de autonomía -tanto técnica como espiritual. Este problema persiste con otras características derivadas del proceso de la globalización que vive el mundo, donde se han creado mecanismos de exclusión de países que se mantienen en la condición de subdesarrollados.
La función del pensar filosófico de nuestra cultura debe orientarse y madurar a partir de una toma de conciencia de la actual dependencia global, tanto externa como interna, que incluye nuestra manera de pensar y vivir.
Vivimos momentos decisivos en el campo de la emancipación donde la filosofía en la modalidad de pensar debe asumir la función desalienante de nuestra manera de pensar hasta la toma de conciencia histórica para optar por caminos inéditos, donde la actividad intelectual debe articularse con la responsabilidad social.
(Ponencia sustentada en el VII CONGRESO NACIONAL DE FILOSOFIA, La Filosofía del Siglo XX : Balances y Perspectivas, Lima, 1998).
Algunas lecturas utilizadas en el curso de filosofía dictado por el Prof. SOTOMAYOR:
CONCEPTO
DE FILOSOFIA
EL
HOMBRE, CENTRO DE LA MEDITACION FILOSOFICA
El Mag. MIGUEL SOTOMAYOR RIVERA es miembro de las siguientes instituciones:
UNIVERSIDAD
CESAR VALLEJO, TRUJILLO
- PERU
RED
FILOSOFICA PERUANA RFP
REVISTA
PERUANA DE FILOSOFIA APLICADA
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