CONCEPTO DE FILOSOFIA
Por Francisco Miró Quesada
EL HOMBRE Y SU PROBLEMA EXISTENCIAL
De todas las experiencias que puede vivir un ser humano, la más común y corriente es que tiene problemas. Tener problemas exige resolverlos. Pero la naturaleza de los problemas es muy variada. Hay problemas sencillos fáciles de resolver. Hay, en cambio, problemas angustiosos cuya solución parece o es realmente imposible. Por más que hagamos, no podemos evitarlos. Aunque podamos dejar de pensar en ellos por algún tiempo, nuestra propia vida se encarga de recordárnolos. Por ejemplo, el origen y finalidad de nuestra existencia. ¿De donde venimos, a donde vamos? ¿Que significan el nacimiento, la muerte? ¿Hay otra vida o nuestra existencia termina en este mundo?. Otros problemas son de carácter más práctico. Se produce una sequía en la comunidad y es de vital importancia saber cómo conseguir más agua. O se quiere que la cosecha sea buena y no se sabe como hacer para luchar contra las plagas que amenazan las plantas. O se quiere hacer cualquier trabajo colectivo y tenemos que saber como organizarnos. También nos topamos con problemas que no parecen concernirnos directamente pero que presentan a veces enorme interés, como cuando queremos saber algo sobre la estructura del universo en que vivimos (¿es el universo finito o infinito?) o sobre las relaciones de ciertos objetos matemáticos.
El hecho es que, vivamos como vivamos y hagamos lo que hagamos, estamos constantemente dedicados a resolver problemas importantes o triviales. Su importancia varía de acuerdo a nuestro temperamento y a las circunstancias en que se presentan. Pero importantes o triviales, solubles o insolubles, los problemas constituyen la sustancia misma de nuestra vida. Y, querámoslo o no, tenemos que enfrentarnos a ellos para tratar de resolverlos. En una palabra, para el ser humano, existir es tener que resolver problemas.
Algo que asombra, cuando uno se percata de ello, es la enorme variedad de procedimientos que el ser humano a utilizado, a través de la historia, para resolver los problemas a los que ha tenido que enfrentarse. Consideremos el problema de la sequía. En tiempos antiguos y en determinadas regiones, se solía acudir al hechicero. Mediante rituales mágicos el hechicero intentaba orientar las "fuerzas ocultas" de la realidad de manera favorable para lograr que lloviera. En la actualidad, los científicos y los técnicos buscan nuevas fuentes de agua o inventan métodos físicos y químicos para que la lluvia se precipite de las nubes. Se trata de procedimientos radicalmente distintos, pero cada uno de ellos ha sido utilizado o es utilizado por comunidades enteras que están convencidas de que su medio es el mejor.
Un ejemplo notable de la diferencia de métodos es el usado por los ejércitos en campaña. Los griegos (y la mayoría de los pueblos antiguos) antes de emprender una acción bélica observaban el vuelo de las aves o las entrañas de algún animal que sacrificaban con ese propósito. Si lo que observaban, según una serie de procedimientos precisaban algo favorable (fasto) se lanzaban a la acción.
Si contrariamente, era desfavorable (nefasto) esperaban otra ocasión. Desde luego, a veces las circunstancias los obligaban a iniciar la lucha aunque los sistemas fueran desfavorables. Pero siempre trataban de proceder de acuerdo con ellos. Los hombres actuales hacen un análisis de la situación calculando el número de combatientes, el tipo de armamento, la posición de su ejército y del ejército enemigo, y de acuerdo a los resultados, luchan o se retiran.
A nosotros, que vivimos en la segunda mitad del siglo XX, los métodos del hechicero o de los ejércitos griegos nos parecen absurdos. Pero a ellos le parecían perfectamente naturales y no pensaban que otros fueran posibles. Es que nosotros estamos acostumbrados a utilizar el conocimiento racional para resolver los problemas importantes que nos aquejan y nos parece absurdo no proceder de esta manera cuando tenemos que enfrentarnos a dificultades. Sin embargo como acabamos de ver, existen otros métodos.
