El Comercio (Perú) Suplemento DOMINICAL, 14 de mayo del 2000
MVLL: La vida en movimiento

Alonso Cueto

Las manchas de neblina emergen desde el vacío del mar, adquieren una forma larga y aguda, planean sobre los techos y siguen su curso hacia los árboles de Barranco.

Desde la altura en la que estoy, parecen fantasmas amenazantes; hay una lentitud trágica en fragor blanco que cubre el horizonte, flota en una marcha sinuosa y se disuelve. Pero el arequipeño de 64 años que está frente a mí, Mario Vargas Llosa, está largamente acostumbrado a las nubes y neblinas. Es el tercer día de su visita a Lima y a pesar de que cierta prensa ha cumplido con la consigna idiota de insultarlo, él parece haberlo tomado con buen humor ya que no es posible a estas alturas tomarlo de otro modo. "Vi un periódico con un titular atravesado en el que salía mi foto con una palabra enorme: Canalla", dice. "Y en medio de la carátula, salía mi cara junto a unas nalgas."

Poco antes me he paseado por los corredores de la biblioteca y de pronto me doy cuenta de que la cantidad de libros que hay allí es una prueba de que él espera volver a vivir durante temporadas largas en el Perú. Son los libros acumulados de diferentes idiomas, ciudades, épocas, una síntesis de su biografía intelectual.

Pero también un diario vital: en cada uno de ellos, el lomo, la letra, el papel, es una fuente de recuerdos y revelaciones personales.

Una entrevista es un pretexto tan bueno como cualquier otro para conversar y aunque no he traído preguntas ni temas preparados, muchos se van agolpando en su presencia. No es de extrañar en un escritor que ha ocupado un repertorio de zonas de la vida humana en sus libros, desde la reconstrucción de épocas y sociedades hasta los retratos de la intimidad; un escritor que ha viajado y vivido en tantos sitios y se ha interesado en todos los temas. Recuerdo la primera frase de uno de sus ensayos: "No hay mejor elogio a la vida que llamarla movimiento".

LA HISTORIA PRIVADA

"La Fiesta del Chivo" se parece a alguna de sus obras anteriores como "Conversación en la Catedral" y "La Guerra del Fin del Mundo". Al igual que ellas, su última novela reconstruye una época, es un fresco en el que conviven personajes, escenarios y conductas representativas de una sociedad en una época determinada. "Se trata de novelas que escribí tras una gran documentación", dice, "pero esa documentación me daba un mejor punto de partida para la fabulación y la subjetividad. En "La Fiesta del Chivo" los diálogos de Trujillo, por ejemplo, son inventados. Trujillo no hablaba en el lenguaje que yo he puesto en sus labios. Urania es un personaje totalmente inventado lo mismo que su padre Agustín Cabral. Son personajes imaginarios pero su composición está basada en hechos verídicos del tiempo de Trujillo. Muchos padres dominicanos se sentían satisfechos, por ejemplo, de que el dictador se acostara con sus hijas, como ocurre con los Cabral. Es curioso que la imagen que los lectores tienen de los periodos históricos se debe a los escritores. Los ingleses saben de su historia por Dickens y los franceses por Víctor Hugo. Y es que la novela tiene cierta ventaja sobre la historia en el sentido que puede adentrarse en la cotidianeidad, en la subjetividad. Por eso Balzac dice que la novela es la historia privada de las naciones."

Es probable que en su caso, no sólo sus novelas sino también sus artículos y entrevistas sobre la realidad política actual también formen parte de la versión que tengan los historiadores futuros sobre el Perú. Al igual que Víctor Hugo, Vargas Llosa representa el modelo francés del escritor como una voz de la sociedad, como su conciencia. Es uno de los pocos peruanos que ha roto con la tradición que González Prada definió como "el pacto infame de hablar a media voz". La noche anterior el escritor español Juan Cruz me ha contado que la primera tarde que estuvo en Lima, cuando salió a caminar, mucha gente se le acercaba en la calle a saludarlo y felicitarlo. El aplauso que precedió a la presentación de la Universidad de Lima resultó en realidad un reconocimiento a su figura cívica y no sólo a su obra literaria. En este momento, mientras hablamos, el Canal N está pasando su debate de 1990, con Fujimori.

Me dice que tiene pocos recuerdos de los años de su campaña política. Recuerdo con mucho más nitidez episodios anteriores de su vida. "Se trata de la memoria que selecciona los recuerdos más positivos y elimina los otros", reconoce. Hablamos de algunas de las novelas de su vida: Dickens, Balzac, Flaubert.

"Qué importante es la primera frase de una novela", concluye. "El comienzo de una novela nos introduce en el universo de la historia. Recuerdo que me impresionó mucho la primera frase de Moby Dick: Pongamos que me llamo Ismael."

Algunos otros comienzos de novelas surgen en la conversación. El comienzo de "La Condición Humana" de Malraux, por ejemplo, "¿Intentaría Chen levantar el mosquitero?". O el de "Las Ruinas Circulares" de Borges: "Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche". O el de "La Metamorfosis" de Kafka: "Esa mañana, después de una noche de sueños intranquilos, Gregorio Samsa comprendió que se había convertido en un enorme insecto". El recita de memoria el comienzo de "Los Teólogos" de Borges: "Arrasado el jardín, profanados los cálices y las aras, entraron a caballo los hunos en la biblioteca monástica y rompieron los libros incomprensibles y los vituperaron y los quemaron, acaso temerosos de que las letras encubrieran blasfemias contra su dios, que era una cimitarra de hierro."

Le recuerdo dos grandes comienzos de sus novelas: "-Cuatro-, dijo el Jaguar" y "Desde la puerta de La Crónica, Santiago mira la avenida Tacna sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?"

