ESPEJOS

   Siete años de mala suerte, aseguran que trae consigo el quebrar un espejo. Sí uno se remonta en el tiempo, no cabe la menor duda de que así debe haber sido y ello básicamente por lo escasos y preciados que eran en los comienzos de su fabricación. En muchos museos del mundo se exhiben, como verdaderas y auténticas joyas de la antigüedad, espejos provenientes de excavaciones arqueológicas realizadas en Grecia, Italia, Egipto y otras regiones de la antigua Mesopotamia. Los espejos primitivos, a diferencia de los actuales, estaban confeccionados en oro, plata u otro metal, que pulido reflejaba el rostro de una persona; también se han encontrado algunas piezas hechas con piedras duras y pulidas del tipo de la obsidiana,  que  al igual que los actuales cumplían con la necesidad de las féminas de ver reflejado su rostro en algo más que una fuente de agua, como asegura el poeta Milton que lo hacía nuestra madre Eva o Narciso, según la fábula satisfacía su vanidad contemplándose en el agua.
 
Los espejos del pasado eran portátiles, metálicos y con mango para sostenerlos, según la ornamentación de éste con cristal o piedras preciosas es posible señalar su origen como griego, egipcio, etrusco o romano.  Durante el siglo XIV, los venecianos revolucionan la industria del espejo al confeccionarlos en vidrio con una lámina de metal en el reverso, generalmente enmarcados con trabajados y ornamentados marcos dorados, tan valiosos como los mismos espejos, los que se difundieron por Europa y engalanaron los salones de los castillos y los vestidores de las damas.
 
Francia para no ser menos en esta carrera se lleva a los orfebres venecianos hasta París y desarrolla allí una fuerte industria de espejos.  Desde entonces, los espejos se han fabricado en diferentes tamaños, según el uso o aplicación que se les dará en la vida diaria.  Hoy en día nadie requiere de siete años para juntar el dinero necesario para adquirir uno, los espejos se encuentran en cualquier parte y en cualquier tamaño, teniendo aplicación en la óptica y también en la astronomía.
 
Sin embargo, de todos los tipos de espejos que hay en el mundo, el más peligroso es el de aumento, aquél capaz de reflejar con toda claridad y exactitud hasta el último poro de la piel, por lo tanto,  es sin duda alguna  el más temido por las mujeres, puesto que también refleja la última y nueva arruga del rostro y cuando eso ocurre, más de alguna lo quiebra sin miramientos ni temor a los siete años de mala suerte.

Maranda
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