José Pablo después de un largo año de trabajo que no estuvo exento de tensiones laborales y un cambio de casa imprevisto, se vino de vacaciones con su familia a La Herradura, dispuesto a disfrutar de tres semanas de paz y tranquilidad, mientras su mujer y sus hijos se dedicaban a la playa.
Me contaba que a la hora de cargar el auto, el día en que se vino,
notó que éste se había achicado con respecto al verano
anterior y tuvo que adicionarle una parrilla a última hora, donde
terminaron varios bolsos y una maleta y así, cargado como feriante
, su coche no tan nuevo salió a tragar kilómetros en la carretera,
sin otro problema que soportar las altas temperaturas de los últimos
días de enero, a pleno medio día, porque siendo el vehículo
de algunos años atrás, no tiene incorporado el sistema de
aire acondicionado de los nuevos.
Todas las veces que sus hijos se lo permitieron durmió una corta siesta después de almuerzo, y por las tardes, obligadamente salía a caminar o a pasear con todos los niños. Por supuesto que no le faltaron algunas reuniones sociales y almuerzos con amigos , pero en general me decía, logró equilibrar las muchas actividades que inventaron sus hijos para hacer en conjunto y el balance de ellas es el siguiente: cinco idas a andar en moto en la arena; una hora de juego en máquinas electrónicas día por medio y en las tardes tres idas a andar a caballo, innumerables visitas a la avenida del mar y a la pizzería de turno. Un sinfín de conos de helados al termino de la playa, dos idas a Tongoy y seis a Totoralillo llevando las tablas para las olas; una visita al Parque Japonés, una al Museo y tres a la Recova, además de dos salidas en lancha por la bahía, fueron entre otras cosas el resultado de los distintos paseos que hicieron. Y llegó el día del termino de su descanso, entonces comenzó a cargar nuevamente su auto, pero ésta vez además de descubrir que la parrilla iría aún más cargada que a la venida, descubrió con pavor que sus hijos, entre otras cosas que no usaron, habían traído para sus ratos de esparcimiento: dos raquet de tenis, que no salieron de sus respectivas fundas; un bote para inflar, dos pelotas de futbol, una almohada de pluma, tres parkas, dos chaquetones y una manta escocesa y un sinfín de ropa que volvía tal como había venido, porque el uniforme de las vacaciones fue un traje de baño y una polera grande, larga y descolorida. Cuando ya se despedía, José Pablo me comentó que para el próximo año tendría que pensar a seriamente en cambiar su viejo auto por una especie de minibus , porque entre lo que traían de más sus hijos y lo que su mujer compraba en ferias y Recova, la pobre parrilla iba a terminar desarmandose . |