EL COMERCIO Perú, 29 de Julio de 1998
Yo también fui testigo

Pedro Cateriano Bellido

El destacado conductor de televisión Güido Lombardi —moderador del debate entre los candidatos presidenciales del año 90, Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori— comenta recientemente este hecho que vale la pena ser tratado desde otra perspectiva.

Luego de la primera vuelta electoral Mario Vargas Llosa se reunió con Alberto Fujimori para comunicarle su decisión de no participar en la segunda ronda y dejar que él fuera el presidente sin caer en las manos del Apra y de la izquierda; acatando así el resultado de las elecciones, en las que dos tercios de los peruanos habían votado por el cambio. Los pormenores de la reunión no trascendieron.

Al día siguiente, antes de informar acerca de lo que había decidido a la comisión política del Movimiento Libertad y al país, Vargas Llosa recibió la visita repentina de sus compañeros de fórmula, Eduardo Orrego y Ernesto Alayza. Orrego estaba enterado de lo que iba a pasar. Fernando Belaunde lo había llamado desde Moscú, alertado por Alan García. ¿Cómo pudo informarse de algo tan secreto García? Simplemente Fujimori le contó todo.

Entretanto a Vargas Llosa le llegaban mensajes de que Alan García deseaba reunirse con él de manera reservada, con la indudable intención de llegar a un acuerdo, para aplicar la política del borrón y cuenta nueva.

Luego de varias reuniones que Mario Vargas Llosa ha relatado con amplitud en su libro "El pez en el agua", revocó su decisión. Al reiniciarse la campaña, Fujimori trató de evitar, por todos los medios, el debate. Francisco Loayza, ex agente del SIN que estuvo en el comando de campaña de Cambio 90, confirma el hecho en reciente documento que en estos días circula fotocopiado bajo el título de "El poder informal en el Perú".

Pero todo el país aguardaba la confrontación de los candidatos. Fujimori no pudo correrse. Quienes negociaron los temas del debate acordaron nombrar al sacerdote Juan Julio Wicht S.J., director de Intercampus de la Universidad del Pacífico, a Víctor Díaz Lau por Cambio 90 y a mí por el FREDEMO, para organizar el acto en 72 horas.

Los miembros de esta comisión, con Güido Lombardi, quien pidió asistir a las reuniones, iniciamos nuestras labores en la Universidad del Pacífico. Cosas tan nimias como el manejo de las cámaras de televisión, la ubicación de los candidatos, mobiliario, etc. tenían que ser meticulosamente revisadas, junto a grandes problemas como el de la seguridad. No hay que olvidar que en ese momento el país vivía una escalada terrorista demencial.

En la primera sesión, Díaz Lau puso toda clase de obstáculos para hacer imposible la realización del debate. Recuerdo que su primera exigencia fue que solamente la televisora estatal transmitiera el acto porque Cambio 90 no confiaba en las privadas. Además quiso que todos los acuerdos fueran consignados en actas. Creí que no íbamos a llegar a nada porque los problemas continuaban uno tras otro. Sin embargo, llegó un momento en que, debido a la tensión y a la prisa, además de la presión de los representantes de las televisoras que estaban al tanto del desarrollo de las negociaciones, Díaz Lau empezó a ceder.

Sin duda la capacidad de persuasión y la paciencia del padre Wicht fue clave. Como fin de las negociaciones acordamos publicar en los principales periódicos un aviso firmado por el padre Wicht, Díaz Lau y yo confirmando la realización del acto.

Cuando posteriormente se instaló el nuevo Congreso, en mi condición de diputado me enteré de cómo, a través del espionaje telefónico montado por el SIN, los principales dirigentes del Fredemo habíamos sido espiados. La comisión investigadora que sobre este asunto constituyó el Senado, y presidió el senador Javier Diez Canseco, constató las escuchas ilegales y el mismo Loayza lo ratifica en la crónica antes citada. Alan García y Alberto Fujimori estaban, pues, al tanto de todos nuestros movimientos.

El mismo domingo 3 de junio, las tensiones no acababan. Nos advirtieron de buena fuente que Fujimori le había pedido al gobierno que simulara un apagón para evitar el debate. Si esto ocurría, ni el generador eléctrico que habíamos previsto iba a solucionar el problema. (Tiempo después Alan García en su libro "El mundo de Maquiavelo" corroboró el hecho.)

Faltando diez minutos para el comienzo me percaté de que los de Cambio 90 habían colocado un pequeño tabladillo detrás del atril de su candidato pues seguramente habían calculado que éste iba a presentarlo en desventaja frente a su contendiente. Le hice notar el hecho a Güido Lombardi quien se mostró evasivo. Entonces, en cuestión de minutos, mientras Fujimori y Díaz Lau ingresaron al vestuario, un colaborador del Fredemo sacó el tabladillo.

Resulta divertida la aseveración de Lombardi quien afirma que yo salté sobre el dichoso banquito tratando de romperlo. Pero la verdad es que mi nevada arequipeña no da para tanto.

Minutos antes de las 7 de la noche, los dos candidatos fueron guiados por Lombardi al centro del escenario y se dieron la mano ante una impresionante cantidad de fotógrafos. De acuerdo con lo pactado, los temas a tratarse fueron seis: pacificación nacional, programa económico, desarrollo agrario, educación, trabajo e informalidad y rol del Estado.

Güido Lombardi dice que al finalizar nos retiramos con la sensación de la derrota; pero los medios que divulgaron la noticia al día siguiente lo contradicen porque informaron que Vargas Llosa se retiró del Centro Cívico entre aclamaciones y que el resultado que arrojaron las encuestas lo daba como ganador, en todo el país, excepto en Trujillo.

(¿Cómo podía ganar el debate quien respondió preguntas, réplicas y dúplicas ceñido a un libreto?) Sin embargo, Fujimori ganó las elecciones, claro que con los votos de la izquierda y del Apra.

Estamos seguros de que el canal de televisión que se anime a repetir aquel debate de hace más de ocho años, refrescará la memoria de algunos acerca de la honestidad y consecuencia de los candidatos de ese entonces.

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© Augusto Wong Campos, 2000. Yahoo! Geocities Inc.