El Comercio (Perú) Sábado, 24 de junio del 2000

ENTREVISTA LA LITERATURA EN EL SIGLO XX
"En el pasado se escribía para ser inmortal; hoy nadie cree en la eternidad"

Por Jimena Pinilla Cisneros y Julio Villanueva Chang

MARIO VARGAS LLOSA [1936] es un clásico de la literatura contemporánea. Se licenció en la Universidad Mayor de San Marcos. Ha sido distinguido con los premios más importantes: Cervantes, Planeta y Rómulo Gallegos y es miembro de la Real Academia Española de la Lengua. Sólo le falta el Premio Nobel.
Ya no le cae ese mechón rebelde que llevaba sobre su frente cuando era joven y revolucionario: ahora Vargas Llosa peina canas y hasta es un abuelo sesentón que se disfrazó de Papa Noel en la última navidad para sus nietos. Pero vaya que no tiene nada de viejo. Es el mismo escritor que aborrece el poder desde cuando a los diez años se enteró de que su padre no estaba en el cielo. Tuvo entonces que admitir esa paternidad terrenal, autoritaria y tardía: enviado a un colegio militar para hacerlo hombre y alejarlo de los libros, nadie imaginó que fue en aquel internado donde empezó a descubrir el Perú y a escribir como un deicida. Desde entonces Vargas Llosa ha volcado sus demonios interiores en ficciones tan reales, donde la frontera entre la verdad y la mentira fue una línea casi imperceptible. Un día decidió cruzarla para convertirse en un personaje de la realidad. Se vistió de candidato a la Presidencia de un país que siempre le había dolido, pero su aventura acabó fuera de palacio. Entonces el pez regresó al agua y siguió escribiendo. Vaya que no tiene nada de viejo y que sí hubo un final feliz. Por encima de las miserias de la política, quedó a salvo la literatura.

Tú contaste que Bill Gates, luego de haber prometido a los miembros de la Real Academia no eliminar la letra Ñ de sus teclados, confesó que antes de morir quería cumplir con su último designio: acabar con los libros. ¿Qué le responderías al hombre más rico del mundo?
La idea de Bill Gates no es acabar con la literatura, pero él dice que las computadoras pueden suplir perfectamente todas las funciones que tiene el libro. Creo que esto es cierto en lo que concierne a la información, pero es falso en lo que concierne a la literatura, porque ella exige un tipo de intimidad que desaparece con una pantalla de computador. Si desaparece el libro, la literatura va a ser de las pantallas y será mucho menos privada y menos intimista. También mucho más informativa, pero menos creativa. Padecerá esa generalización, para no hablar de cierta chabacanería y empobrecimiento, que ha experimentado la cultura de la imaginación en la medida que se ha popularizado y no producirá jamás un César Vallejo, un Elliot o un André Breton porque eliminará completamente la experimentación con el lenguaje. No creo que este designio de Bill Gates llegue a ocurrir. Lo que sí puede suceder en un futuro mediato es que los libros vayan siendo marginados, en tanto que la literatura de la imagen se vaya convirtiendo en el alimento literario de mayorías cada vez más amplias. En el peor de los casos, la literatura quedará confinada a una minoría que en el mundo podrá llegar a constituir una importante sociedad de catecúmenos de la literatura, quienes la mantendrán casi como una actividad clandestina.

Borges apostaba tan ciegamente por el cuento que se atrevió a decir que a "Cien años de soledad" le sobraban 50 años. ¿Cómo crees que se sentiría hoy en este mundo donde los editores desprecian los cuentos? ¿Acaso el cuento ha sido un género que el XX entró en agonía?
No, yo creo que el cuento está vivo. Hay escritores de cuentos que son grandes creadores del siglo XX y de hecho, en la literatura latinoamericana, Borges es el mejor representante. Pero también están Cortázar, Rulfo y Onetti. La actitud de Borges frente a la novela no diría que fue de rechazo, sino minusvaloración, porque siempre la consideró como un género de segundo nivel. Pero esto es perfectamente explicable dentro de su arte. Él es un escritor que sólo tolera la perfección y en la novela la perfección no es posible porque es la expresión de la condición humana en el entrevero social. Muestra justamente qué lejos estamos de ese ideal absoluto de coherencia, racionalidad, perfección formal, que la poesía y el cuento, en algunos casos, pueden mostrarnos. Borges consiguió que sus relatos tuvieran esa perfección, esa forma circular casi geométrica del objeto de arte puro, sin deficiencias ni en la prosa i en la estructura ni en la anécdota. Su rechazo instintivo de la novela es un rechazo de la imperfección.

