El hecho de que tanta gente se haya reunido en esta conferencia es que hay preocupación por el futuro de la prensa en América Latina; si usted tuviera que dirigir los programas de formación de periodistas en nuestro hemisferio ¿en dónde pondría el acento para poder mantener la democracia?
Esa es una pregunta excelente, comenzó diciendo Vargas Llosa. Yo creo que las cosas andarían mucho mejor para los medios de comunicación en América Latina, si los periodistas tuvieran una buena formación cultural y arraigadas convicciones democráticas. Creo que esos son los dos instrumentos primordiales para que exista un periodismo de alto nivel que cumpla una función genuinamente informativa que sea al mismo tiempo un instrumento de conocimiento y educación y también uno de los baluartes de la democracia en nuestras tierras. Sin embargo en |
la realidad sabemos que no es así. Hay algunos
órganos de prensa muy valiosos que tienen un elevado
nivel cultural y que están claramente comprometidos con
la defensa de la libertad; pero hay muchísimos otros y a
veces de una gran influencia, que no tienen un buen nivel
cultural ni están comprometidos con la defensa de la
libertad sino con la defensa de determinados intereses, a
veces personales, a veces empresariales que prevalecen a
la hora de informar o de opinar sobre aquellos valores
democráticos y culturales y el resultado es muchas veces
que esos medios en lugar de representar una valla a las
amenazas de la libertad, son más bien sus cómplices
quienes disimulan, disfrazan y convalidan aquellos
atropellos a la libertad. Sin embargo hay que ser realistas y reconocer que el periodismo es también una expresión de la cultura de nuestros países y que si nosotros en el campo de la política y la economía y la educación, tenemos todavía tantas limitaciones que superar, por qué el periodismo no iba a ser también una expresión de lo poco que hemos avanzado en esos caminos. |
Vargas Llosa sostuvo ayer que en América Latina no nos resignamos a aceptar que algo tan aburrido y mediocre como el sentido común pueda ser una virtud política, y entre la realidad y la irrealidad, hemos preferido esta última, que es más fulgurante y seductora. El resultado es que seguimos pobres mientras otros países prosperaban. Dijo también que el concepto de objetividad periodística es la excepción y no la norma en nuestro continente y reclamó una sólida formación cultural y democrática para los periodistas.
Los cronistas del Descubrimiento y la Conquista fueron los primeros, en América, en practicar el periodismo escrito, comenzó diciendo ayer el escritor Mario Vargas Llosa, al auditorio reunido en la 54° Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa. Citó a Pedro Pizarro, Cieza de León o Bernal Díaz del Castillo como testigos oculares y protagonistas de los extraordinarios sucesos que relataron, en tanto que el Inca Garcilaso de la Vega, el Padre Cobo, Pedro Mártir de Anglería o Herrera, añadió, recogieron sus informaciones de entrevistas a sobrevivientes o depositarios de documentos y memorias.
Ese periodismo primigenio comenzaba a abrirse un espacio propio, entre dos gigantes que hasta entonces monopolizaban el reino de la información: la historia y la literatura.
Ni siquiera los historiadores de aquella época, precisó ayer Vargas Llosa en la última de las conferencias organizadas por la SIP en Punta del Este, pasarían una prueba de lo que en este siglo llegó a considerarse el deber de objetividad del periodismo informativo; es decir, la obligación del cronista y reportero de hacer un estricto deslinde entre opinión e información. Esa noción que diferencia entre la información y la opinión es absolutamente moderna (más protestante que católica, y más anglosajona que latina o hispánica) y hubiera resultado incomprensible para quienes escribieron sobre la Conquista de la Florida, de México, del Perú o del Río de la Plata.
