Taita de Emai - Prop. Julio Beberide
Dogo Argentino,
pasión y montería
Don Antonio Nores
Martínez, el creador de esta raza, se lanzó a la aventura de
fijar una raza canina que fuera de vital utilidad para la caza
mayor en nuestro país, ya que a su entender, el cual era muy
valedero, las condiciones para esta caza son muy diferentes a las
de otras latitudes: bosques vírgenes casi impenetrables, grandes
inmensidades de variada y difícil topografía en donde las
especies predadoras eran "amas de casa".
Era necesario un
perro muy fuerte y vital, pero sobre todas las cosas silencioso,
que bata el monte en el mayor de los silencios y sólo se haga
escuchar cuando está sobre su presa, dando el aviso a sus
compañeros de jauría y a su amo, jamas debería ladrar sobre el
rastro como lo hacen la mayoría de los perros de montería.
Debería ser un venteador nato, como el Pointer; esa condición
es fundamental en la persecución de los felinos, ya que será
harto conocido por cualquier cazador de todas las tretas y
artimañas de las que se vale un puma; por ejemplo, para evitar a
su perseguidor trepa a los arboles, salta de rama en rama o
vuelve sobre su rastro, ardides que despistaría al mejor
rastreador, pero no a un avezado venteador de exquisito olfato
como él deseaba.
La agilidad era
otro de los factores a tener en cuenta, pero debería
acompañarse con fuerza y potencia, ya que cualquier perro
mediano y con agilidad puede alcanzar a un jabalí o a un
pecarí; el caso es después poder soportar su embate.
Debería ser muy
valiente, hacer presa al oponente más difícil y soportar el
combate, tratando de inmovilizarlo para que el hombre lo ultime y
en el caso de éste no llegar, tratar él de hacerlo a su modo,
pero jamás soltar su presa aunque en su afán ofrenda su vida.
Respecto de su
talla, prefería el perro de altura mediana, ya que su
experiencia le mostraba que los ejemplares de gran alzada eran
torpes para poder desenvolverse en los estrechos senderos de
nuestros montes, en los que a veces el ser humano debe pasar
arrastrándose debido al denso, espinos y bajo ramaje de la
vegetación. Pero también esa misma experiencia le marcaba que
para la selección debe elegir los más fuertes, que casi siempre
coinciden con los de mayor talla, ya que, criados en el campo, el
trabajo excesivo a edad temprana y la alimentación no muy
adecuada reducirían su talla. Esos mismos ejemplares, bajo otros
regímenes de vida, con todos los cuidados necesarios, serian
verdaderos colosos.
Debía ser un
perro de carácter noble, no agresivo, pero fiel guardián de su
propiedad.
El color elegido
era el blanco, ya que sería inconfundible entre las sombras de
los montes, pues no existe en nuestro territorio animal con esa
tonalidad, salvo algún albino.
Artículo publicado en
la Revista "El Mundo del Perro" en
Julio de 1996, escrito por el Dr. Fernando Moreno.