El PRIMER AUTO DE PABLO
Desde
que Henry Ford cambió la granja por los fierros y puso al
mundo en movimiento sobre cuatro ruedas y un motor, la velocidad
ha hecho presa fácil del automovilísta, terminando –generalmente-
abrazado a un poste, encaramados en un árbol o como estampilla en
algún muro.
Hoy
en día los herederos del famoso modelo T tienen en su interior desde
bar, central telefónica, sumado a ellos los cromados, la radio con
CD, relojes, computador y superan con facilidad los 150 kms/hr.
Los
diseñadores se copian sin ninguna vergüenza el modelo del año
y a todos le han cortado la cola, dejando a los alemanes igual que los
japoneses y los ingleses de la mano con los americanos. Sin importar
cómo y cuán copiado sea su diseño, la policía
del mundo, continua levantando infracciones por exceso de velocidad, por
ello me sorprendió el otro día un vehículo azul y
negro, que con el paso de los años y posteriores aplicaciones de
otros modelos, me costó reconocer como el famoso “ milagro francés”,
el citroën denominado Citroneta.
Este
que pasaba lo hacía feliz , casi parecía un modelo único
en el mundo, e increíblemente pese a sus muchos años... aún
caminaba. No tenía radio, antena, cromados ni velocímetro,
por lo demás no necesita de éste último, con dificultad
superaría la velocidad del modelo T original de Ford y sí
lo intentara... perdería en el intento el parachoques. Al volante
va Pablo, quién al igual que su vehículo saluda en cada semáforo
a cualquier conocido, con alegre sonrisa, busca que todo el mundo tome
nota de su primer vehículo, que más parece a control remoto
o de juguete, pero los jóvenes como él lo miran más
que si fuera la Madonna y lo comparan con un Lamborghini Miura y consideran
entusiastas que, pese a sus años es el vehículo con 4 ruedas
con más personalidad del mercado automotriz...porque en realidad,
sólo los valientes saldrían en ella a las calles y carreteras
a una velocidad de 30 kms/hr mientras los bólidos japoneses pasan
a su lado casi rompiendo la barrera del sonido.
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