PROCOPIO, "DE AEDIFICIIS" (s. VI). DESCRIPCIÓN DE SANTA SOFÍA
El emperador, sin tener en cuenta en absoluto los gastos, decidió iniciar la construcción y mandó llamar artesanos del mundo entero. Fue Anthemios de Tralles, el más experto en la disciplina llamada ingeniería (mechaniké), y no sólo entre sus contemporáneos sino también en comparación con los que habían vivido mucho antes que él, el encargado de controlar el trabajo de los constructores y preparar los planos de lo que se iba a construir. Tenía como compañero a otro ingeniero llamado Isidoro, nacido en Mileto, hombre inteligente en todos los aspectos y deseoso de servir al emperador Justiniano...
De esta manera la iglesia se ha convertido en un espectáculo de gran belleza, magnífico para los que pueden gozar de ella, e increíble para los que de ella oyen hablar...
Se ha concebido la cabecera de la iglesia -esto es, la zona que se sitúa hacia el sol naciente, y en la cual se celebran los misterios divinos- de la siguiente manera. Una construcción de mampostería se levanta del suelo, no en línea recta, sino en receso gradual hacia atrás desde sus lados y de modo decreciente en el centro, describiendo una forma semicircular, que los especialistas denominan medio-cilindro; y toda la obra se eleva a gran altura.
La terminación de esta estructura es en cuarto de esfera [la semicúpula del ábside], y sobre ella, sostenida en lo alto por las partes del edificio que se juntan, hay otra forma, esta vez decreciente [la semicúpula oriental], maravillosa en su belleza, pero también terrorífica por la aparente precariedad de su composición. Parece que no está construida de manera firme, sino para ascender vertiginosamente hacia el peligro de los que están allí; pero en realidad se sostiene con extraordinaria firmeza y seguridad. A cada lado de estos elementos, hay columnas en el suelo, pero tampoco están colocadas en línea recta, sino que se retraen hacia adentro formando un semicírculo, como si se hicieran sitio unas a otras en un baile [las columnatas de las exedras]; sobre ellas se ha suspendido también una forma de tipo creciente.
En el lado opuesto del muro oriental, hay otro que contiene las entradas, y a cada lado de éstas, tanto las columnas como la superestructura se constituyen en semicírculo, de modo muy similar al anteriormente descrito.
En el centro de la iglesia se levantan cuatro eminencias hechas por la mano del hombre, que se llaman pilares, dos al Norte y dos al Sur, opuestos e iguales unos a otros, y entre cada par hay exactamente cuatro columnas. Estas eminencias son muy altas y se componen de piedras grandes, cuidadosamente seleccionadas y sabiamente ajustadas por los albañiles. Tal como las ves, creerías que son picos montañosos que se precipitan.
Sobre estos pilares se han dispuesto cuatro arcos, para formar un cuadrado, y sus extremos se reúnen por parejas y descansan sobre estos pilares, en tanto que el resto se eleva a gran altura. Dos de estos arcos, concretamente los situados hacia el sol naciente y hacia el poniente, se suspenden en el aire, en tanto que los otros tienen debajo algún tipo de estructura (oikodomía) y columnas bastante altas. Sobre los arcos la construcción se levanta en círculo: y es a través de estos que sonríe siempre la primera luz del día. Ciertamente, creo que ella se eleva sobre la Tierra entera, y la estructura presenta aberturas a intervalos cortos, intencionadamente interrumpidos, para que así las aberturas que se corresponden con las divisiones en la albañilería se transformen en canales de iluminación constante.
Mientras que los arcos se reúnen formando un cuadrado, la construcción intermedia asume la forma de cuatro triángulos [las pechinas]. El extremo inferior de cada triángulo, presionado por la unión de los arcos, forma un ángulo muy agudo, en tanto que al elevarse se hace más ancho por el espacio intermedio, y acaba en forma de arco de círculo, círculo que sostienen, y a cuyo nivel se encuentran los otros dos ángulos. Sobre este círculo hay una enorme cúpula semiesférica, que embellece extraordinariamente el edificio. Parece que no está construida de sólida mampostería, sino que se sostiene desde el cielo por medio de una cadena dorada.
