Como Perdonar

(24o Domingo, Año A)

El domingo pasado Jesús nos habló sobre la correción fraterna. Hay casos extremos en que uno no tiene que solamente perdonar sino enfrentar. Un ejemplo común es un esposo abusivo que representa un peligro para la esposa o los hijos. Pero estos casos no son diarios. En general lo que Jesús indica es que nos perdonemos. Por eso, hoy después de hablar de la correción fraterna vuelve a lo que es más común, el perdonar.

Pero ¿Qué es perdonar? Algunos piensan, cuando hay una ofensa o daño, debemos decir, "está bien," o "no te preocupes" o "no fue culpa tuya." Estas palabras pueden ser parte del perdón, pero perdonar es algo mucho más profundo.

Una vez un hombre se me acercó, muy enojado. Me dijo, "Padre, soy un hombre paciente. Siempre he perdonado. Pero hay un limite. Lo que el me hizo no tiene nombre. Jamás lo perdonaré."

Le dije, "Hermano, nunca has perdonado. Ahora tienes tu primera oportunidad."

Sorprendido, me dijo, "Padre, ¿como puedes decir tal cosa?"

Entonces, le expliqué que hay una gran diferencia entre disculpar y perdonar. Disculpar es entender, reconocer que no había una maldad intencional. Que la otra persona no pensó antes de hacerlo o que había otras influencias fuera de su control. Pero perdonar es admitir que, sí, había maldad intencional. Que el lo hizo con pre-meditación. En aquel caso, perdonar es como Dios nos perdona a nostros. Porque todos hemos cometido pecados intencionales.

Después de explicar la diferencia entre disculpar y perdonar, el hombre me preguntó, "¿Entonces, Padre, como puedo perdonar?"

Tenemos la respuesta en el evangelio. Jesús habla de dos cantidades de dinero. Una cantidad enorme que el sirviente le debe al rey. Otra cantidad pequeña que otro sirviente le debe a él. Realmente la diferencia de las cantidades son enormes. Es como las monedas que yo tengo en mi bolsillo y la fortuna de Bill Gates. Si Dios puede perdonarnos millones de dólares, ¿no podemos perdonar al hermano unos centavitos?

Quizás algunos de ustedes piensan que Jesús está exagerando. Hay que leer la autobiografía espiritual de Santa Teresa del Niño Jesús. Ella tenía una vida muy corta, solamente 24 años cuando murió de tuberculosis. En su autobiografía se ve una muchacha con atención constante y una pureza de corazón que nosotros casí no podemos ni imaginar. Pero ella dice que, cuando entró en la presencia de Dios, temblaba por su falta de dignidad. Dios es santo. Santa Teresa ve las cosas claramente. Nosotros tenemos las mentes nubladas. Tenemos que rezar que Dios nos conceda una miradita de su misericordia - y nuestros pecados. Solo así podemos perdonar el hermano desde el corazón.

¿Y cuantas veces debemos perdonar? Nosotros decimos, "te perdono ahora, pero no lo hagas otra vez." Perdonar una tercera vez es actuar como un zonzo. Entonces, cuando Pedro hizo la sugerencia de perdonar hasta siete veces parecía increible. Pero Jesús le respondió, "no siete veces sino 70 x 7 veces." No está hablando solamente del número de ofensas que tenemos que perdonar, sino de las veces que la misma ofensa puede presentarse a nuestra consciencia.

Hace muchos años un hombre me hirió profundamente. Era un filigres en mi parroquia y sabía la combinación exacta de palabras para meter el cuchillo en el corazón. Y lo hizo, estoy convencido, con mucha premeditación. Hasta hoy día puedo recordar sus palabras - y deseo la venganza. Jesús me dice, no siete veces, sino setenta veces siete.

Así es como Dios nos perdona. Todos nuestros pecados son presentes a Dios. No solamente los pecados de hoy, sino todos los pecados pasados - y futuros. No hay ayer ni mañana con Dios. Todo es presente ahora. Dios ve los pecados de nuestra niñez, nuestra juventud y como adultos. Mi mamá me contó que mi hermano mayor, cuando era niño tenía el mal habito de morder a su hermano menor. Lo mordía varias veces y finalmente en desesperación mi mamá lo mordió a él. Pues, los pecados de la niñez. No solamente ellos sino de la juventud y nuestros tristes pecados de adultos - debemos saber mejor. Todos son presentes a Dios y él está dispuesto a perdonar todo.

Hay un solo requisito para recibir el perdón. Siracides lo indica en la primera lectura. Es algo que debemos llevar a nuestra casa y poner en el refrigerador. Dice que para la persona vengativa Dios "llevará una rigurosa cuenta" de sus pecados. Luego, nos dice, "piensa en tu fin y deja de odiar." Quizás en este momento hay algo que no puedes perdonar, pero al menos pide a Dios por el deseo de perdonar. Antes de acercarte al sacrificio del Señor, pidele, "Jesús dame, la gracia de soltar este rencor que tengo en mi corazón." El quiere perdonarnos todo y darnos el deseo sincero de perdonar.

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