EL IDEAL DE VIDA RACIONAL Y LA SOLUCION DE PROBLEMAS
En Grecia, a fines del siglo VII y comienzos del VI antes de Cristo, en una época en que el mito y las prácticas anteriormente descritas imperaban universalmente, un pequeño grupo de hombres, comienza a proceder de manera distinta.
En lugar de utilizar el mito y observar el vuelo de las aves o utilizar las entrañas de los animales para hallar la solución de los grandes problemas teóricos que plantea su existencia, utilizan la razón. En esa época, para saber como se había originado el universo, se creía en los mitos que se transmitían de generación en generación. Los aspectos más impresionantes de la naturaleza, como el cielo, el mar, la tempestad, el rayo, los ríos, eran interpretados como dioses y diosas que descendía unos de otros y de esta manera se creía que su existencia quedaba explicada. Uno de los mitos más difundidos en Grecia era que el origen de todas las cosas se debían a Ouranos y Gaia. Ouranos era el cielo y Gaia la tierra.
De la unión de estos dioses nacieron varios dioses y diosas que volvieron a unirse engendrando a otros entre los que estaba Zeus (llamado Jupiter por los romanos y más conocido por este nombre) que era amo del rayo y llegó a ser el más poderoso de todos.
En la ciudad de Mileto, en una pequeña isla frente a la costa de lo que actualmente es Turquía y que en ese entonces era una isla Griega (toda la costa de Turquía estaba poblada por griegos) vivía un hombre llamado Tales que, en lugar de conformarse con los mitos para comprender los fenómenos naturales, propuso una manera diferente de comprenderlos.
Tales trató de reconocer, por medio de la razón, cuál era el origen de dichos fenómenos. En lugar de acudir al mito, acudió al conocimiento racional y llegó a la conclusión de que el origen de todas las cosas era el agua. Tales estaba equivocado, pero había iniciado una búsqueda que conduciría la historia humana por nuevos derroteros. Una vez puestas en marcha la razón, descubre una serie de cosas que no pueden ser descubiertas de otra manera. Descubre, rápidamente, que existen una serie de relaciones a la vez claras y profundas entre los números y también entre las formas especiales. Cuando se comienza a pensar racionalmente el surgimiento de la matemática no se hace esperar. Tales fue probablemente el primer hombre que comenzó a hacer una investigación racional sistemática de las relaciones geométricas y esta investigación lo llevo a realizar una hazaña intelectual prodigiosa : fue el primer hombre que demostró un teorema y que utilizó la matemática para conocer los fenómenos naturales. La aplicación de la matemática a la astronomía le permitió predecir los eclipses y dar origen, así, a la primera ciencia natural : la astronomía.
La enorme importancia de Tales de Mileto es que, por vez primera en la historia alguien utiliza la razón para resolver problemas teóricos, es decir, referentes al conocimiento de la realidad, dejando de lado los criterios imperantes que se fundaban sobre todo en el mito y en las prácticas de la adivinación. Al hacer esto logra algo que nadie había logrado antes que él : logra llegar a resultados universales y necesarios que todos tienen que aceptar. No en todos los casos
pues, como veremos, el conocimiento racional, cuando se trata de alcanzar las últimas profundidades como el origen del universo o la esencia de la realidad, encuentra límites y lagunas, pero si en relación a cierto tipo de conocimientos como el matemático y el astronómico. Aunque los mitos eran creídos con la mayor ingenuidad, eran muy variados y cambiaban de país a país y a veces, de ciudad a ciudad. Los habitantes de un país no creían en los mitos de otro y con frecuencia los encontraban abominables. Los mitos griegos son, en nuestra época, cosas del pasado, nadie cree ni puede creer en ellos. En cambio los teoremas demostrados por Tales, hace dos mil quinientos años, se estudian hoy en día en el colegio. La razón es capaz de descubrir verdades eternas, que se imponen al sujeto que conoce, de manera necesaria; es decir, sin que no sea posible pensar que no sean verdades. Por ser necesarias son universales, pues tienen que ser aceptadas por todos los hombres de todas las naciones y de todas las épocas.
