Tercera Edad 

Según escuché en una radio, algunos estudios realizados arrojan estadísticamente hablando, una edad promedio en el país entre los 30 y los 35 años, lo que a todas luces indica mayoritariamente una población muy joven para esta larga y angosta faja de tierra.
  Posiblemente a estas cifras obedezca el que, en la mayoría de los avisos llamando a postular a diferentes cargos y empleos, se coloque como tope 35 años y sólo en contados casos y con suerte o más bien con mucha suerte, se acepten curriculum de personas mayores que esa edad.
  Este estrecho balance de años más y de años menos, ha transformado a los hombres y mujeres de más de cuatro décadas en virtuales ancianos que los excluye de cualquier posibilidad laboral, obligandoles a temer por su futuro más inmediato.

  Hace algunos días conversaba con uno de estos ancianos de estadísticas que no siendo un profesional universitario, veía con pavor que sus posibilidades de manutención primero y su futuro laboral, en segunda instancia, y según me decía se encontraban entre la espada y la pared, porque a la primera de cambios o a resultas de la crisis asiática, lo cambiarían en su trabajo por otro más joven, quedando él con las manos atadas por el sistema y con cero posibilidades laborales o quizás con muy pocas, para los cuales sobrarían los postulantes.

  Sin lugar a dudas que el rendimiento de una persona enfrentada a este dilema, no puede ser el mejor, vive y respira con una espada de Damocles sobre su cabeza y con cierta razón ha de pensar en que, rápidamente tendrá que ingresar a las filas de los de la tercera edad y transformarse en un jubilado a la fuerza, lo que no tendría nada de malo, sí ello ocurriera cuando realmente se tienen los años para vivir tranquila y lentamente o dedicarse a obras sociales, como lo están haciendo muchos de la tercera edad en estos momentos, hasta el punto de convertirse en verdaderos ejemplos de actividad.

  El problema se torna grave, porque obligará a los mayores de 40 a buscar otras difíciles y escasas fuentes de trabajo en otros ámbitos, perdiendo  las empresas, el fisco y en general todo el pais los años de preparación y de experiencia de esa gente, pero quién le pone el cascabel al gato?  Nadie lo hace, ni siquiera muchas de las máximas autoridades de este país se han preocupado del problema que se avecina, pese a que, muchos de ellos han superado largamente los famosos 35 años tope de los avisos y que hace tiempo podrían haber jubilado para disfrutar de una pensión o para participar de esos clubes de ancianos, que en estos momentos tanto están haciendo por otros en peor estado que ellos.
         

Maranda
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