EL COMERCIO Perú, 17 de Mayo de 1997
En Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) conviene distinguir, de un lado, su labor de literato e intelectual, y, de otro, sus declaraciones públicas motivadas muchas veces por hechos coyunturales y anecdóticos.
Ciertamente su nombre no se ha
impuesto en el panorama de las letras hispánicas por sus
declaraciones políticas (a menudo polémicas y que
generan simpatías y rechazos), sino por una obra
constante, elaborada desde las aulas colegiales, dada a
conocer desde 1958 y que adquirió reconocimiento
internacional en 1963 a raíz de la obtención en España
del premio Biblioteca Breve por su novela La ciudad y
los perros. Desde entonces la actividad creadora no se ha detenido, dando a la imprenta cada corto número de años una nueva novela o estudio donde se despliega una imaginación desbordante y el siempre perspicaz y sagaz crítico. Tal vez no se ha dado mucho énfasis al respecto, pero a diferencia de la mayoría de novelas de Alfredo Bryce (ambientadas en escenarios europeos), la novelística de MVLL se desarrolla casi exclusivamente en el Perú, siendo la ciudad de Piura el escenario con frecuencia recreado. |
Su obra suma ya un buen conjunto
de títulos. Desde La ciudad y los perros
(ambientada en el Colegio Militar Leoncio Prado), La
Casa Verde (que sitúa la acción alrededor de un
prostíbulo en Piura), Conversación en La Catedral
(que recrea la situación estudiantil en el gobierno de
Odría), pasando por Pantaleón y las Visitadoras,
La guerra del fin del mundo (una de sus más
importantes novelas, junto con La ciudad y los perros),
La tía Julia y el escribidor, Historia de
Mayta, ¿Quién mató a Palomino Molero?, El
hablador, Elogio de la madrastra, Lituma
en los Andes, hasta la reciente publicitada novela, Los
cuadernos de don Rigoberto (de una notable
sofisticación verbal y estética). Junto a la obra novelística destaca la cuentística y dramática (que ciertamente no ha alcanzado el nivel de la primera). En cuanto a sus estudios y ensayos hay que indicar los dedicados a Gabriel García Márquez, Gustave Flaubert (Mme. Bovary), Joanot Martorell (por la novela de caballería Tirante el blanco) y José María Arguedas (La utopía arcaica). Sus reflexiones sobre la experiencia literaria, comentarios a obras y creadores, han sido reunidos en La verdad de las mentiras y Contra viento y marea. Tal vez la razón más importante de su prestigio internacional (y que supera las fronteras siempre crecientes de nuestra lengua) se encuentra en su calidad de intelectual. Vargas Llosa encarna la figura de quien se muestra atento y reflexiona sobre los grandes movimientos sociales, políticos y culturales de nuestro tiempo. A diferencia del europeo, el intelectual latinoamericano no puede dedicar su atención únicamente al tema de la cultura, sino que asume además un compromiso con la historia, la economía y la política. En varias ocasiones ha afirmado que la condición de subdesarrollo de nuestros pueblos obedece a razones distintas a la cultural. En su reciente discurso de aceptación de un grado académico hacía referencia a la figura de Raúl Porras Barrenechea, maestro suyo en San Marcos, afirmando que preparaba cada una de sus clases como magistrales y que sus libros rebosaban por su profundidad y sabiduría. Esta misma búsqueda por la excelencia, por lo mejor, ha hecho del escritor peruano ser lo que es. De Mario Vargas Llosa no ha de quedar lo que es circunstancial y anecdótico, sino aquello que tiene la capacidad de trascender al tiempo y el espacio: su condición de intelectual y, sobre todo, su obra literaria. -Iván Ruiz Ayala. |