A partir del pensamiento de Tales, el pensamiento racional avanza rápidamente. Pitágoras y su escuela contribuyen a desarrollar el conocimiento matemático de manera fabulosa (recordemos entre los muchos aportes de Pitágoras su famoso teorema que todos hemos estudiado en el colegio) y Platón, casi dos siglos después, logra dar forma definitiva al proyecto de utilizar la razón para resolver los grandes problemas que interesan al ser humano. Aunque los primeros filósofos griegos se habían dado cuenta de que los problemas morales, sociales y políticos, podían enfrentarse por medio de la razón, no los había abordado sistemáticamente. Sócrates, el maestro de Platón es el primero en hacerlo. Platón influido por su maestro, considera que la razón no solo debe ser utilizada para saber como es la esencia de la realidad y para conocer las relaciones matemáticas y el movimiento de los astros, sino, además, para saber como debe ser el comportamiento de los hombres en la sociedad. Platón plantea claramente la necesidad de utilizar la razón para resolver problemas no solamente teóricos, es decir, referentes al conocimiento sino también prácticos, referentes a la acción. La razón debe decirnos, además de como son las cosas, como debemos comportarnos, como debemos organizarnos para que nuestra sociedad sea lo mejor posible y los que vivimos en ella tengamos una vida digna y noble. La razón es considerada de esta manera, como el guía supremo del hombre. El ideal más elevado de todos es vivir racionalmente. Platón identifica lo racional con lo justo. La sociedad racional, es decir, organizada conforme a la razón, es también la sociedad justa.
Los caracteres del conocimiento racional son descritos admirablemente por Platón y luego, en forma aún más completa y rigurosa, por Aristóteles que, en vida del primero, fue su más brillante discípulo. De acuerdo a lo dicho, el conocimiento racional debe ser necesario y universal. Pero debe, además ser comunicable. Lo que no es comunicable no es racional.
Debe, por último, utilizarse para resolver todo tipo de problemas, es decir, problemas teóricos y prácticos.
EL CONOCIMIENTO RACIONAL Y EL MUNDO MODERNO
El proyecto platónico, a través de un largo proceso histórico, es adoptado por los pensadores occidentales. Cuando se derrumba el Imperio Romano de Occidente y es dominado por los bárbaros del norte, se pierde durante un tiempo la tradicional cultura griega. Pero esta tradición se conserva ampliamente en el Imperio Romano de Oriente y, aunque en forma complementaria y aislada, en algunos monasterios de Europa. Poco a poco, mediante la influencia cultural del Imperio Romano de Oriente, que comienza a llamarse Imperio Bizantino, se difunde por el sur de Italia, y gracias a la civilización islámica, a través de España que ha sido conquistada por los árabes en el siglo VIII después de Cristo. La Cultura Occidental comienza, así, a considerarse la heredera de la Cultura Helénica (greco-romana). Al tomar esta cultura como fuente de inspiración, redescubre el ideal de vida racional que inspiró el pensamiento griego. A partir de la Edad Media, y muy especialmente, desde el Renacimiento, el proyecto de utilizar la razón para lograr el conocimiento de la realidad y para guiar nuestra acción, se va difundiendo cada vez más. En el siglo XVI una gran mayoría de pensadores esta convencida de que el análisis racional es el mejor medio de enfrentarse a los problemas para tratar de resolverlos. En el siglo XVII el hombre culto de Occidente tiene confianza ciega en la razón, una confianza excesiva que le hace esperar demasiado de ella. Esta convencido de que la razón es capaz de conocer la esencia misma de la realidad y que puede resolver casi todos los problemas a los que se enfrenta. Desde luego, tiene conciencia de sus límites, pero se le cree muchísimo más poderosa de lo que realmente es. En el siglo XVIII esta confianza en la razón llega al máximo, y el ideal de vida racional se ha difundido de manera extraordinaria. Aunque esta difusión se reduce únicamente a los medios cultos de la época, sus efectos se reflejan en el todo social y puede decirse que el ideal de vida racional se ha constituido en una verdadera vigencia de la Cultura Occidental.
