Hay algunos que los venden en la calle y otros que sólo es posible encontrarlos en tiendas especializadas, de cualquier modo, sean de plástico, oro, plata, con o sin cuerda, todos cumplen con la función de dar la hora o más bien dicho, contabilizan los minutos perdidos, faltantes o sobrantes de un ser humano.

  Dicen que un buen reloj es aquél que nunca falla, que siempre camina y hace girar sus manecillas manteniéndose fiel al huso horario del país; los que así son , están catalogados como caros y de marca registrada a nivel mundial. Hay otros que  pueden ser a pilas y cumplen con la misma función, sin que uno se entere jamás de qué país asiático provienen, lo único claro con ellos es que caminan, dan la hora y un día cualquiera se mueren súbitamente y van a parar al tarro de la basura.

  En el tiempo de mis abuelos casi no existían los relojes de pulsera, tanto los caballeros como las damas los usaban unidos a una larga cadena, que a la hora de la presbicia les permitía estirar el brazo lo suficiente como para distinguir claramente la hora que marcaban., con el tiempo los suizos diseñaron los que se podían llevar sujetos a la muñeca y a partir de entonces todo ha sido posible, hasta combinar el color del reloj con la ropa que se lleva puesta. Los relojes actuales tienen cualquier forma, los hay  pequeños, grandes, alargados, gordos, planos o acompañados de música, calculadora, linterna y cronómetro.  Cada quién usa el que le gusta o le acomoda el precio al bolsillo, sin otra complicación que comprarlo en la cuneta o en una tienda y no falta aquél que los colecciona y se pasa la vida dándoles cuerda. 

  Los relojes en su mayoría son de uso personal, pero no hay que olvidar que los hay en tamaño mayor como los de pared o los instalados en lugares públicos, que en su gran mayoría sirven para comprobar qué también anda el propio. De los de pared, tal vez  lo más entretenido sea el sonido de su carillón o campanas ( aunque también los hay silenciosos, digitales y luminosos ), sonido que mata de un susto a cualquiera a las tres de la mañana, pero que en la práctica nadie  de la familia escucha y el único que no puede dormir con su fuerte y sonoro tic tac es el invitado que llegó de lejos.   De la gran variedad de relojes existentes en el mundo, el único no apreciado y más bien odiado es el modelo despertador, porque a la hora de cumplir con su función, su chillido o campanilla nos arranca del séptimo sueño y nos obliga a darle un manotazo para hacerlo callar, corriendo el riesgo de tener que comprar uno nuevo en la esquina, para de ese modo poder  levantarse a tiempo a  la mañana siguiente.

Maranda
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