Velas
de Dinamita en Cerro La Cruz
Encendió la mecha y arrancó tan rápido como pudo.
Se protegió junto a su compadre y tapó los oídos,
agachando la cabeza lo más posible.
El
estallido de la dinamita hizo temblar todo el terreno y una nube de tierra
cubrió el Cerro de la Cruz. Pasados unos minutos, retomaron
los picos y las palas, atacando con fiereza el cerrito que, estorbaba la
visión e impedía la construcción del nuevo edificio.
Su
compadre cargó la carretilla y partió, marcando un surco
en la tierra con la rueda metálica que se hundía por el peso
que llevaba en la abollada tolva. A poco andar frotó las manos,
las escupió y retomó las asas, para en un esfuerzo final,
vaciarla en dirección al mar.
No
era una “ pega” muy buena, pero peor era estar de vago y por lo duro del
terreno, tendrían que usar muchas “ velas” para medianamente despejar
el área y por lógica consecuencia, habría trabajo
para un rato largo. Ambos habían venido del norte después
de años de salitre y sol; en un tren cruzaron el desierto y se acercaron
al llamado Norte Verde, con la esperanza de tiempos mejores. Eran
jóvenes de edad, no así de aspecto, el salitre les había
succionado la juventud y les había marcado la cara con arrugas profundas.
En los primeros días del regreso, el desaliento no se presentaba
aún, tampoco en sus bolsillos, así es que, se dieron tiempo
p ara largas mesas de cervezas y noches de remolienda, hasta que la realidad
los obligó a buscar cualquier cosa para subsistir y ahí estaban
ambos, mezcla de barrenadores, dándole de dinamitazos a las rocas.
El
salitre es duro y se pega como costra al suelo ardiente del desierto, pero
estas piedras de orilla de mar han aguantado tantas mareas, que la dinamita
sólo las resquebraja. Un pequeño boquerón dejó
el último tiro y al despejar el área, piensan temerosos que
¡ no sea cosa que sea uno de esos túneles que usaron los piratas
para guardar sus tesoros!
Casi
les es imposible mirar en su interior, pero necesitarán más
luz para hacerlo, entonces El Talo le dice a su compadre:
-
Oye Guacho, anda a pedirle al Nene la lámpara de carburo.
El
Nene es un pescador, suele salir de noche a pescar y en la proa de su bote
suele poner la famosa lámpara que trajo desde Andacollo, según
dice está bendita por la Virgen y jamás falla a la hora de
atraer los peces.
Poco
tiempo después regresó el Guacho, llevaba la lámpara
abrazada al pecho, mirando a su compadre le dijo:
-
El Nene te advierte que, sí algo le pasa a la lámpara, te
“ fondea” en la bahía...
-
Tate tranquilo compadre, sólo vamos a ayudarnos un poquito, para
ver qué profundidad tiene el socavón, respondió el
Talo.
Despejaron
la entrada y con cuidado, como si fueran conejos, se introdujeron en el
corazón del Cerro de la Cruz.
La
voz del Talo retumbó en el interior: - sí decis algo de esto,
te juro que rompo la lámpara en la cabeza...
-
¡Ay mamita! Y ahora qué vamos a hacer? Lloró el Guacho.
-
Calladito el loro compadre, vamos picando y vamos sacando al tiro.
Este
orito nos viene muy bien, arreglaremos nuestra situación, dijo el
Talo. Y como sí fueran ratones frente a un queso, picaron
la veta que limpia corría en dirección al mar.
En
el Diario El Progreso del año 1945, una pequeña noticia decía:
“ a resultas del trabajo de demolición del Cerro de la Cruz, fue
descubierta una antigua mina de oro, agotada y explotada hace más
de 100 años atrás.....”