A partir del siglo XIX comienza a declinar esta fe ingenua en la razón. Se comienzan a ver sus límites con mayor claridad y se descubre algo de la mayor importancia, sobre los que regresaremos más adelante : que los conocimientos establecidos racionalmente se pueden deformar debido a la influencia de la vida social y dejar, así, de revelarnos lo que realmente es verdadero. En el siglo XX este proceso culmina con una visión mucho más aguda y completa de lo que son realmente las posibilidades y los límites de la razón. Más, por eso mismo, el ideal de vida racional se torna más nítido, más eficaz. Ahora sabemos que la razón es más limitada de lo que creyeron muchos de los grande filósofos de los siglos XVII y XVIII. Pero, debido a ello, podemos aplicarla con mayor seguridad. Sabemos que hay una serie de problemas que no pueden resolver, pero que, cuando es capaz de resolver un problema, su solución sigue teniendo esa necesidad y esa universalidad que descubrieron los griegos. Su ámbito es limitado, pero seguro. Y además, no tiene límites fijos. Conforme pasa el tiempo sus límites van siendo sobrepasados. Se sabe que no puede resolver todos los problemas. Se sabe, además, que hay problemas que no podrá resolver nunca. Pero no se sabe cuantos problemas puede resolver. Y conforme pasa el tiempo el conocimiento racional sigue avanzando y resolviendo cada vez más problemas, algunos de los cuales habían parecido insolubles durante siglos.
Una consecuencia directa del ideal de vida racional en el mundo moderno es el increíble avance de las ciencias creadas por los griegos : la matemática, la astronomía y la física y la creación de nuevas ciencias, como la química y la biología que pronto experimentan también un descomunal desarrollo. Gracias al progreso de estas ciencias es posible utilizar nuestros copiosos conocimientos sobre la realidad para actuar sobre ella y aprovecharla en nuestro propio beneficio. Surge, de esta manera, la técnica moderna, que es el conjunto de procedimientos mediante los cuales el hombre transforma la naturaleza y crea máquinas que multiplican su capacidad de acción. La técnica se desarrolla en forma inimaginable durante la segunda mitad del siglo pasado y, sobre todo en nuestro siglo. Este desarrollo impone una característica inconfundible al mundo actual, que se distingue del mundo de épocas pasadas por estar organizada en torno de la técnica. Esto ha creado una situación imprevista. De un lado la técnica ha abierto posibilidades ilimitadas de progreso y bienestar. Del otro ha permitido crear armas de poder destructor tan grande que, de usarse, podrían terminar con la vida de la especie humana sobre la tierra. Pero, sea como sea, el hecho es que la vida del hombre actual esta íntimamente ligada a la técnica y que del uso que haga de ella depende su destino. Todo esto es consecuencia del ideal de vida racional creado por los griegos y heredado por los occidentales.
FILOSOFIA Y CIENCIA
El proceso que hemos descrito permite formarse una idea de la filosofía. La filosofía comienza cuando surge el afán de utilizar la razón para resolver los grandes interrogantes que encuentra el hombre en su existencia. El primer gran problema que intenta resolver de manera racional es el de descubrir la verdadera realidad. Desde tiempos inmemoriales se tenía conciencia de que hay cosas aparente y cosas reales. Por ejemplo, el espejismo es una apariencia de agua, pero no es agua real, agua verdadera. Asimismo, el hielo es completamente diferente del agua. Si una persona que no nunca ha visto hielo lo ve por primera vez, tienen la impresión de que se trata de una materia distinta. Sin embargo si lo observa suficientemente y se da cuenta de que se derrite con el calor y se transforma en agua, comprenderá que se trata de la misma sustancia. Pero, antes de los primeros filósofos griegos, no se había tratado de comprender en que consistían la apariencia y la realidad ni por que una misma sustancia podía adquirir aspectos diferentes. Y sin embargo se trata de un problema fundamental, por que mientras no se resuelva nunca se puede estar seguro de la verdad de nuestros conocimientos. Un conocimiento es verdadero cuando lo que se conoce es, efectivamente, como se cree que es. Pero si no se puede distinguir entre lo que realmente es y lo que sólo es en apariencia, entonces no puede distinguirse entre lo verdadero y lo falso y el conocimiento no puede constituirse.
Los viejos mitos helénicos no ofrecían ninguna garantía de verdad. Se creía en ellos de manera ingenua, pero si se analizaba por medio de la razón si correspondían o no ha hechos reales, se descubría que no correspondían, es decir, que eran falsos. Fue este descubrimiento trascendental lo que dio, seguramente, origen a las primeras manifestaciones de la filosofía.