Aquella cultura mezclaba lo vivido y lo soñado, los hechos y las fábulas y esta confusión de ambos órdenes, que alcanzará siglos más tarde, con la imaginación y la prosa de Borges, Carpentier, Cortázar o García Márquez, gran prestigio literario, que los críticos bautizarán como "realismo mágico" y que muchos creerán un rasgo prototípico de la cultura latinoamericana, puede rastrearse ya en esas primeras relaciones sobre América. Aquellos cronistas no hacían otra cosa que acomodar para entenderla mejor- una realidad desconocida, que los sorprendía, deslumbraba o aterraba, a ciertos modelos imaginarios que llevaban profundamente arraigados en el subconsciente.
La Inquisición, el Quijote y los toneles de vino
Nadie contribuyó tanto como la Inquisición Española a fortalecer en los iberoamericanos la costumbre de mezclar ficción y realidad mentira y verdad-, con su pretensión de impedir que en las colonias de América se escribieran, publicaran y leyeran novelas. La Santa Inquisición tenía la sospecha muy fundada, por lo demás- que las historias imaginadas por los novelistas tenían una consecuencia sediciosa en los espíritus, que podían inspirar desasosiego, actitudes críticas e insumisas sobre lo establecido. Y, por lo tanto, durante tres siglos, en la América Española estuvo prohibido el género novelesco. La prohibición fue burlada en parte, gracias al contrabando los primeros ejemplares del Quijote llegaron a nuestras tierras, ocultos en un tonel de vino-, pero funcionó en cuanto a la impresión de novelas. La primera se publicó sólo en el siglo XIX, en México, en 1816, luego de la Emancipación.
La costumbre de mezclar el plano de lo real y lo imaginario tiene entre nosotros, ironizó Vargas Llosa, una robusta tradición de cinco siglos, al tiempo que destacó un aspecto al que no siempre se concede la importancia debida: la influencia que tiene la cultura en la determinación de las nociones de mentira y verdad, en lo que es la descripción verídica de un hecho real y una descripción deformada por factores subjetivos.
En América Latina, señaló Vargas Llosa, el periodismo puede ser de alto o bajo nivel, admirable o execrable, pero sólo en casos excepcionales logra ser objetivo, como lo es, en cambio, con tanta naturalidad, en los países anglosajones, donde una muy antigua tradición cultural los induce a serlo.
Toda generalización es arbitraria, desde luego, y lo que yo insinúo, precisó, no es una ley sin excepciones, sino una tendencia, un rasgo cultural que no se puede suprimir de la noche a la mañana por un decreto. Las culturas cambian más lentamente que las legislaciones, y por eso, cuando los reglamentos y las leyes que se dictan entran en conflicto con las propensiones y costumbres que una cultura ha modelado en una sociedad, funcionan mal, son desobedecidos y burlados, y, a veces, obtienen resultados opuestos a los que se proponen conseguir. Pero, esa misma tradición ha hecho que hayamos sido tan poco eficientes al organizar nuestras sociedades, a la hora de crear riqueza, o aclimatar en nuestro suelo la cultura de la libertad, cuya expresión es la democracia.
Acaso en ningún dominio de la realidad social latinoamericana se advierte con tanta nitidez lo delicada, lo quebradiza que es aún la salud de la cultura democrática, como en ese termómetro infalible que es la libertad de prensa.
Los textos legales y los discursos oficiales consagran y entronizan por doquier la libertad de prensa; pero, en la realidad cotidiana, como atestiguan los documentos de la SIP, de Amnistía Internacional, de Americas Watch, Article XIX, y muchos otros organismos internacionales de derechos humanos, los atropellos a la libertad de prensa son constantes, y abarcan un variadísimo repertorio.
