SUERTE 

  Hoy estoy de suerte, tanto es así, que estoy pensando seriamente en comprar algún boleto de lotería o de cualquier juego de azar, porque después de lo ocurrido cualquier cosa puede suceder, incluso que el sol brille más.
  Además de sentirme afortunada me siento sorprendida porque la mayoría de las veces sufro la prepotencia de los vehículos grandes de locomoción colectiva en contra de mi diminuto japonés.  Hoy es una fecha que tendré que anotar en mi calendario, es un día especial... dos buses me han cedido el paso e incluso han esperado y me han dado tiempo para sacar el auto del garaje.

  En la selva de cemento de las calles, avenidas y carreteras se ha perdido la educación y la gentileza;  la ley que impera no es la que rige el reglamento del tránsito, sino más bien la del más fuerte y quién así se siente lo expresa pasandose a llevar a los más débiles, sean estos peatones o vehículos pequeños.

  En muchas esquinas da pavor poner un pie en la calle, aún cuando hay paso cebra y tiene preferencia el peatón, los colectivos y buses pasan sin contemplación y normalmente a una velocidad mayor que la permitida en la ciudad, asustando con sus bocinas a ancianos, mujeres o escolares.  De tanto en tanto y muy rara vez se ve en la selva del más fuerte a algún viejo profesional del volante, que detiene su vehículo y amablemente hace un gesto con la mano para que la gente pase o atraviese de una esquina a otra. 

  De esos gentiles hombres van quedando pocos, son casi una rareza y una leyenda, cuando uno se topa con ellos experimenta la sensación de que la fortuna nos está rondando, por eso es que hoy me siento con suerte y abrigo esperanzas de que sea un virus contagioso y que por obra de magia se propague a los demás conductores  haciendo de su tarea diaria un agrado y no un medio para agredir a los demás o descargar las tensiones de la depresión asiática, las bajas de la bolsa o los problemas familiares.
 

  Ser gentil no cuesta nada, muchas veces es un mero gesto, quizás una sonrisa o un instante de paciencia; es ceder el paso, dar el asiento o ayudar a alguien para cruzar una calle o como en mi caso, detener un vehículo mayor para que uno chico pueda incorporarse al flujo vehicular y que gracias a ese gesto, su conductora se sienta durante todo el día tocada por una varita mágica que le dice: aún quedan caballeros al volante de las micros, buses o colectivos.

Maranda
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