El descubrimiento de la falsedad del mito produjo desconcierto y angustia, porque el mito era considerado como el fundamento último que permitía comprender el origen y la estructura de la realidad. Por eso era necesario encontrar un nuevo fundamento por medio de la razón, de manera que pudieran hallarse conocimientos más sólidos. La multiplicidad y la fugacidad de los fenómenos de la naturaleza hacia pensar que no revelaban la verdadera realidad. Los colores, las formas, la consistencia, la estructura misma de las cosas, cambiaba con el transcurso del tiempo y a veces, hasta con las horas del día. Más allá de estos cambios y de estas apariencias debía existir algo real, verdadero, que no cambiase pero que permitiese comprender el cambio. Este fundamento último de las cosas, esta verdadera realidad fue llamada "Arje" (comienzo, origen) por Tales de Mileto y los primeros filósofos griegos y luego "ser" por sus continuadores. La filosofía inicia, así, su marcha, buscando el ser de las cosas, la realidad verdadera y última.
Pero pronto los filósofos se dan cuenta de que se trataba de un problema que presenta enormes dificultades. Aunque la razón es capaz de descubrir verdades importantes en el campo de la matemática y de la astronomía; cuando se trata de descubrir el ser de las cosas, la realidad subyacente a los fenómenos huidizos y variables, se encuentran dificultades abismáticas. La razón parece perder piso, no puede llegar a conclusiones definitivas. Para unos filósofos como Tales el origen de todo es el agua, para otros como su discípulo Anaxímenes, es el aire. Para Empédocles hay cuatro elementos que constituyen la realidad, de los cuales derivan todas las sustancias : el agua, el aire, el fuego, la tierra. Para Anaxágoras hay infinitos elementos diferentes que al mezclarse entre si en diversas proporciones dan origen a las diversas materias. Demócrito plantea, por vez primera, una teoría atómica rudimentaria, adelantándose en más de dos milenios a la ciencia moderna.
Pitágoras pensó que el ser de las cosas estaba constituido por el número. Es difícil después de tantos siglos, captar plenamente el significado de esta afirmación. Lo más probable es que Pitágoras considera que comprendiendo las relaciones entre los números podían comprenderse las relaciones reales entre las cosas. En esta tesis, está en germen la moderna utilización de la matemática para alcanzar el conocimiento preciso de la realidad. Al concebir el número como la verdadera realidad, Pitágoras y su escuela, como ya hemos visto, dieron gran impulso a la matemática y pronto esta ciencia adquirió un notable desarrollo. Se descubrió, así, un hecho de fundamental importancia que ha gravitado con enorme peso sobre la historia del pensamiento
humano : cuando se trata de alcanzar el conocimiento por medio de la razón, se encuentra que hay conocimientos que se pueden adquirir de manera exacta y que pueden aumentarse sin límites, mientras que hay otros que presentan grandes dificultades. El conocimiento matemático es del primer tipo, mientras que el conocimiento de la realidad última, del arjé o del ser, es del segundo tipo.
En un principio no se distingue entre filosofía y ciencia, ambas denominaciones remiten al conocimiento racional de los grandes temas que interesan al hombre. Pero poco a poco se comienzan a diferenciar los temas que presentan dificultades, a veces insondables, al análisis racional, de aquellos que pueden ser conocidos de manera segura, sistemática y permanente. De todos los temas, el más profundo y el más difícil de analizar racionalmente es el conocimiento del ser de las cosas y del origen de la realidad. Este tema que Aristóteles llama filosofía primera y que con el tiempo comienza a llamarse metafísica, constituye tradicionalmente el campo central de la filosofía. En cambio los temas que pueden abordarse mediante una metodología segura y en cuyo conocimiento se pueden avanzar y progresar cada vez más, comienzan a formar parte de la ciencia.