Vargas Llosa finalizó citando a Borges y Camus. Del gran escritor argentino recordó la frase: "Espero que alguna vez merezcamos la democracia". Quería decir, sostuvo, que vivir en una sociedad libre, regida por leyes justas, no es un punto de partida sino de llegada, una meta que se alcanza practicando la tolerancia y la convivencia, admitiendo y ejercitando la crítica, y, sobre todo, renunciando, en la vida cívica, a la tentación de lo imposible, en nombre de ese pragmatismo civilizador que los ingleses llaman el sentido común y los franceses el principio de realidad. Los latinoamericanos difícilmente nos resignamos a aceptar que esa cosa tan aburrida y tan mediocre el sentido común- pueda ser una virtud política, y entre la realidad y la irrealidad, preferimos esta última, que es más fulgurante y seductora que aquélla, tan pedestre. Por eso, nos hemos pasado la vida, como los cronistas, esos periodistas inaugurales de nuestra historia, viendo la realidad con los ojos de nuestra fantasía y buscando ciudades y reinos de ilusión. El resultado ha sido que la realidad de nuestra vida se ha quedado siempre muy rezagada detrás de nuestros espejismos y sueños y que, debido a ello, seguimos pobres mientras otros países prosperaban.
Albert Camus decía que era legítimo ser pesimista en el campo de la metafísica, en el que nada podemos hacer, pero que tenemos la obligación y el deber del optimismo en el de la historia, en el que todo depende de las elecciones y acciones humanas. Esta es una idea que deberíamos hacer nuestra en América Latina, y buscar en ella aliento, mientras luchamos y hacemos méritos a fin de merecer, lo más pronto posible, los favores de la libertad, esa esquiva y maltratada señora de nuestra historia.
El peligroso avance democrático de los dictadores
Respondiendo a las preguntas de los presentes en la conferencia, Vargas Llosa anunció que había modificado su definición del gobierno mexicano -en el pasado lo había caracterizado como la dictadura perfecta- por el de una dictadura imperfecta ya que aunque está lejos de ser una democracia hay una evolución que hay que aplaudir y promover.
Dijo además que las sociedades latinoamericanas son sociedades inmaduras, y basó su juicio en que las convicciones democráticas siguen siendo todavía débiles y de ninguna manera engloban al conjunto de nuestras sociedades. Cuando se ven fenómenos como el de Venezuela, donde un coronel golpista tiene la mayoría de los votos en las encuestas de opinión, o el de Paraguay, un país que ha padecido el fenómeno de la dictadura por tantos años, aparece un general golpista con considerable apoyo en la población, debemos preguntarnos si realmente esta evolución a la democracia es firme y duradera.
Ante la pregunta de si el hecho de que el coronel Chávez se presente a las elecciones no sería una prueba de que la democracia avanza en América Latina, Vargas Llosa precisó que en su opinión el avance de la democracia no se mide en el hecho de que los golpistas puedan llegar al poder con el apoyo de los ciudadanos, sino con la creación de una opinión pública lo suficientemente convencida de las virtudes de la democracia para que cierre la puerta a una persona que ha intentado destruir la constitución, que ha matado en nombre de la dictadura a quienes defendían la democracia. Que haya libertad que permita a gente que no cree en la democracia e incluso están resueltos a acabar con ella si llegan al poder, participar en las elecciones, sí, desde luego; esa es una de las características de la democracia pero yo creo que una cultura democrática se mide en la solidez de una opinión pública detrás de esos valores de libertad y legalidad.