Todos estos elementos, sabiamente ajustados en el espacio, suspendidos unos y otros, y reposando solamente en las partes adyacentes a ellos, producen una destacable y única armonía en el conjunto; y hacen difícil para el espectador el que detenga su mirada en alguno en concreto por largo tiempo, pues cada detalle atrae rápidamente la atención en sí mismo. De este modo, la mirada gira constantemente alrededor y los espectadores son incapaces de seleccionar un elemento que sea más digno de admiración que otro...
Muchos fueron los medios utilizados por el emperador Justiniano y los ingenieros Anthemios e Isidoro para dar a la iglesia, que parece suspendida en el aire, estabilidad. Muchos de estos medios escapan a mi comprensión y me resulta difícil expresarlo en palabras; sólo describiré un medio, para demostrar la fuerza del conjunto de la obra. Es como sigue. Los pilares que acabo de mencionar no están construidos con mampostería ordinaria, sino de la siguiente manera. Se colocaron hiladas de piedra en forma de cuatro cuadrados; son, por naturaleza, duras, pero han sido pulidas, y las que se pensaban para formar proyecciones laterales de los pilares se han cortado en ángulo, mientras que las pensadas para ocupar una posición intermedia son rectangulares. Estas se ajustaron no con cal ni con asfalto, el orgullo de Semiramis en Babilonia, ni con otra sustancia similar, sino con plomo vertido en los intersticios, el cual ha penetrado en todos los espacios intermedios y, endurecido en las junturas, ha asegurado la unión de las piedras.
Por tanto se hizo de esta manera, pero continuemos con otras partes de la iglesia.
Se ha cubierto completo el techo con oro puro, el cual combina la belleza con la ostentación, aunque prevalece el fulgor del mármol, que rivaliza con el del oro. Hay dos columnatas (stoai), una a cada lado, que no están separadas de la iglesia por ningún elemento estructural, sino que añaden dimensiones a su anchura y se extienden en toda su longitud, en tanto que su altura es menor que la del edificio. Tienen también una cubierta abovedada (orophé tholos) adornada de oro.
Una de estas columnatas está pensada para la devoción de los hombres, y la otra es utilizada por las mujeres con el mismo propósito. Sin embargo, no hay diferencias entre las dos, y su igualdad y similitud contribuyen a la belleza y ornato de la iglesia. Pero, ¿quién es capaz de describir las galerías de la zona de mujeres (gynaikônitis) o enumerar las numerosas columnatas y aulas columnadas con que la iglesia es rodeada? ¿Quién podría ensalzar la belleza de las columnas y de los mármoles que adornan la iglesia? Uno siente como si se encontrara por casualidad en un prado en plena floración.
Unos seguramente se maravillarían del tono purpúreo de algunos, el verde de otros, de los que en su superficie florece el carmín, de los que destellan el blanco, de los que la naturaleza, como un pintor, ha dotado de los colores más contrastados. Siempre que se acude a esta iglesia para rezar, se comprende inmediatamente que este trabajo se ha realizado no por el poder o la habilidad humanas, sino por la influencia de Dios. Y así, la mente del visitante se eleva hacia Dios y flota en las alturas, pensando que El no puede estar lejos, sino que debe amar el habitar en este lugar que El mismo ha escogido...
En cuanto al tesoro de la iglesia -los vasos de oro y plata y piedras preciosas que el emperador Justiniano ha dedicado- es imposible dar exacta cuenta de todo. Dejaré a mis lectores que se hagan una idea aproximada por medio de un ejemplo. La zona de la iglesia que es especialmente sagrada, y sólo accesible a los sacerdotes -se denomina santuario (thusiastêrion)-, exhibe cuarenta mil libras de plata...
(En:
Yarza, J., et alt., Textos y Documentos para la Historia del Arte, II, Arte Medieval, I, Edad Media y Bizancio, Ed. Gustavo Gili, 1982, Barcelona, pp. 98 y ss)....................................................
Originalmente en: Herrera, H., y Marín, J., "EL IMPERIO BIZANTINO. Introducción Histórica y Selección de Documentos", Cuadernos Byzantion Nea Hellás - Serie Byzantiní Istoría I, 1998, Centro de Estudios Griegos, Bizantinos y Neohelénicos "Fotios Malleros" de la Universidad de Chile.