TIEMPO
 
  El camino serpentea por los faldeos sur de la Pampilla, un vehículo me precede y estoy segura que va hasta el mismo lugar que estoy buscando: el mirador de los navegantes.  Es la hora en que el sol se pone en el horizonte tiñendo todo de rojo, pero aún falta para que sus últimos rayos recorten la figura de metal que a todas luces parece la de un pirata, porque no hay que olvidar que cuando estos señores recorrían los mares del sur del mundo,  no había turismo aventura, por lo tanto o eran filibusteros o descubridores de nuevas rutas.

 Trepo las escalas y en bandolera mi cámara fotográfica, pretendo sacar la foto del año, esa que capte el último rayo de luz antes de que la oscuridad envuelva el cielo y la tierra. Me concentro en el objetivo y a la vez me encandilo, siempre me pasa lo mismo, cierro un ojo y al hacerlo escucho una voz que me dice:
 - Yo vengo siempre, me encanta este lugar... Antes, claro, era distinto, solo rocas, solo silencio y viento... entonces uno veía desde aquí la Hacienda Miramar y su lechería pastando en los potreros altos., también  a los vecinos de La Herradura que parados en las puertas de sus casas, hablaban de los paseos en bata de levantarse de un connotado vecino de entonces. Para su trabajo diario los pescadores iban hasta la boca de la bahía y allí pescaban lo necesario para sobrevivir.  No había agua potable, la traían desde Coquimbo  a lomo de burro o bien la sacaban del estero, que salía al mar ahí al frente, por donde se dice que estaría enterrado el tesoro de Drake.... Todo lo que está ahora construido, eran potreros con pepinares...

 Me vuelvo creyendo que quién habla es alguien del otro vehículo, pero nada, solo veo  la estatua del navegante que recibe las  últimas luces del día. 
 - Qué extraño, me digo, - habría jurado que alguien me hablaba...
 Vuelvo a concentrar mi atención en la cámara y la voz continua diciendo:  - En Guayacán, aquí abajo, no había muelle mecanizado, en cambio estaba la Fundición y sus 3 chimeneas de 40 mts de altura; también había un balneario donde los jóvenes venían a darse baños de mar...

 Dirijo la mirada hacia el pueblito de Guayacán, diviso la Iglesia y la voz, como leyendo mis pensamientos me dice: - la trajeron de Francia, es metálica y sus planos son de Eiffel, el mismo de la torre...

 Retomo la cámara y sin importar el encandilamiento que me produce observar el sol que ya ha bajado hasta casi posarse en el mar, me preparo para accionarla, sólo unos segundos mas y tendré la foto del año...
 - Hasta hubo una línea de ferrocarril que unía Guayacán, Coquimbo y La Serena con minas ubicadas en el valle del Elqui..., exclamó la voz como suspirando nostálgicamente...

  Me doy vuelta, tengo que descubrir quién me habla, quién recuerda el pasado y sobre el hombro derecho del navegante sólo hay una gaviota posada, que concentradamente arregla sus plumas y otea la playa, moviendo suavemente su cabeza blanca y negra.

 - No puede ser!!! me digo, - tanto esperar y no tomé la fotografía !!  Esto me pasa por distraerme escuchando voces, me recrimino en voz alta...
 De pronto la gaviota mueve sus patas, extiende sus alas y abriendo su pico me dice: - ¿ vendrás otro día ? ...Sí lo haces, te contaré la leyenda del tesoro enterrado en los arenales...

 Y sin que pudiera reaccionar de mi sorpresa, se elevó en el cielo azul, hizo unas cuantas evoluciones en el aire, como despidiéndose  y se perdió en dirección sur.

Maranda
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