Primera vez en Uruguay
Yo recuerdo la primera vez que vine a Uruguay en 1966; la experiencia me deslumbró al punto que yo no me sentía en América Latina. Este era un país en el que no se sabía quién era el presidente de la República ya que había un cuerpo colegiado que gobernaba este país. La prensa era absolutamente libre. Recuerdo que vi carteles del partido comunista que celebraba un congreso. Y yo pensaba que esto no parecía América Latina que por ese entonces era un mundo de gobiernos militares, de censuras estrictísimas, donde los periódicos había que leerlos entre líneas, donde la norma era el autoritarismo y la represión y la excepción, los casos como el de Uruguay o Chile
La libertad de prensa está hoy mejor defendida, dice el novelista Mario Vargas Llosa Por Suzanne Bilello |
11.25.98 |
PUNTA DEL ESTE, Uruguay
"Desde un punto de vista legal, la libertad
de prensa no ha sido nunca tan bien defendida en
Latinoamérica como lo es hoy", dijo Mario Vargas
Llosa, novelista, periodista y ex candidato presidencial
peruano, durante la Asamblea General de la SIP. "Las Constituciones y los sistemas legales la proclaman y los gobiernos se ufanan de que la respetan", dijo Vargas Llosa en el almuerzo auspiciado por The Freedom Forum el 18 de noviembre en la Asamblea. Y agregó rápidamente que, al mismo tiempo, en Latinoamérica había violaciones constantes a la libertad de prensa, incluidos los "asesinatos, amenazas, sobornos y triquiñuelas legales". Vargas Llosa, ampliamente considerado como candidato al premio Nobel en literatura, también se explayó acerca de la historia latinoamericana en su conferencia. "Los primeros periodistas en Latinoamérica fueron los cronistas de la conquista", dijo, refiriéndose a los autores que escribieron sobre el descubrimiento y conquista de América en los siglos XVI y XVII, entre ellos, Bernal Díaz del Castillo, quien escribió un apasionante relato sobre la conquista de México. Cuando se le preguntó acerca del periodismo contemporáneo, Vargas Llosa dijo: "La calidad del periodismo en Latinoamérica mejoraría si los periodistas estuvieran mejor preparados culturalmente". Vargas Llosa, 62, que vive en Londres, fue vencido por Alberto Fujimori en las elecciones de 1990 por la presidencia peruana. Es autor de algunas de las obras más importantes en la literatura contemporánea latinoamericana, incluidas Conversaciones en la Catedral, El Escribidor y La Ciudad y los Perros. Durante el debate con el público, compuesto de cientos de editores, periodistas y representantes de organizaciones internacionales de prensa, Vargas Llosa no se limitó al periodismo latinoamericano. En gran Bretaña, dijo, "la televisión ha caído en la banalidad y la trivialidad". Indicó que la prensa latinoamericana corría el riesgo de seguir los peores ejemplos de la prensa americana y europea, las cuales transformaron las noticias en entretenimiento. "Para muchas personas, el periodismo se ha convertido en entretenimiento. Es un producto de la frivolización de la cultura", dijo. La verdad no es tan interesante, argumentó Vargas Llosa, agregando "que la televisión ha tenido una influencia paradójica en la cultura. La televisión ha hecho posible que nosotros seamos testigos y protagonistas de lo que sucede pero también ha contribuido al empobrecimiento cultural". |
Año 11 - No. 572 - Montevideo, 15 de Noviembre de 1996VARGAS LLOSA EN MONTEVIDEOEl fantasma de la literatura por sus fuerosSon cuatro ya las veces que Mario Vargas Llosa visitó el Uruguay. Y siempre fue un Vargas Llosa distinto. Esta vez atacó por donde no se lo esperaba: defendiendo a la literatura. Por peligrosa, por subversiva, por difícil e inquieta. Por vulnerable.Ana Inés Larre BorgesVargas Llosa vino por primera vez en 1966, cuando apenas había publicado una colección de cuentos y una novela -Los jefes y La ciudad y los perros- y era todavía de izquierdas. Volvió muchos años después, en los ochenta, casi al final de la dictadura. Ya estaba distanciado de Cuba y de la izquierda, pero en aquel contexto de silencios y ausencias su presencia y sus palabras fueron igualmente un símbolo antidictatorial, un avance en la recuperación de un ejercicio intelectual entonces perdido. Regresó -más furtivamente, tanto que muchos no lo recuerdan- en la primera presidencia de Sanguinetti y dio una conferencia para pocos en el Edificio Libertad, cuando ya se perfilaba como candidato a la presidencia del Perú y