Max Silva Tuesta
En el coloquio denominado LAS GUERRAS DE ESTE MUNDO se
analizaron las novelas de Mario Vargas Llosa en las que campea la
belicosidad en todas sus formas y en diversos grados. Con más
pompa que sustancia, con más publicidad que cala, este evento
organizado por la Universidad Católica no contribuyó con nada
esencial al mejor conocimiento de nuestro novelista. Todo lo que
se dijo allí fue un mazacote de lugares comunes a pesar de que
los vargallosistas invitados venían precedidos por una fama
descomunal.
Ocupémonos sólo de Plinio Apuleyo Mendoza (tocayo de Plinio el
Joven y Plinio el Viejo), al que en adelante llamaremos Plinio el
Feo porque el escritor colombiano es feo con ganas y feo con
pedigrí. Mientras exponía su ponencia, este hombrecito
marcianoide produjo esa impresión molesta muy parecida a la que
se produce cuando alguien nos cuenta de pe a pa una película que
uno ya ha visto. El momento más desafortunado de su
intervención fue cuando hizo reír a la concurrencia del
coloquio a costa del Colegio Militar Leoncio Prado. Según Plinio
el Feo, la vez que visitó nuestro colegio en compañía de
Mario, vio cuarteleros e imaginarias y otras cosas por el estilo.
¿Sabrá Plinio el Feo que imaginarias sólo hay de noche?, y,
después de dar unas vueltas por los ambientes del colegio,
Plinio el Feo concluyó que el colegio real era mucho más feo
que el colegio novelado. Un feo ojo, Plinio debe
cuidarse mucho al momento de hablar de fealdad, más aún si se
trata de hablar de un imponente colegio como el Colegio Militar
Leoncio Prado. ¡Imponente, si señor, así como lo oye!.
Otra cosa hubiera sido si Plinio el Feo hubiera hecho, por
ejemplo, una observación como la siguiente. En el coloquio de
marras se habló repetidamente de cómo el fanático y
fundamentalista Osama Bin Laden tenía en jaque al Mundo
Occidental con la amenaza de desatar una guerra química y
biológica (remember, el ántrax); otra cosa hubiera sido, repito
si Plinio el Feo hubiera dicho que medio siglo antes de las
bravatas de Osama Bin Laden, en La ciudad y los
perros ya se había producido la primera guerra biológica.
Fue cuando los cadetes de tercer año entraron en guerra con los
de cuarto. Al respecto, el narrador dice: el golpe
más audaz, una incursión a la cocina para vaciar bolsas de caca
en las ollas de sopa del cuarto año, envió a muchos a la
enfermería con cólicos (página 67, Alfaguara, 1997).
En otras palabras, cincuenta años antes que Osama Bin Laden
hablara de contaminar el mundo con bacterias, Osamita Vargas
Llosa ya lo había fantaseado.
Para otra oportunidad atrévase a decir por lo menos eso, don
Plinio Apuleyo Mendoza, y no las mentecatadas
con las que hizo reír un poco y que, estamos seguros, serán
olvidadas un mucho.