En efecto, Bizancio fue fundada en el punto de menor separación entre Europa y Asia, en el extremo de Europa, por unos griegos a quienes, cuando consultaron a Apolo Pitio sobre el lugar en donde asentarían la ciudad, se les dio el oráculo de que buscaran un emplazamiento frente a los ciegos. Con tal ambigüedad se aludía a los calcedonios, que, habiendo llegado antes allí y a pesar de haber visto antes lo idóneo del lugar, habían elegido uno peor. Y en verdad que Bizancio tiene un suelo fértil y un mar fecundo, porque la inmensa masa de peces que sale del Ponto, espantada por las rocas en diagonal bajo las aguas, huye de la otra ribera y viene a parar a estos puertos. Por ello en un principio tuvieron grandes ganancias y riquezas; más adelante, oprimidos por las cargas, hubieron de pedir su supresión o reducción, con el apoyo del príncipe, quien recordó que estaban abatidos por las recientes guerras de Tracia y el Bósforo, y que había que ayudarlos; así se les remitieron los tributos por cinco años.

(Tácito, Annales, XII, 63, Trad. de J.L. Moralejos, Gredos, 1980, Madrid, pp. 95 y s.)