DISCURSO Y CONFERENCIA DE MARIO VARGAS LLOSA EN EL PARANINFO DE LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA

El escritor ultima una novela basada en el asesinato de Trujillo, el cruel dictador dominicano. El autor presenta en Barcelona “Conversación en La catedral” y “La Casa Verde”, reeditados por Alfaguara

MARÍA ASUNCIÓN GUARDIA

Barcelona.- Todas las canas que tengo se las debo a ‘Conversación en La Catedral’”, dijo ayer Mario Vargas Llosa en el paraninfo de la Universidad de Barcelona, durante la presentación de tres nuevos títulos de la biblioteca que lleva su nombre,editada por Alfaguara. Iniciada con “La ciudad y los perros”, la Biblioteca Mario Vargas Llosa incorpora ahora un tomo de sus cuentos y dos novelas ”La Casa Verde” y “Conversación en La catedral”. El escritor peruano dio una lección magistral en la universidad sobre la génesis y la historia -en gran parte barcelonesa y vinculada a Barral- de sus libros, y se detuvo a analizar las influencias de los autores (franceses principalmente) vinculados a cada una de sus obras. Habló del texto y el contexto de 20 años de trabajo literario, del trabajo que le cuesta escribir, de la forma y el fondo de las novelas que acaban de reeditar. El primer volumen es una antología de sus cuentos y se inicia con “Los jefes”. La lectura de Malraux le deslumbró en esta época en que decidió que la literatura era lo mejor que existía en la vida.

Recordó que ganar el premio Biblioteca Breve y la publicación en Barcelona de “La ciudad y los perros” cambió su rumbo. Barral luchó contra la censura de la época, que sólo cortó ocho palabras, repuestas en la segunda edición del libro...

Esta novela le hizo descubrir su país, Perú, revela influencias de Sartre en cuanto a la literatura como compromiso y significa su descubrimiento de una manera de trabajo literario que todavía sigue practicando. Una primera redacción torrencial, un magma caótico que luego pule y repule.
“La Casa Verde” describe dos mundos diferentes, el de Piura, ciudad peruana fundamental en su obra, y la selva amazónica que conoció fugazmente antes de venir a Barcelona en 1958. En esta obra reconoció influencias de Faulkner, y con él, la importancia de la forma en la literatura, la manera de organizar el lenguaje. Flaubert es otro de los autores asociados a “La Casa Verde” y que recomienda siempre a quienes quieren ser escritores. Por su disciplina y terquedad, “porque cuando el genio no es espontáneo, se puede reeemplazar con trabajo, paciencia y voluntad”.
De “Conversación...” dijo que es el libro que más le ha costado escribir, y uno de los que está más satisfecho. Describe el “ochenio”, la dictadura peruana de los años 1948 al 56, y es una novela “grande, con muchas páginas, de esas que pueden competir con el Código Civil”.

Después, en rueda de prensa, habló de la nueva historia que está escribiendo, “La Fiesta del Chivo”, ubicada en la República Dominicana y en la época de otra dictadura, la de Trujillo, de 1930 a 1961. A pesar del trasfondo histórico, Vargas Llosa subraya que se trata de una ficción, con personajes y anécdotas inventados, “arropados por un trabajo de tres años de documentación muy detallado que me ha permitido descubrir hechos tan inverosímiles como reales”. El punto de partida fue averiguar qué había detrás de la “parálisis sagrada, casi religiosa y finalmente suicida” que invadió a los trujillistas, quienes, tras asesinar al dictador, se quedaron parados y fueron ejecutados por el régimen.

Vargas Llosa viajó al país en 1975. “Trujillo -dijo- es un dictador muy primitivo, extravagante, payaso, pero no por ello menos cruel, sino que es lo más parecido a las dictaduras totalitarias, con un tremendo control sobre los cuerpos, pero también sobre las almas y el pensamiento, que explicaría esa parálisis que sufrieron sus asesinos.” Preguntado por la comparación entre Trujillo, Pinochet y Milósevic, diferenció a cada uno y se declaró a favor del castigo a todos los dictadores, a favor de la OTAN y del juez Garzón. Del presidente peruano, Fujimori, opinó que dirigía la dictadura más hipócrita y disimulada, quizá el precedente de las dictaduras del siglo XXI. A Fidel lo calificó como “el dinosaurio tolerado que aún entusiasma a algunos”.