Me dice que al escribir sus novelas, la primera frase, el primer párrafo son conclusiones a las que llega después de estar muy adentrado en la redacción. Nunca empieza escribiendo la primera linea. "Escoger el comienzo es resultado de una intuición. No hay una ley que le diga a un escritor que el comienzo que ha elegido se trata del adecuado", dice. "Lo mismo ocurre con el final de una novela. Uno siente que el libro debe acabar allí y no hay ninguna explicación. Recuerdo muchos finales. Uno de ellos el de Los Tres Mosqueteros, cuando el mensajero llega tarde pues D'Artagnan acaba de morir. Es un final romántico. El final de Luz de Agosto de Faulkner en cambio es un gesto violento de Lena botando de la carreta al hombre que quiere llevarla."

Faulkner, como todos saben, es un referente esencial en su vida y en sus libros. "El primer libro que leí fue "Santuario". Con las novelas de Faulkner me di cuenta de cómo el tiempo puede ser el espacio y la acción puede moverse hacia atrás y adelante. Luego de "Santuario" leí otras novelas en traducciones al francés y por fin decidí aprender inglés, en gran parte para leer a Faulkner. No puedo olvidar esa frase de Malraux sobre Faulkner: "Es la inserción de la tragedia griega en la novela policial".

MALRAUX, EL ESCRITOR


"André Malraux es un escritor al que también que admiro mucho y aunque nunca lo conocí estuve cerca de él varias veces. "La Condición Humana" es una gran novela. Desde que la leí no puedo olvidar a Chen y a Gisors, al padre de Gisors y a May, y toda la atmósfera de la revolución en la China. Pero Malraux además de ser un gran escritor fue también un gran orador público. Era un tipo capaz de improvisar discursos sobre la marcha, siempre con convicción. Recuerdo una ocasión en la que fue el presidente Prado a Paris para la inauguración a un monumento a Ricardo Palma. Malraux fue a la ceremonia en representación del gobierno francés y dio un discurso en el que inventó un Perú para la ocasión. Terminó haciendo una evocación lírica: "Esas princesas incas que morían sobre la nieve de los Andes con sus loros bajo el brazo." Sin embargo, lo vi también en otra ocasión mucho más dramática, cuando se hizo el traslado de las cenizas del héroe de la Resistencia, Jean Moulin. Era una escena iluminada con antorchas y el discurso de Malraux fue de una brillantez excepcional. Decía "Vengan los muertos, los torturados, los soldados de cada sombra. Tráiganlos de cada sitio." En otra ocasión, en una reunión del partido gaullista dijo: "Los historiadores del futuro dirán de nosotros: qué extraña época fue ésa en el que la izquierda estuvo a la izquierda, la derecha estuvo a la derecha y el centro no estuvo al medio."

LAS PÁGINAS DE MI VIDA

¿Cuáles son las escenas literarias de tu vida? ¿Qué momentos de las novelas no pueden olvidarse? Uno recuerda de cada novela no el texto completo sino a la distancia momentos decisivos. "Hay episodios que se quedan con uno. El suicidio de Madame Bovary, por ejemplo. También la escena de "La Condición Humana" en la que Gisors le da su pastillita de cianuro a los dos revolucionarios y se enfrenta a una muerte horrible. Ese es un gesto de generosidad, un gesto heroico pues las pastillas de cianuro eran preciosas para los presos. Les evitaban una tortura y una ejecución espantosa. En la literatura latinoamericana las escenas de "El Reino de este mundo" también me parecen notables. Esa novela de Carpentier es una obra maestra que convierte una historia documentada en historia fantástica."

La disciplina de lector de Vargas Llosa es una leyenda similar a la de su disciplina de escritor. Sólo espera el final de esta gira para establecerse unos meses en Paris y sumergirse en el proyecto de su novela sobre Flora Tristán. No es el único libro en el que está pensando. Me dice que la única manera de combatir el cansancio del final de una novela es embarcándose en otra. "Además tengo muchas historias en la cabeza y por primera vez siento que me va a faltar tiempo para terminarlas. Es algo que no sentía antes. A lo mejor es el primer síntoma de la vejez."

Esta confesión suena extraña para un hombre de su vitalidad. En los cinco días que ha pasado en Lima ha otorgado una decena de entrevistas, ha asistido a citas y reuniones, ha conversado con toda clase de gentes, ha dormido no más de tres o cuatro horas por noche. Le recuerdo su energía de estos días y él me dice que quizá se deba a que ha tenido una vida sana: "Siempre he hecho ejercicio. No me interesado nunca el mundo de las drogas o de la bebida. No es que éstas hayan sido tentaciones. Es que nunca me interesaron. Y es que mis grandes placeres, los grandes placeres de mi vida han estado relacionado siempre con el trabajo. Nunca dejo de trabajar. Jamás dejo de sentarme unas horas frente al escritorio."

Al salir hacia la puerta vemos una foto de su tío Pedro Llosa, personaje fundamental en su vida. La foto es de cuando era prefecto en Piura durante los años 50. El rostro nos mira, grande y bondadoso, sonriendo de costado. "Ya no hay gente así", me dice mientras nos acercamos al ascensor. "Hay pocas personas con vocación de caballeros. Hoy día ser un caballero es visto como una ingenuidad o como un error. Creo que tú y yo somos los últimos que hemos conocido a ese tipo de gente."

Al salir la neblina se ha despejado. Las calles han quedado desiertas en el mediodía en el malecón. Mis pasos suenan junto con el eco de sus palabras finales. Hablando de caballeros, acabo de estar con uno de los más íntegros y tenaces; uno que para variar, está haciendo historia.

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© Augusto Wong Campos, 2000. Yahoo! Geocities Inc.