En la actualidad es usual establecer una diferencia nítida entre filosofía y ciencia. Se reconoce naturalmente que tienen un origen común : la utilización de la razón como medio para enfrentarse a los grandes problemas teóricos y prácticos que añaden a la existencia humana. Pero se considera que, debido a que la primera aborda temas de especial dificultad algunos de los cuales parecen no poder ser resueltos de manera definitiva, mientras que la segunda puede avanzar de manera segura, no se les puede identificar. La ciencia es una disciplina que puede alcanzar, en alta medida, un conocimiento sólido de los temas que estudia, mientras que la filosofía es una disciplina que, en la mayoría de los casos, no puede avanzar de manera segura.
Pero el límite entre ambas no puede trazarse con total nitidez. Toda ciencia tiene aspectos inseguros, presenta problemas que parecen escapar al método científico y, en este caso, se confunde con la filosofía. Y la filosofía a veces descubre métodos que le permiten enfrentarse a ciertos problemas de manera segura, logrando un conocimiento necesario y universal. En este caso se transforma en ciencia. A través de la historia, las ciencias han ido surgiendo del seno de la filosofía mediante el hallazgo de métodos que han permitido enfrentarse a determinados conjuntos de problemas y resolverlos de manera precisa y segura. Primero la matemática y la astronomía, luego la física, la biología, la sociología, la sicología, la lingüística, la lógica, etc.
Vemos pues que entre la ciencia y la filosofía existen una relación profunda y esencial. Intentemos precisarla un poco más. El conocimiento científico es seguro, pero sólo puede alcanzar esta seguridad porque acepta ciertos supuestos sin analizarlos mayormente, sin tratar de justificarlos más allá de ciertos límites. Un ejemplo muy claro lo tenemos en la matemática. Una teoría matemática bien constituida, se compone de axiomas y de teoremas. Los primeros son verdades que se aceptan inicialmente, los segundos son verdades que se deducen lógicamente de aquellos, es decir, que se demuestran. O sea, los teoremas son verdades derivadas de los axiomas por medio del razonamiento lógico. Los axiomas son enunciados cuya verdad se acepta sin tratar de demostrarla, pero que sirven para demostrar los teoremas. Mientras el matemático procede de la manera indicada, está haciendo matemáticas. Pero puede comenzar a pensar sobre el fundamento de los axiomas. ¿Por qué, por ejemplo, se aceptan tales axiomas y no otros? Y también puede plantearse el problema de justificar la lógica empleada en la derivación de los teoremas ¿Por qué se tiene la seguridad de que las demostraciones matemáticas (realizadas por medio de la deducción lógica) son inobjetables? Tal vez la lógica que se utiliza, aunque se aplique con exactitud, tenga fallas, lagunas que hagan imposible confiar en todas las demostraciones. Cuando el matemático razona de esta manera, ha rebasado el campo de la matemática propiamente dicho, y ha ingresado, en el sentido moderno de la palabra, al campo de la filosofía.
El matemático acepta supuestos, el filósofo no. En general, el científico, cualquiera que sea su ciencia, acepta siempre principios y métodos que no analiza, cuya verdad o eficiencia da por sentados. El filósofo, en cambio, no acepta nada sin justificación. Utiliza su razón hasta las últimas consecuencias. Quiere comprenderlo todo y, al hacer este intento, descubre que en aquellos conocimientos que parecen más claros y definitivos como los científicos, pueden descubrirse oscuridades y lagunas que es necesario aclarar. En este sentido el filósofo es un radical del pensamiento racional.
Pero hay, además, otra diferencia importante entre la ciencia y la filosofía. Como hemos dicho, el ideal de vida racional conduce al hombre a tratar de encontrar por medio de su razón, solución para los problemas teóricos y prácticos. Los problemas prácticos son de dos tipos : técnicos y estimativos. Un problema técnico es un problema instrumental : ¿como debe hacerse para alcanzar tal fin? Por ejemplo, ¿como debo hacer para levantar un cuerpo muy pesado? Es obvio que el conocimiento científico ayuda a resolver los problemas técnicos. Si conozco las leyes de la palanca, construyendo la palanca y el punto de apoyo adecuados, podré levantar el cuerpo fácilmente.
