Hay horas de alta sintonía y eso ocurre generalmente en las noches, cuando es fácil encontrar a más de cien personas participando de un canal de conversación, muchos hablan vanalidades, otros de temas actuales y muchos lo hacen en privado y de ese modo nadie se entera de lo que se dicen y ahí estaba yo, casi un novato en el ciberespacio, observando cómo se comunicaba la gente y percatándome que hasta el salón de conversación llegaban hombres y mujeres de diferentes partes del mundo, en especial de habla hispana. Recuerdo
que me llamó la atención el nombre de una chica y digo así
porque su nick era Acacia, conversaba con tres muchachos y lo hacía
con una rapidez increíble, sí se piensa que la conversación
es escrita y basándose en frases que cada uno va incorporando en
la pantalla. Aparentemente no era una primera conversación,
por cierto que no, se conocían de días o meses tal vez, hablaban
de la cuenta de teléfono que tendrían que pagar por el vicio
de chatear., de lo que harían el fin de semana y de la cena de homenaje
para alguien que en esos momentos no estaba presente y donde se juntarían
varios de diferentes ciudades. Uno de los chicos le preguntó:
Interiormente
Acacia pensó: protegidos por el anonimato de la red, ambos
abrimos las compuertas del yo interior, ese que uno guarda celosamente,
aquél que nunca sale a la luz y que oculta las frustraciones,
los sueños truncos...
Mientras
ella pensaba los muchachos insistían en bromear, pero de pronto
ella dejó de responderles y desapareció de la pantalla y
otra chica ocupó su lugar en el grupo, retornando todos a una animada,
liviana y banal charla que a las postres sólo le dejaría
como consecuencia unos cuantos minutos más agregados a la cuenta
del teléfono por el uso del sistema.
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