El día en que Vargas Llosa contó cómo nacieron sus cuatro primeras obras

A finales de los años 60 el transatlántico italiano "Verdi" desembarcaba en Barcelona a un joven escritor peruano llamado Mario Vargas Llosa. Cuatro años después, el mismo transatlántico se lo llevaría. En el renqueante "Verdi" había llegado también a Barcelona, unos años antes, un poeta, Pablo Neruda, que aprovechó las horas en tránsito para revisitar la ciudad de la mano de Frances Carreras. Mario Vargas Llosa llegó a Barcelona leyendo "Homenaje a Cataluña", de Orwell, y se marchó escuchando por los altavoces del "Verdi" el paso doble "Dama de España y Manola". Sus años barceloneses fueron fecundos. Escribió mucho y se integró en la ciudad y en su vida cultural. Barcelona siempre le fascinó por su desmesura, por su locura. Entonces --ahora ha cambiado de opinión--, en comparación con Barcelona, Madrid le parecía una ciudad provinciana.

"La Vanguardia" publica hoy un texto singular. No es una conferencia ni quiso ser tampoco una lección magistral. Es simplemente la hermosa reflexión que el martes, en el paraninfo de la Universidad de Barcelona, Vargas Llosa improvisó sobre la génesis de sus cuatro primeras obras: "Los jefes", "La Casa Verde", "La ciudad y los perros" y "Conversacion en La Catedral". El escritor visto por el escritor, podría ser el título. Sus influencias literarias, sus paisajes geográficos y humanos, sus crisis, su modo agónico de afrontar el primer borrador, su pasión por las novelas de gran tonelaje, la tenacidad, la nostalgia... Y la sombra de Barcelona. Sarrià como la traslación del limeño barrio de Miraflores. Aquí escribió Vargas Llosa "Pantaleón y las visitadoras" y en Barcelona se forjó también la historia de "La guerra del fin del mundo" a partir de lo que fue un guión cinematográfico que el escritor peruano pergeñó para Ruy Guerra, brasileño nacido en Mozambique que soñaba con conseguir capital norteamericano para que el producto fuese cosmopolita. Todo fue un sueño. Como lo fueron aquellos años de grandes esperanzas. Los sueños y los años que se traslucen en las palabras que Mario Vargas Llosa pronunció en la presentación de sus obras, ahora reeditadas por Alfaguara; palabras que "La Vanguardia" ha creído oportuno recuperar por lo que tienen de valor testimonial de uno de los novelistas más influyentes en el mundo literario en lengua castellana. (JOSÉ MARTÍ GÓMEZ) :

Discurso de Vargas Llosa sobre la reedición de sus libros.

"Es muy grato para mí que estas obras reunidas se presenten en Barcelona, una ciudad con la que mi trabajo de escritor, la historia de mis libros, tiene una relación muy estrecha. Barcelona fue durante muchos años la capital de la literatura hispanoamericana, no sólo porque muchos escritores de América Latina vinieron a vivir aquí, o pasaban temporadas en Barcelona, sino porque fue en esta ciudad, a través de editoriales de Barcelona, a través de algunas personas que promovieron la literatura hispanoamericana en España con un enorme entusiasmo, como Carlos Barral, que esta literatura alcanzó un derecho de ciudad en España, en la propia América Latina, donde en cierta forma era una literatura hasta entonces bastante marginal, y de aquí salió a conquistar también otras lenguas, otros países; son unos años que es imposible no recordar con una tremenda nostalgia, porque en esos años se produjo, desafortunadamente sólo en un período corto, una conjunción de todo el mundo de la lengua española en que lectores y escritores intercambiaban continuamente experiencias, se enriquecían mutuamente mediante un muy intenso intercambio cultural y editorial.

Yo fui uno de los escritores más beneficiados por ese encuentro, así que esa es para mí también una razón que me hace sentir muy contento del acto de esta tarde. Es muy difícil que en unos minutos les hable de todos estos libros que están en esta nueva impresión, son libros que abarcan más de 20 años de trabajo literario, de tal manera que, obligado a resumir al máximo, lo que voy a tratar de hacer es relacionar cada uno de ellos con algún hecho, alguna actitud, alguna lectura que fue determinante en su creación. Yo no puedo hablar de mis propios libros como un crítico, sino como alguien que no puede separar el texto del contexto. Ese contexto, en mi caso como en el de muchos escritores, son ciertas experiencias vividas, ciertos hechos de la autobiografía que sirvieron como punto de partida para la imaginación, para la fantasía, para el trabajo del que resultó esa novela.