Un problema estimativo, en cambio, es un problema referente a los fines mismos de la acción. Una persona esta en peligro, si la ayudo me pongo también en peligro que puede ser muy grave. ¿Debo ayudarla? Se trata de un tipo de problema muy distinto del anterior que no se puede resolver técnicamente, y que es de la más alta importancia, pues de la manera como lo resolvamos depende nuestra propia existencia.. Pero cuando se trata de resolver problemas estimativos por medio de la razón se encuentran dificultades muy grandes y no pueden, por eso, abordarse mediante métodos científicos. La única manera de hacerlo es por medio de la filosofía.
LA FILOSOFIA Y LAS CREACIONES CULTURALES
Para tener una idea cada vez más clara de la filosofía, es conveniente diferenciarla no sólo de la ciencia sino de otras creaciones del hombre. Estas creaciones, por hecho de realizarse siempre dentro de una sociedad que posee una cultura determinada, se denominan creaciones o formaciones culturales. Las principales, además de la ciencia y la filosofía, son el arte, la religión, la política, el derecho.
El arte es una de las manifestaciones más extraordinarias y misteriosas del ser humano. En el pasado el arte se concibió como la expresión de la belleza. Es indudable que el arte tiene que ver, en muchas de sus manifestaciones, con la belleza. Pero su contenido es tan amplio que difícilmente cabe en esta definición. Hay obras de arte que no tratan de representar la belleza sino la miseria y la monstruosidad. En estos casos algunos sostienen que lo bello no es el contenido de la obra sino la manera de expresarlo. Pero esto también es dudoso, pues a veces la propia expresión se aparta de lo bello y busca impresionar el espectador a través de emociones de espanto, de angustia o de misterio. Sin embargo, aunque aclarar racionalmente la naturaleza del arte es uno de los problemas más difíciles de la filosofía, hay algo completamente claro : el arte no es filosofía ni ciencia. El arte no persigue el conocimiento ni la solución de problemas mediante el análisis racional. Su fin inmediato parece ser el de crear cierto tipo de emociones que pueden llegar a ser muy profundas e intensas y que usualmente se denominan emociones estéticas.
La religión se diferencia muy fácilmente de la filosofía en el hecho de que establece verdades por medio de la fe, pero no por medio de la razón. Lo que diferencia una verdad religiosa de una verdad filosófica o científica no es propiamente su contenido sino la manera como se justifica. Tanto desde el punto de vista de la religión como de la filosofía y la ciencia, se pueden sostener las mismas verdades, pero se fundamentan de manera muy distinta. El hombre que procede religiosamente acepta las verdades de su religión por medio de la fe, cree en ellas por que cree en las fuentes que las revelan (puede ser un profeta, un texto sagrado, etc). El hombre que procede filosófica o científicamente acepta las verdades que busca (en caso de que las encuentre) porque su razón les permite justificarlas.
La política es una actividad encaminada a manejar el poder para actuar sobre la sociedad. El político puede utilizar la filosofía o la ciencia para justificar su acción política. Esto es frecuente en el mundo moderno debido a que como, hemos visto, el ideal de vida racional es uno de los principales integrantes de la Cultura Occidental. Pero, en si, el político no persigue el conocimiento ni filosófico ni científico, sino, simplemente, el manejo del poder para poder realizar ciertos fines referentes a la vida colectiva.
El derecho persigue el encauzamiento coercitivo de las actividades humanas dentro de la sociedad. Todo lo relacionado directamente con este encauzamiento, pertenece a su ámbito, como la estructura del Estado, las cortes de justicia, los magistrados, los jurisconsultos y los abogados, etc. Pero su núcleo básico es el sistema legal, es decir el conjunto de normas escritas y no escritas, que obligan a los miembros de la colectividad a hacer o no hacer determinadas cosas. Que una norma sea coercitiva significa que lo que ella prescribe se debe cumplir, en caso necesario, por la fuerza. Si hay personas que se oponen al cumplimiento de las normas del sistema legal, el Estado acude a las fuerzas públicas para obligar a acatarlas. La filosofía y la ciencia persiguen la solución racional de los problemas y no tienen ninguna fuerza coercitiva. La razón se impone por si misma, pero no puede forzar a nadie a proceder de una u otra manera. Esto sólo puede hacerlo el poder material.