¿Qué novelas que hayan sido elogiadas este siglo te parece que van a ser condenadas a la hoguera del olvido?
Me parece más fácil decir las novelas que sí han pasado la prueba del tiempo y quedarán para el futuro. El "Ulises" de Joyce, es una novela que estará siempre viva: inaugura un nuevo lenguaje para narrar que permite ingresar a la interioridad humana. "En busca dl tiempo perdido" de Proust es una catedral. Hay autores como Faulkner, que creó un instrumental para fingir realidades que sigue siendo inmensamente fértil para crear profundidad, ambigüedad, misterio y expectativa en una obra de ficción. Hay otros que han dejado de ser leídos, como Malraux: "La condición humana" me parece una de las grandes novelas del siglo, pero no tiene hoy día los lectores que debería de tener. Eso se debe a que la figura política de Malraux conspiró un poco contra el Malraux escritor y lo privó de lectores. Sartre es el caso de un escritor que tiene en un momento una inmensa vigencia y luego se va eclipsando: sus novelas hoy día son de difícil lectura y quien las relee descubre que en realidad no eran nada originales. A los escritores de las nuevas generaciones sus ideas de la literatura les parecen vanidosas. Hoy pocos admiten que la literatura pueda cambiar la historia y convertirse en un instrumento de transformación política inmediato.

En eso tiene que ver la muerte de las ideologías.
Sí, en su caso esto lo ha afectado mucho, pero también su incoherencia. Esa frase de Joseph Pla sobre Marcuse se puede aplicar a Sartre: "Contribuyó como nadie a la confusión contemporánea". Sartre tenía esa capacidad para convencerte de las cosas más contradictorias en función de sus vaivenes ideológicos, pero eso ha ido empobreciendo su obra en la modernidad. No ha sucedido lo mismo con Camus: más artista y mejor escritor. Sus ideas todavía tiene una gran vigencia en el plano cívico literario. Su insistencia en que la moral no se disocie jamás de la política, hoy nos parece más válida que nunca. En cambio, el pragmatismo que defendió Sartre, incluso en contra de la moral, nos parece abominable porque con él se justificaron los peores dictadores.

En el siglo XX se escribieron novelas revolucionarias en el lenguaje, como "Ulises" de Joyce o "Paradiso" de Lezama Lima. Pero en las últimas décadas hay más novelas serviles al gusto de una masa de lectores turistas de la literatura. ¿Acaso los literatos se cansaron de la ambición por la novela total?
En esta época, caracterizada por el consumismo y la transitoriedad, la vida parece organizada en función del presente y la idea de la novela total, de la obra de arte inmortal, tiene poca aceptación. En el pasado, el escritor escribía para ser inmortal, de modo que cuando muriera quedara una obra que lo mantuviese siempre vigente y su ambición era alcanzar esa eternidad a través de la obra de arte perfecta. Hoy nadie cree en la eternidad y esa idea ha sido reemplazada por la de actualidad en todos los campos. En la literatura eso ha resultado en la literatura light, que es más de entretenimiento que de revolución de valores o sensibilidades. Tampoco hay que descartarla de manera sectaria, porque en ella hay cosas bellísimas y de enorme ingenio. Peor es una literatura que no está escrita con la intención de romper las fronteras temporales y existir allí para siempre, como existen las obras maestras. Los escritores de nuestro tiempo piensan que esto es jactancioso, una vanidad y una utopía.