El primero de mis libros, un libro que escribí cuando era yo realmente muy joven, se llama "Los jefes" y es para mí sobre todo el recuerdo de unas lecturas que alimentaron mi vocación, que me convencieron de que la literatura era lo mejor que existía en la vida, que a través de la poesía, de los cuentos, de la novela, uno podía vivir una vida mucho más rica, diversa, plural, que la vida a secas de todos los días, lo que me llevó a intentar ser un escritor. Creo que esos cuentos de "Los jefes", que son una pequeña antología de los muchos cuentos que escribí cuando era estudiante universitario, a comienzos de los años cincuenta, en el Perú, no los hubiera escrito sin algunas lecturas fundamentales, la más importante, tal vez, la de un escritor que hoy desgraciadamente ya no es tan leído ni admirado como lo fue cuando yo era un adolescente, André Malraux. En los años cincuenta, Malraux era uno de los autores más admirados, por lo menos en la Universidad de San Marcos, en Lima, donde yo estudié.

Y entre sus novelas hubo una que a mí me marcó profundamente. Sigo convencido de que "La condición humana" es una de las grandes novelas de nuestro tiempo a pesar de que hoy día la crítica no le reconozca a Malraux el papel principalísimo de narrador que le reconocía hasta hace unos veinte o treinta años. A mí toda la obra de Malraux me deslumbró, la leí con apasionamiento, la releí, y creo que me ayudó mucho a descubrir el tipo de escritor que yo quería ser, un escritor más volcado sobre la acción que sobre la reflexión, un escritor interesado en una problemática de tipo histórico y social y que además fuera escueto, preciso, un escritor que disimulara a sus narradores detrás de una aparente objetividad, que diera a sus escritos la apariencia, el semblante, de la autonomía total. Creo que uno de los escritores que ha sido más original, más talentoso para describir escenas colectivas, movimientos de masas, para describir esa historia haciéndose en la calle, es Malraux. Y seguramente la influencia de Malraux está muy presente en esos cuentos de "Los jefes", sobre todo en aquellos que describen movimientos de grupos, que son historias más colectivas que individuales, como el relato que da título al libro.

Un libro que, dicho sea de paso, para mí fue muy importante, fue el primer libro que vi publicado, algo a lo que aspira todo escritor primerizo. Yo había escrito esos cuentos, venía de un país donde era dificilísimo para un autor publicar sus libros, a menos que los costeara era prácticamente imposible verse impreso. Llegué como estudiante a España, con estos cuentos que todavía seguía rehaciendo, corrigiendo, y un día vi en un periódico un anuncio de un concurso de cuentos, organizado por un grupo de médicos de Barcelona, gente que no eran del ramo literario, que habían fundado una pequeña editorial y creado este premio para promover el género del cuento, que ya entonces estaba muy venido a menos. Y tuve la suerte que esta colección de relatos ganara ese premio, y apareciera aquí, en el año 1958, mi primer libro. Desde luego, la emoción de ver por fin sobre un papel letras impresas, lo que yo había escrito, es una emoción que no he olvidado, la que marca más fuertemente, creo, la experiencia de alguien que escribe, y una de las razones de mi vínculo sentimental con Barcelona.

Unos años después, cuando estaba yo viviendo en París y ya había terminado mi primera novela, "La ciudad y los perros", gracias a otro concurso literario muy importante en esos años, el premio Biblioteca Breve, que daba la editorial Seix-Barral, dirigida entonces por Carlos Barral, salió mi primera novela. Tuve también la suerte de ganar ese concurso y la publicación de "La ciudad y los perros" en verdad cambió mi vida. Es un libro que se tradujo a muchas lenguas, que tuvo un éxito que realmente para mí fue una sorpresa total, y creo que también lo fue para el propio Carlos Barral, que dio una verdadera batalla durante todo un año para sortear el escollo de la censura, en esa época todavía muy severa, y conseguir que el libro fuera publicado. Salió sólo con ocho palabras cortadas frente a las cuales la censura fue inflexible, pero Carlos Barral, en la segunda edición, se atrevió a reponer las ocho palabras cortadas. Esa novela resulta de una experiencia personal, como creo que todo lo que he escrito, en este caso en un colegio militar, un liceo secundario militarizado, el colegio militar de Leoncio Prado, donde yo estuve dos años, cuando tenía 14 ó 15 años.

