Los primeros capítulos del Genesis hablan de un Dios bueno que crea un mundo bueno. Dios está contento con lo que crea, especialmente su creación final. Hizo al hombre en su imagen y semejante, varon y hembra los creó. Por ser imagen de Dios el hombre es diferente que los otros animales. Puede escoger. No es programado como una computadora. Tiene libertad. A causa de esto, el hombre puede decir, sí o no.
El tercer capítulo del Genesis narra lo que el hombre hizo con su libertad. En vez de usarla para servir a Dios y participar en un paraiso aquí en la tierra, el hombre quería ser "como Dios." No voy a echar la culpa a la mujer como algunos hacen. El hombre debe haber estado al lado de su mujer para defenderla, protegerla. Pero, no, él se quedó para atrás cuando la serpiente la tentó. La Biblia dice, "ella lo comió y le dio a su marido, el cual también comió."
No sabemos la naturaleza exacta del primer pecado, pero sabemos que tenía repercusiones increibles. Es como tener un jarro de agua pura. La primera gotita, aun muy pequeña cambia el color para siempre. Se puede añadir gota trás gota y viene a ser más sucia, pero la primera es lo más terrible.
Esta primera gota de suciedad se llama el pecado original, no solamente por ser primero, sino por ser el origen de la maldad que sigue. Las guerras, torturas, explotaciones, borracheras, prostituciones, todas vienen de la misma cosa--el acto de rebelarse contra Dios. O sea, la auto-exaltación, el querer ser "como Dios."
Una vez ví un afiche que decía, "Hay dos cosas para recordar para mantener la sanidad mental. Primero: Dios existe. Segundo: ¡Yo no soy El! Nosotros queremos ser Dios. Es por eso que existen los celos--el hombre quiere ser Dios y controlar la otra persona. Quizás han visto la obra de Shakespeare, Otelo. Es sobre un hombre consumido por los celos que al fin injustamente mata a su propia esposa. Los celos, el querer ser como Dios, puede causar que uno se vuelve loco.
Dios no causa la maldad en el mundo. Es nuestro propio pecado. El deseo que tenemos de exaltarnos, de ser pequeños dioses.
A pesar de no causar la maldad, Dios no se pone encima de todo, como si le gusta mirar el espectáculo de nuestro mundo triste. No Dios está haciendo algo contra la maldad--y es la segunda parte de la respuesta a la pregunta. Dios no se queda el cielo, sino baja a la tierra. Su respuesta definitiva a la maldad tiene nombre. Se llama Jesús. Es lo que vemos en el evangelio de hoy.
Jesús va al desierto por cuarenta días de ayuno. Pero ¿por que? Para enfrentar las tentaciones. Vemos en ellas todas las cosas que nos atraen y que pueden causar nuestra ruina: el poder, la fama, el placer, el orgullo, el dinero, etc. No hay ningún tentación que tenemos que Jesús no ha experimentado.
Quizás dices, "Es diferente. Jesús es Dios y yo soy un hombre debil." Sí, es diferente, pero no como piensas. Nosotros no sabemos el poder de la tentación porque no las resistimos. Pero Jesús resistió. Es como un arbol que no dobla cuando venga la tormenta.
Hermanos, es facil para nosotros juzgar las otras personas que caen ante tentaciones. El año pasado muchos dijeron, "¿Como es posible que el presidente Clinton mintió tan friamente? ¿Como puede ser tan tonto de arriesgar todo por unos momentos de placer?" Los que dicen estas cosas no conocen su propio corazon; no han examinado su propia vida. Hemos caido ante tentaciones quizás más pequeñas.
El único que no ha caido es el que fue al desierto por nosotros. La cuaresmas es una invitación de poner al lado algunas distraciones de nuestra vida y ir al desierto con él. Como dice San Pablo en la segunda lectura de hoy:
La cuaresma es tiempo favorable para acercarse a el, nuestra única esperanza.
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