En torno a la clonación y la ingeniería genética (primera parte)

Carmelo Ruiz Marrero

Se ha dicho en la prensa y en la radio (de la televisión no puedo
hablar, ya que nunca la veo) que la ingeniería genética y las técnicas
de clonación derivadas de ésta son lo más maravilloso que ha ocurrido en
la historia de la humanidad. Se nos ha prometido que estas nuevas
tecnologías nos brindarán una bonanza global sin precedentes. El hambre
será erradicada y todas las enfermedades serán curadas. Todo el mundo
ganará, no habrán perdedores. ¿Y los riesgos? Son y seguirán siendo
insignificantes, un precio módico a pagar por el Progreso.

También se ha dicho que los que tienen reservas sobre la ingeniería
genética y la clonación son todos sin excepción unos ignorantes que no
saben nada de ciencia. Peor aún, que todos caben en una de dos
categorías: 1) fanáticos religiosos y 2) gente con siniestras agendas
políticas de corte izquierdoso que son completamente ajenas a la
ciencia. Se asume, por lo tanto, que la ciencia es objetiva y libre de
valores.

Eso mismo han dicho los funcionarios y propagandistas de Rosselló acerca
de los que se oponen a los cohetes de Coquí Dos, al dichoso radar de la
marina de guerra de Estados Unidos, y a desastrosos proyectos de
megainfraestructura como el Superacueducto. También se han tildado de
ignorantes a los que se oponen a la política de privatización del
gobierno actual.

Se concluye entonces que a los científicos (una categoría muy
problemática, ya que no existe una 'comunidad científica' como tal, sino
un sinnúmero de éstas con sus infinitas particularidades y
heterogeneidades) se les debe dejar hacer todo lo que quieran. Todo lo
que hacen es por definición bueno, ya que es inconcebible que sus
experimentos e investigaciones estén motivados por otra cosa que no sea
el interés público y el bien de la humanidad.

Por lo tanto: el que disiente es ignorante por el mero hecho de
disentir. Paradójicamente, el establishment científico, el cual celebra
las virtudes del racionalismo y el escepticismo, le exige al público
nada menos que la fe más ciega. Confiemos todos en los gobiernos y las
corporaciones transnacionales que controlan y determinan el rumbo de la
ciencia moderna y durmamos tranquilos.

Olvidémonos de los horrores que se han cometido en este siglo en nombre
de la ciencia, de los doctores nazis y de los físicos que participaron
en el Proyecto Manhattan. Olvidémonos de que los norteamericanos
experimentaron con radiación, agente naranja y napalm en nuestros
bosques, que llevaron a cabo grotescos experimentos médicos con mujeres
puertorriqueñas para perfeccionar anticonceptivos, y con refugiados
haitianos encerrados en el Fuerte Allen, que se llevaron cadáveres de
Puerto Rico a laboratorios en Estados Unidos para experimentos (de
hecho, uno de estos ladrones de cadáveres luego ganó un premio Nobel en
1960). En especial, olvidemos que existió una vez un hombre llamado
Cornelius Rhoads, y que para desdicha nuestra vivió en Puerto Rico.

¿Quién se acuerda de que la agencia central de inteligencia llevó a cabo
una gran cantidad de experimentos, algunos de ellos con LSD y
microorganismos letales, que le hicieron competencia a los nazis en lo
morboso? Esto no es ningún invento de izquierdistas protestones, ya que
en los años 70 el congreso de EEUU desencubrió estos experimentos,
conocidos colectivamente como MK-ULTRA. ¿Quién se acuerda de los
experimentos con radiación con seres humanos, incluyendo a Pedro Albizu
Campos, que realizó el gobierno de La Gran Democracia? En 1993, después
que las denuncias hechas por independentistas fueron ridiculizadas por
tres décadas, el gobierno federal finalmente lo admitió.

Y aún a pesar de todos estos horrores, ciertas voces que gozan de acceso
privilegiado a los medios masivos aquí y en el extranjero nos dicen a
coro que la ingeniería genética es segura y que si hay riesgos, éstos no
son significativos, especialmente si se comparan con los enormes
beneficios que ésta brindará. Los críticos y escépticos son tratados con
condescendencia extrema, como a un niño tonto que hace más preguntas de
la cuenta, y se les dice que los científicos y el gobierno de Estados
Unidos nunca abusarían de su conocimiento y poder.

Por supuesto que no. La Gran Democracia Americana nunca haría algo tan
bajo como usar la ingeniería genética para llevar a cabo una guerra
biológica. Después de todo, la guerra biológica es una suciedad que es
propia de un Saddam Hussein o de un Pol Pot, y no de naciones que juegan
limpio como Estados Unidos de América. Bueno sí, es cierto que el
ejército americano le dió sábanas infectadas con sarampión a los
indígenas norteamericanos para acabar con ellos. Pero eso fue hace mucho
tiempo y no importa.

Como es en el caso de todas las tecnologías nuevas, se nos vende la
ingeniería genética como una gran panacea que resolverá toda una serie
de problemas que no son tecnológicos en origen o naturaleza. Pero la
historia reciente está repleta de casos en que brillantes inventos han
resultado ser nefastos. Solo basta con mencionar algunos:

* El pesticida DDT. Sus inventores recibieron el premio Nobel de la paz,
sin embargo hoy día este químico está prohibido en casi todos los países
del mundo debido a su toxicidad extrema.

* Los clorofluorocarbonos. Estos químicos, los cuales no son tóxicos ni
costosos ni explosivos ni inflamables, fueron vistos como ideales para
la refrigeración. Solo después que habían entrado en uso masivo a escala
mundial se descubrió que destruyen la capa de ozono.

* El Dalkon Shield. Este anticonceptivo, vendido como la solución final
al problema de los embarazos indeseados, acabó destrozando los úteros de
miles de mujeres que lo usaron.

* La energía nuclear. Cuando ésta surgió por primera vez se nos dijo que
iba a ser barata y limpia. Los desastres de Three Mile Island y
Chernobyl y el problema insoluble de qué hacer con los desperdicios
generados por reactores nucleares dieron al traste con las esperanzas
ingenuas de los admiradores de Mr. Plutonio. Si no hubiera energía
nuclear, no habría un Pacific Swan navegando por el Caribe en estos
momentos.

* La televisión. Se nos dijo con júbilo y celebración hace apenas unas
décadas que los televisores erradicarían toda la ignorancia. Es posible
que este mal llamado 'medio de comunicación' sea irredimible.

Sí, sé que me he desviado un tanto del tema central. En la segunda parte
de este escrito veremos las falacias sociales y políticas del pensar que
la recombinación de genes resolverá los problemas de la humanidad.

******

Lee el artículo redactado por Cristina Gerascoff relacionado con el tema.

Back to the Corner