Esa experiencia fue muy importante, porque a mí me hizo descubrir mi país. Yo tenía una idea de Perú muy restringida en esa época... Todavía hoy, pero menos que antes, la sociedad peruana es una sociedad dividida en compartimentos estancos, donde una persona de la clase media, una persona de la alta burguesía, no sabía prácticamente nada de los peruanos de los otros sectores sociales, de las otras culturas del Perú. Y una de las pocas instituciones donde todo el complejo mundo de las culturas, de las razas y los distintos niveles históricos que conforman el Perú se reunían como un único cosmos era este colegio militar de Alonso Prado. Era un colegio donde iban muchachos de altos sectores sociales a los que sus padres enviaban ahí como a una correccional, porque eran demasiado traviesos y no sabían como controlarlos. Había muchachos de clase media que iban allí porque aspiraban luego a seguir carreras militares. E iban muchos muchachos de los sectores más humildes, más pobres de la sociedad peruana, muchachos de origen campesino, muchachos de provincias muy alejadas, gracias a un sistema de becas muy amplio.

Cada joven llevaba allí, a este internado militar, su propio mundo, sus prejuicios, sus rencores, sus ignorancias, sus mitos, y todo eso hacía por supuesto que la atmósfera del colegio fuera tremendamente explosiva, sumado al hecho de la disciplina militar, de toda la filosofía castrense, que se imponía a unos muchachos muy jóvenes, salidos de la niñez, con resultados a veces profundamente traumáticos. Es una experiencia que fue bastante dura de sobrellevar, pero al mismo tiempo enormemente instructiva. A mí me descubrió que mi país era algo muy diferente de lo que hasta entonces yo creía, muy cerrado, un pequeño mundo de burguesía urbana, me hizo descubrir el Perú, me hizo descubrir la violencia, la injusticia, me inyectó un amor a la libertad que no he perdido y me dio el tema de mi primera novela. Ya entonces era muy claro para mí que la literatura era muy importante en mi vida, mi sueño era llegar a escribir una novela, y tuve allí una experiencia de un tipo de aventura como las que a mí me gustaba leer en las novelas de Malraux, por ejemplo.

Pero si hay un escritor que fue muy importante para mí a la hora de escribir "La ciudad y los perros" creo que fue Sartre. Sartre es un autor que también, como Malraux, pierde lectores a gran velocidad, pero que en los años 50 y 60 tuvo una enorme influencia en todo el mundo occidental, también en América Latina. Yo leí con fervor sus cuentos, sus novelas, pero sobre todo sus ensayos, y su idea de la literatura como un compromiso del escritor con su tiempo, con los problemas de su sociedad, la literatura como una obligación al mismo tiempo estética y moral, su convicción de que la literatura no era gratuita, de que a través de lo que uno fantaseaba y escribía podía tener una influencia en la historia. Las palabras son actos, eso a mí se me quedó grabado, nos dio a muchos jóvenes de mi generación una idea de la literatura que hoy en día resulta ya completamente anacrónica en el mundo. En todo caso, muy pocos escritores jóvenes de hoy día creen que a través de la literatura se puede cambiar el mundo, se pueden corregir las injusticias, se pueden abrir las conciencias de los ciudadanos sobre la realidad que viven. Pero en los años 50 y 60 estas ideas calaron muy hondo en mi generación y, desde luego, a mí me dieron cierta idea de la literatura que creo que está expresada de una manera muy evidente en mi primera novela. Es una novela que desde luego aprovecha la experiencia del internado militar en el que estuve pero también es una novela en la que hay un ancho campo para la pura invención. Traté de ser fiel al ambiente en el que yo había vivido pero también hay toda una anécdota que es puramente inventada.

"La ciudad y los perros" me dio un método de trabajo al que sigo fiel. Un método que consiste, más o menos, en lo siguiente. Escribir una primera versión, un borrador, tratando de meter, en este manuscrito, todas las ideas posibles relacionadas con el tema que me gustaría contar, escribir muy rápidamente para combatir de esta manera el sentimiento de inseguridad que siento muy fuerte, en mi caso, al principio, cuando inicio un proyecto literario. Y luego, cuando he conseguido reunir en este manuscrito caótico todos los ingredientes posibles de la historia, empezar a reescribir, que significa sobre todo cortar, reorganizar este material. Esta segunda, muchas veces tercera, versión, es para mí el trabajo propiamente literario, porque es el trabajo que me divierte, que me entusiasma, que me estimula, que me excita, a diferencia de lo que ocurre con la primera versión, que es una lucha contra el descorazonamiento, contra el abatimiento, contra una sensación de derrota que sólo consigo eliminar cuando tengo ya esa historia en bruto, donde sé que está escondida la novela que quiero contar y que ahora debo tratar de rescatar de esa selva, de ese caos que es siempre el primer borrador. Hasta ahora he venido escribiendo más o menos todos mis libros siguiendo este método.