Es muy importante comprender que, aunque la filosofía es diferente de las formaciones culturales que hemos descrito, el estudio racional de los problemas que estas formaciones presentan pueden conducir a problemas filosóficos de la mayor significación. O sea, la filosofía se interesa por el estudio del arte, de la religión, de la política, del derecho y, en general, por el estudio de cualquier creación cultural. Así, es innegable que el arte, aunque tal vez no en todas sus manifestaciones, es un intento de crear belleza. Cuando vemos una buena pintura no necesitamos hacer ninguna reflexión para saber que es bella. Pero si alguien nos pregunta que es la belleza, nos encontramos en apuros. Para saber que es la belleza tenemos que acudir al análisis racional y pronto nos topamos con dificultades muy grandes. A través de los siglos los grandes filósofos han intentado saber que es la belleza, y hasta el momento ninguno parece haber dado una respuesta definitiva.
Cuando pensamos en la religión descubrimos una serie de problemas del mayor interés desde el punto de vista filosófico. Su interés es no solamente teórico sino también práctico. Tal vez el más importante de todos es el de saber cual, entre las numerosas religiones existentes, es la verdadera. Por que cada religión pretende ser la verdadera. Muchas reconocen que algunas de las otras enuncian verdades que coinciden con las de ellas. Pero consideradas como un todo son consideradas falsas. ¿Son todas las grandes religiones equivalente como pretendía, por ejemplo, el pensador romano Simaco, o entre todas ellas hay una que es la verdadera mientras que las demás sólo son parcialmente verdaderas o inclusos falsas? ¿Qué fundamento de la verdad es más seguro, el que proporciona la razón o el que proporciona la fe?. La solución de estos problemas, teóricamente apasionantes, tiene, además enorme interés práctico, porque la religión impone una serie de normas de conducta que son, a veces, difíciles de cumplir y que influyen directamente en la manera de comportarnos frente a los demás.
En la política el análisis filosófico no sólo es importante sino imprescindible. Debido al carácter racionalista del mundo moderno son muchas las personas que, antes de decidirse a elegir un partido político, se interesan por la manera como dicho partido justifica su política. Y lo usual es que todo partido la justifique mediante argumentos racionales. En general los partidos políticos tienen siempre una doctrina o ideología que utilizan para justificar racionalmente su programa de acción. Por eso es posible discutir sobre esta justificación y aunque se encuentran con frecuencia muchos problemas difíciles, tal vez, imposibles de resolver, con no menor frecuencia se pueden llegar a conclusiones y se puede disponer de criterios racionales que permitan zanjar la discusión. Este análisis racional, es decir, el estudio filosófico de las doctrinas que justifican la acción política de los partidos, es de fundamental importancia práctica. Por que cuando un partido político llega al poder, a veces pretende cambiar la sociedad a fondo y este cambio puede hacer que nuestra vida y la de nuestros descendientes tomen rumbos completamente distintos a los que había tenido hasta entonces.
En cuanto al derecho, surgen problemas de carácter filosófico apenas nos preguntamos con que finalidad se quiere encauzar el comportamiento social de manera coercitiva. Las normas jurídicas prescriben, en efecto, un determinado comportamiento a los miembros de la colectividad e imponen castigos a quienes no cumplen la prescripción. Pero hay sistemas legales que tienen normas muy diferentes de otros. ¿Cuáles son los mejores? La respuesta usual a la pregunta que hemos planteado, es que las normas legales persiguen implantar la justicia en la sociedad. Más cuando se analiza racionalmente que se quiere decir con la palabra "justicia" se cae en grandes dificultades teóricas. En tiempos antiguos se consideraba legal la esclavitud, mientras que hoy día es contraria a toda norma de derecho.
Como en los casos anteriores, el análisis filosófico de la función que deben desempeñar los sistemas legales en la sociedad tiene gran importancia práctica. Porque los sistemas legales nos imponen, en forma coercitiva, un tipo de comportamiento. Si se demuestra racionalmente que las normas que contiene dicho sistema son injustas, entonces tenemos fundamento racional para exigir para que se cambie el sistema por uno justo.
(De MIRO QUESADA, Francisco: Para iniciarse en filosofía, cap. I. Edit. Universidad de Lima. Perú. 1981).