DIARIO EL MUNDO (ESPAÑA) : CULTURA Miércoles, 11 de agosto de 1999 |
LAS 100 JOYAS DEL MILENIO/NUMERO
45 VICTORINO POLO GARCIA
La orgía (literaria) perpetua
Mario Vargas Llosa bien puede ser arquetipo del escritor total con vistas al próximo milenio, puesto que ha vivido en plenitud la encrucijada de nuestro siglo y deja escuchar la voz de su escritura sobre la media del resto. Desde La ciudad y los perros, hasta los estimulantes Cuadernos de don Rigoberto, toda una trayectoria bien jalonada de talento y certeza, plena de libros para el recuerdo y la lectura que siempre fluye como perpetua orgía. |
Un agudo problema de
crítica contemporánea, sin duda, viene dado por los
géneros de la creación literaria, de manera especial en
la narrativa, donde la fragmentación y la
superficialidad señorean el campo. Vargas Llosa responde
con fortaleza y decisión, desde postulados
intelectuales, lingüísticos y estéticos: sus libros
son un exponente donde confluyen la tradición y la
modernidad con equilibrio. Los géneros permanecen y,
cuando el talento los informa, como es el caso, los
libros pueden continuar llamándose cuentos, novelas,
textos teatrales, ensayos, memorias, etc. Libros como La
orgía perpetua o El pez en el agua definen y encarnan la
mejor crítica literaria y el adecuado memorialismo,
sobre la base de la más conspicua literatura. A Vargas Llosa le cuadra bien la definición de T.S. Eliot: «Era nada más, pero también nada menos, un hombre de letras». Su trayectoria es modélica. Convencido de que la idónea preparación cultural es básica para una escritura estética y convincente, estudia gradualmente en Perú hasta culminar su doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Adquiere destreza en el oficio desde los principios. Y va conformando un estilo reconocible a partir de los primeros textos canónicos, léase La ciudad y los perros. A partir de ahí, 35 años contemplan una de las obras más compacta, creativa y mejor ahormada de nuestra literatura, vía narrativa fundamentalmente. Libros y trayectoria que se apoyan en los tres pilares básicos de toda obra bien hecha: el talento, el trabajo y el método. No importa que sean los ensayos de Contra viento y marea, el teatro de Kathie y el hipopótamo, la crítica literaria del Tirant lo Blanc o novelas como La casa verde, La guerra del fin del mundo y Conversación en La Catedral; el escritor cabal, convencido y convincente, aparecerá siempre en cada página. Al autor de La verdad de las mentiras conviene leerlo en su totalidad, porque su obra no experimenta grandes cambios ni altibajos. Satisface siempre y congratula. Pero una sugerencia para lectores discretamente avisados pudiera comportar determinada selección, muy representativa, incluso abarcadora de sus tres grandes campos: el ensayo, la memoria y, sobre todo, la narración. Del ensayo vale mejor La orgía perpetua, por Flaubert, Madame Bovary y la universal adicción literaria. La memoria viene dada por el voluminoso El pez en el agua, sin el símil de la expresión popular. Para la novela conviene ampliar el número a tres: La ciudad y los perros, La guerra del fin del mundo y Conversación en La Catedral. Constituyen un círculo monumental. La explosión narrativa -juvenil y tan madura- de la primera. La densidad y hondura de la segunda. Y el delirio de personajes, de lengua y narración que proyecta la tercera. Ahí está todo Vargas Llosa, el mejor y el más universal y permanente. Aunque fuera bueno recordar -el humor es clave- obras como Pantaleón y las visitadoras o Los cuadernos de don Rigoberto, para encontrar el envés de la hoja, no menos atractivo y literario. Ahora esperamos su novela sobre un dictador del Caribe, que promete altura y circunstancias. Será buena su incorporación a la galería de libros como Tirano Banderas, El señor presidente, El otoño del patriarca o Yo, el Supremo, que tan adecuadamente van conformando el caleidoscopio de un personaje tan representativo de la vida y la literatura en América Latina. En todo caso, conviene recordar que la obra de Vargas Llosa es una de las más brillantes y sugestivas de nuestra lengua, no importa el tiempo ni la geografía. |