Todos podemos hacer más.
Tomado
del libro Memories and
Studies de William James.
A todos nos ha sucedido que al comenzar una actividad, bien sea intelectual o física, nos sintamos desganados o enmohecidos, mas al cabo de cierto tiempo nos entusiasmemos con lo que estamos haciendo. Resulta particularmente sorprendente analizar las causas de ese entusiasmo, sobre todo en el fenómeno conocido como el segundo aliento.
Generalmente, tan pronto como nos tropezamos con el primer síntoma de fatiga, abandonamos la tarea. Decimos que ya hemos andado, jugado o trabajado bastante, y en consecuencia, desistimos de continuar. Pero si una necesidad extraordinaria nos obliga a seguir adelante, ocurre algo inesperado: la fatiga va en aumento hasta cierto punto, y después desaparece gradual o repentinamente, y nos sentimos con más energías que antes.
Esto quiere, evidentemente, que hemos comenzado a extraer energía de un nuevo
filón. En este fenómeno puede haber una veta tras otra, es decir, una tercera y cuarta fuente de bríos. Hallamos caudales de
fuerza que jamás habíamos soñado que poseíamos, reservas de energía no aprovechadas
normalmente porque habitualmente nunca tratamos de vencer el fenómeno de la fatiga.
La
mayoría de nosotros podemos fácilmente acostumbrarnos a desarrollar mucha más actividad
en la vida. Bien sabemos que algunos días contamos con energías latentes que no reclaman
las actividades de la jornada. En comparación con lo que podríamos ser, estamos apenas
medio despiertos. Nuestras ascuas internas están húmedas,
el tiro de la chimenea está obstruido. Estamos utilizando sólo una pequeña parte de los
recursos mentales y físicos de que disponemos.
Solo
el individuo muy excepcional los aprovecha hasta el límite. ¿Cómo se evade este hombre
superior del habito de que somos presa todos los demás, de la costumbre de rendir menos
de lo que podríamos? La respuesta es
sencilla, algún estimulo inusitado excita su animo, o una urgente necesidad le induce a
hacer un esfuerzo extraordinario de voluntad.
Una
nueva misión de responsabilidad, por ejemplo, revelará que el hombre es mucho más
fuerte de lo que se pensaba. La mujer
que cuida abnegadamente a su esposo o a su
hijo enfermo es prueba de esto; y ¿ donde pueden encontrarse mejores ejemplos de
resistencia prolongada que en esos miles de hogares donde la madre sostiene la continuidad
de la vida familiar pensando en todo y haciendo todo el trabajo, cosiendo, ahorrando,
fregando y ayudando a sus vecinos?. Si de vez
en cuando se queja. . ¿ Quién se atreverá a recriminarla?
La
desesperación que abate a la mayoría de las
personas, despierta completamente a otras. De
todo asedio, o naufragio, o expedición
polar, surge siempre algún héroe que sostiene el animo de sus compañeros. Después de
una terrible explosión de una mina de carbón en Francia, se recobraron 200 cadáveres. A
los 20 días de haber comenzado la excavación, los trabajadores dedicados al salvamento
oyeron una voz. El primer hombre rescatado gritó: ¡Me voici!. Era un minero
que entre las tinieblas había asumido la dirección de los otros trece, les había
impuesto disciplina, había sostenido su animo y los había sacado del desastre con vida.
Tales hechos demuestran como puede nuestro
organismo cumplir su misión fisiológica en circunstancias angustiosas; pero la facultad
que normalmente halla filones de energía más y más profundos es la voluntad. La
dificultad consiste en utilizarla, en realizar el esfuerzo que el concepto implica.
Un solo esfuerzo aislado de volición moral,
como decir no ante una tentación habitual, o realizar algún acto de valor, elevará al
hombre a un plano de energía más alto durante días o semanas, y le proporcionará un
radio de acción nuevo, más amplio.
Mientras destapaba una botella de whisky, que había llevado a mi casa para embriagarme, me dijo una vez un hombre, sentí el repentino impulso de correr al patio y estrellarla contra el piso. Después de hacerlo sentí tal sensación de bienestar y elevación de animo, que durante dos meses no sentí la tentación de probar ni una gota de alcohol.
Nuestro régimen de energías es igual a nuestro régimen alimenticio. Los
fisiólogos dicen que una persona posee equilibrio metabólico, cuando un día
tras otro ni aumenta ni baja de peso. Precisamente del mismo modo, uno puede mantenerse en equilibrio de eficiencia
con cantidades de trabajo asombrosamente diferentes, ya sea intelectual o moral, físico o
espiritual.
Naturalmente,
todo tiene un límite: un árbol no puede crecer hasta el cielo: pero es indudable que el
hombre que aproveche sus energías hasta el limite, podrá en la mayoría de los casos
mantener su paso día tras día sin sufrir reacción perjudicial , siempre que se mantenga en buenas condiciones higiénicas. Un ritmo más
acelerado de utilización de la energía no lo destruirá, porque el organismo se adapta.
A medida que aumenta el desgaste, aumenta la capacidad de recuperación.
Es
evidente que nuestro organismo tiene almacenadas reservas de energía a las que
ordinariamente no recurrimos, vetas mas hondas de material aprovechable, a disposición de
cualquiera que llegue a esa profundidad en su búsqueda.
El ser humano vive generalmente muy dentro de sus límites.
En términos generales podríamos decir, que
el hombre que utiliza sus energías por debajo de su máximo normal, deja de beneficiarse
del goce de la vida en la misma proporción.