¿Fue acaso Kafka quien ha expresado más terriblemente la condición del hombre moderno?
Kafka es inseparable de ese concepto moderno de la angustia existencial. Leyéndolo sentimos ese vacío producto de la toma de conciencia de nuestra finitud, de lo indefensos que somos enfrentados a esa gran máquina que es la sociedad y la vida misma. Sí, Kafka es uno de los que ha expresado eso de una manera más original a través de parábolas, historias y situaciones extraordinariamente convincentes porque nos llegan en unas estructuras lingüísticas y unas fabulaciones que encajan con esa concepción de la vida. Además su literatura es válida para épocas y culturas distintas: el mundo de Kafka se ha vivido en China, en Cuba, en el Perú, en países en los que, por determinadas razones, los seres humanos pasan a ser meros instrumentos de poderes que no controlan, contras los que no pueden defenderse y que hacen de ellos títeres de unas fuerzas invisibles, ya sean políticas, ideológicas o religiosas. A Kafka hay que citarlo, junto con Joyce y Proust, como uno de los grandes escritores del siglo XX.

¿Qué le debe la literatura al cine y la televisión?
Un efecto en el manejo del tiempo. La gran diferencia de la literatura clásica con la moderna es que en ésta última, el tiempo transcurre veloz, salta y deja los intervalos inútiles. Ahí ha sido fundamental la influencia de la cultura de la imagen. El cine nos ha enseñado un tratamiento del tiempo que antes era inconcebible. Vivimos más rápido y construimos novelas en las que el tiempo se sintetiza y la historia se traslada como a través de un espacio: retrocediendo y avanzando. Eso en el pasado no sucedía porque la vida tampoco transcurría de esa manera. Peor sería una ingenuidad pensar que los avances formales y artísticos de la literatura moderna han aniquilado las obras clásicas. No es como en el mundo industrial donde un producto nuevo aniquila el pasado, o en las ciencias en las que la química desaparece a la alquimia: la aparición de Proust de ninguna manera acaba con Montaigne ni Joyce acaba con Cervantes. Eso es lo rico.

En el siglo XIX, Dostoievski fue uno de los modelos de la literatura más torpe, pero paradójicamente más imperecedero. ¿Quiénes serían en este siglo los escritores cuya grandeza no ha sido opacada por su imperfección en la escritura?
Quizás el caso más comentado en la lengua española sea el de Pío Baroja, un escritor con una inmensa obra que muchas veces se ha mostrado como ejemplo de imperfección, como ocurrió con Balzac en su época. Desde luego unos extremos de dejadez formal aniquilan una obra. Pero hay algunas que tienen en sí una fuerza narrativa tan contagiosa en la creación de tipos humanos, de ambientes, historias tan coherentes en sí mismas, que parecen recompensarnos en por esos desperfectos en el campo de la forma. Thomas Wolfe es un caso interesante: también es un escritor torrencial como Balzac.

¿Ahí incluyes a Celine?
Celine es un caso interesante de cómo el talento artístico puede hacernos tolerar incluso cosas que, cuando uno las observa a la distancia, dan náuseas, como los prejuicios más horribles: el nazismo, el antisemitismo. Su mundo es rudimentario, ruin, mezquino, pero está maravillosamente bien representado por una prosa ruin y mezquina. Con otra prosa, ese mundo sería intolerable.