comulgaba en el más ortodoxo liberalismo. El viernes 8 volvió, invitado por el diario El País. Fue su visita más fugaz -no pisó suelo uruguayo por más de 24 horas- pero acaso la que lo puso en contacto -mediático y directo- con una audiencia mayor. Paraninfo, Edificio Libertad y Cine Plaza, los lugares que ha transitado Vargas Llosa en Montevideo, parecen la deliberada puesta en escena de alguna de sus ficciones para ambientar adecuadamente los distintos actores que ha sabido encarnar: el intelectual, el político y el personaje. El último visitante desborda ya no sólo el perfil del escritor, ni siquiera ese de la tradición latinoamericana que desde el siglo XIX combina al creador con el tribuno y al hombre de letras con el político, para definirse como una notoriedad. La publicidad que preparó su llegada con una estrategia que parece reservar para las estrellas del espectáculo pudo recurrir sin engaños a un currículum pasmante: premio Cervantes, premio Planeta, premio Príncipe de Asturias, premio de la Paz -recientísimo- de los libreros alemanes (acaso como tantas veces una antesala frankfortiana al codiciado Nobel sueco). Y, además, catedrático de la Real Academia, candidato derrotado a la presidencia de Perú, ciudadano español desde que sus peleas con Fujimori lo despojaron de su ciudadanía peruana, cruzado del liberalismo y nuevo héroe para las derechas latinoamericanas. Más allá del espectáculoEl espectáculo montado -como para él la amistad, la literatura para algunos es algo más privado y secreto- y los fastidios que algunos sentimos con muchas de sus opiniones, se conjuraban para provocar prevenciones. Pertrechados de distancia crítica pero curiosos, resignados pero en disciplina, ocupamos nuestras butacas junto a cientos o miles de entusiastas que llenaron los tres pisos del Plaza. La presentación -prolija, larga, politizada- de Enrique Beltrán parecía confirmar las sospechas. Pero Vargas Llosa se desmarcó y desarmó al público. Eligió hacer una defensa de la literatura. Fue inteligente y persuasivo. Acaso magistral. Sin las nostalgias de algunos escritores que parecen temer la pérdida del empleo, sin el rencor apocalíptico de otros frente al mundo audiovisual que baila el cancán sobre sus lamentos, sin mitificaciones, apostó por la literatura midiéndose con adversarios que él mismo trajo al ruedo -como el crítico George Steiner- y que son temibles, no por brutos -como los adversarios que otros le inventan a la literatura- sino por su talento. Defendió a la literatura por peligrosa, por vulnerable, por difícil. Porque "la obra de arte hace consciente al lector de las insuficiencias de la vida, de que el mundo real es más pobre que el mundo de los sueños y eso aumenta la aptitud para la infelicidad". Vargas Llosa defendió a la literatura porque no sólo sabe entretener. "(Existe) la literatura light, de entretenimiento, cultivada por muchos de los mejores escritores de nuestro tiempo que asumen con toda deliberación la función de entretener (...). Mi impresión es que si la literatura se empeña en competir de igual a igual con los productos audiovisuales que efectivamente están destinados a entretener, halagar, a no dejar huella, está condenada a desaparecer." Defendió a la literatura porque exige trabajo: "un espectador y un lector son cosas muy diferentes y hasta antagónicas". Porque"despierta mentalmente un desasosiego y un espíritu crítico" y por subversiva: "hace a los seres humanos mucho menos dóciles y mucho menos propensos a la servidumbre y a acatar las verdades oficiales, atiza el deseo de cambio en una sociedad". Porque miente, ya que si "cada época no solamente tiene unas ciertas ideas, unas ciert El domingo, en una extensa y muy bien llevada entrevista de Jorge Traverso por Canal 10, Vargas Llosa estuvo en la televisión. Ahora sí los temas fueron varios: América Latina, su candidatura política, Cuba, su giro a la derecha, la fama, la cultura de fin de siglo, la escritura. El entrevistador no eludió los temas difíciles pero el entrevistado -un poco acartonado ahora- ostentó demasiado training y parecía responder de acuerdo a un guión previo. Fatigado. Decía sus opiniones polémicas sin polemistas a la vista, decía cosas inteligentes, era amable. Era el tribuno, el escritor y el personaje. Era la oportunidad -infrecuente en televisión- de escuchar la voz de un intelectual, una palabra que apela a la seducción y la provocación de las ideas. |