"La ciudad y los perros" es una novela que tuvo una historia también un poco novelesca. La novela rompió las fronteras tan estrechas del mundo de la literatura peruana gracias a un escándalo, que fue una gran sorpresa, desde luego, porque los militares leyeron la novela, o por lo menos se enteraron de qué iba la novela, y entonces la quemaron en un acto público del mismo colegio que es el escenario de la acción. Curiosamente la quemaron pero no la prohibieron, de modo que ese acto fue la propaganda más extraordinaria que podía haber recibido el libro. Todo el mundo quiso leer ese libro que merecía ser quemado, y de la noche a la mañana, me encontré con que mi libro llegaba a un público infinitamente más numeroso del que yo soñé jamás.

La siguiente novela que aparece en estas obras completas es "La Casa Verde", que es una novela que trata de describir dos mundos muy diferentes de la realidad peruana. Una población del extremo norte, en la costa, Piura, una ciudad fundada por los españoles cuando llegaron al Perú, rodeada por un enorme desierto de arena, una ciudad que yo recuerdo con mucha nostalgia. Las imágenes de Piura han tenido un enorme poder estimulante para la fantasía, para la imaginación, a pesar de haber vivido allí sólo dos años muchos de mis libros ocurren en Piura, y aprovechan recuerdos de mi experiencia piurana. Ese es uno de los escenarios de mi novela. Y otro, muy distinto, es la selva, la Amazonia, una pequeña factoría en el alto Marañón, una región que yo conocí de una manera bastante fugaz, pocos meses antes de venir a Europa en 1958, un mundo completamente diferente a lo que yo había conocido hasta entonces, otra cara del Perú, un mundo primitivo, un mundo donde había peruanos y peruanas que vivían todavía en la edad de piedra, prácticamente sin contacto con la civilización occidental, con la cultura urbana, un mundo que vivía también un poco al margen del Estado, de aventureros, donde no existía la ley, donde no regían las instituciones que regían para el Perú urbanizado, un mundo de aventuras, de pioneros, de exploradores, violento, bárbaro, pero también un mundo de una libertad extraordinaria, tanto en lo que se refiere a los individuos como a una naturaleza que hasta entonces yo desconocía.

La novela es el intento de fundir alguna historia de estos mundos que son diferentes geográficamente, socialmente, históricamente. Una novela que me costó..., bueno, todas las novelas me han costado muchísimo trabajo, pero esta novela me costó sobre todo para encontrar la manera de fundir en una unidad narrativa esos componentes tan diversos. Creo que es una novela que debe también muchísimo a un escritor, a William Faulkner. Es un escritor que todos los escritores modernos obligatoriamente citan, por su grandeza, por su originalidad, por la fuerza convulsiva de sus historias. Y también porque creo que pocos escritores modernos han renovado de una manera tan rica, tan original, la forma narrativa. A mí desde luego me hizo descubrir la importancia de la forma en literatura, fue el primer escritor que yo leí con lápiz y papel en la mano, deslumbrado por la manera como organizaba el tiempo, por las distintas perspectivas a través de las cuales eran contadas las historias. Leyendo a Faulkner me descubría cómo la organización del tiempo, de los puntos de vista, de los silencios, los silencios locuaces de la historia, podían dar ambiguedad, complejidad, misterio a un relato.

Leyendo a Faulkner uno descubría realmente que la literatura era forma, era lenguaje, era organización de determinados materiales para conseguir determinados efectos, y creo que quien lee "La Casa Verde" inmediatamente percibe la forma literaria, con los juegos temporales, los relatos en forma de vasos comunicantes, uniendo en un texto episodios que ocurren en tiempos y lugares distintos, por afinidad emocional, a fin de dotar de una complejidad, de una ambigüedad, a una historia que narrada de otro modo sería mucho más chata."

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