Se acusó al boom literario latinoamericano de haber sido fabricado por un mercado editorial. ¿Cuál ha sido el real aporte de esta tendencia novelística a la literatura contemporánea?
Creo que su valor no fue sociológico ni histórico ni geográfico. Escritores como Borges, García Márquez o Cortázar fueron reconocidos porque eran grandes escritores, que hicieron una literatura atractiva y de gran vitalidad en un momento en que Europa se refugiaba en el formalismo y el experimentalismo. Hasta entonces la literatura en América Latina había sido básicamente pintoresca y sin embargo no había conseguido salir jamás de a región. Por añadidura, con esa nueva literatura latinoamericana vino un interés por América Latina, pero su reconocimiento en el mundo fue porque era creativa y original. Yo no creo que los autores sean fabricados. En nuestro tiempo, ha habido una bifurcación entre una novela de calidad que se confina en públicos minoritarios y una literatura de gran consumo, que generalmente carece de calidad, es fabricada casi de manera industrial de acuerdo con ciertos prototipos y tiene una gran llegada a ciertos públicos. Fue una tragedia para la literatura que eso sucediera. Una de las cosas maravillosas de la literatura del siglo XIX es que esa división no existía y los grandes novelistas eran escritores populares: la literatura popular y de consumo era la gran literatura. Los que leen hoy día a Grisham, leían a Víctor Hugo. Hubo después una época en que la literatura se refine, se vuelve experimental y busca formas cada vez más complejas, lo que la va apartando de un público profano al que antes llegaba.

¿Los escritores del boom intentaron acercarse más a la gente?
No en todos los casos. Quizás uno de los mayores éxitos de "Cien años de soledad" es que, siendo una literatura de alta calidad, ha logrado ser profundamente asequible para todos los públicos, llegar al lector más profano y tener, al mismo tiempo, todas las exquisiteces que demanda el más refinado. Pero no se puede decir lo mismo de "Rayuela" o de "Paradiso", que son una literatura que exige tanto, que el lector común no va a llegar nunca a esos libros.

¿Qué traspiés de críticos literarios te parecen memorables?
El caso más flagrante es el de Proust. Gide rechazó el primer volumen de "En busca del tiempo perdido" a pesar de ser el lector más inteligente de la literatura francesa. Otro caso escandaloso es el de "El Gatopardo", de Tomasi de Lampedusa. Casi todas las editoriales italianas, rechazaron el manuscrito de uno de los libros más grandes, originales, ricos y vigentes que se hayan escrito en el siglo XX. Y los que lo rechazaron no eran mediocres lectores como Elio Vittorini, el Sartre italiano de su momento. Él rechazó la obra porque le pareció que no representaba la visión adecuada de la sociedad. El que salvó el honor de la literatura italiana fue Giorgio Bassani, quien dijo que era una obra maestra, cuando ya estaba muerto el pobre Lampedusa quien no vio su obra publicada y murió convencido de que había fracasado como escritor.

LAS PREGUNTAS
DEL SIGLO
Responde Mario Vargas Llosa
¿A qué persona del siglo te hubiera gustado conocer?
A Nelson Mandela.
¿Dónde y cuándo en el siglo te hubiera gustado vivir?
Donde nací y donde he vivido en mi época
¿Cuál es el acontecimiento del siglo?
El Holocausto y el Gulag.
¿Cuál es el hecho más importante ocurrido en el Perú?
El más grave: el fracaso de los gobiernos democráticos.
¿Qué hombre del siglo no debió nacer?
Hitler.
¿A qué personaje del siglo deberíamos resucitar en estos días?
A Martin Luther King.
¿Cuál es la mayor mentira del siglo?
La de la sociedad perfecta inventada por los ideólogos.
¿Qué invento de la modernidad te parece imprescindible?
El cine.
¿Qué descubrimiento tecnológico del siglo no deja de sorprenderte?
La computadora.
¿Con qué mujer famosa seguirás soñando?
Con Flora Tristán sobre la cual escribo ahora.
¿Qué libro del siglo llevarías siempre bajo el brazo?
"Luz de Agosto" de Faulkner y "La condición humana" de Malraux.
¿Cuál es el personaje del siglo en el mundo?
Winston Churchill.
¿Y en el Perú?
César Vallejo.
¿A qué le temes del siglo XXI?
Al nacionalismo.
¿Cuál es la mayor esperanza que tienes en el nuevo siglo?
Que desaparezcan las dictaduras de la faz de la tierra.
¿Cuál es la canción que no dejarías de tararear?
La primera que aprendí de memoria: "Alma, corazón y vida".
¿Qué película volverías a ver siempre?
"Senso" de Visconti.
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© Augusto Wong Campos, 2000. Yahoo! Geocities Inc.