Liberación (Perú), Lunes 8 de mayo del 2000

Insólito diálogo con Mario Vargas Llosa
"Me gusta hacer el amor como el hipopótamo"

Por Maribel De Paz

En su casa de Barranco, decenas de hipopótamos en miniatura conforman la colección del novelista. FOTO: PAUL VALLEJOS, Liberación
¿Se terminó? Menos mal, porque me querían arrastrar a unas intimidades eróticas francamente peligrosas, así puso fin a esta entrevista el escritor Mario Vargas Llosa. Desde la dictadura hasta los hipopótamos, pasando por la muerte, el novelista conversó con nosotros en su departamento del malecón de Barranco. Desde un sexto piso y al día siguiente de llegar a Lima para la presentación de su libro "La Fiesta del Chivo", Vargas Llosa nos recibió rodeado de alegría y 15.000 libros de su biblioteca particular.

-¿Siente que está llegando a La Fiesta del Chino?
Bueno, entre las dictaduras siempre hay denominadores comunes pero cada cual refleja su época. La de Fujimori responde a una atmósfera política internacional que no permite que las dictaduras sean tan grotescas y que lo obliga a ser más disimulado y guardar ciertas formas. Lo más peligroso del régimen autoritario peruano es que ha sentado un triste modelo para las dictaduras del siglo XXI, con farsas electorales y dictadores menos caricaturescos y más borrosos.
- Más allá de la dictadura, ¿cómo siente al pueblo peruano?
Un país que padece de un régimen dictatorial no sólo padece atropellos y abusos, sino que se le cierran las puertas del desarrollo y el futuro. Los peruanos son hoy conscientes de esto y su actitud es de repudio al régimen anacrónico de Fujimori. Todos los peruanos que combatimos la dictadura debemos estarle muy agradecidos a Toledo porque ha realizado la hazaña de unir a una oposición dispersa.

- ¿Ha tenido oportunidad de conversar con el Sr. Toledo?
De una manera muy moderna: gracias a una radio argentina que nos entrevistó en simultáneo cuando yo estaba en Tokio y él en Perú. Su candidatura es muy importante porque muchos peruanos fatalistas se han contagiado de la esperanza de que sí puede lograr un cambio, y es esa movilización de gente la que impidió que el fraude se consumara. En este momento, la única prioridad en el Perú es poner fina la dictadura. Y esa es la razón por la que apoyo a Toledo sin reservas.
- Para cierto sector de la población, usted viene a tratar de sacar a quien no le permitió acceder al poder.
Ese es el argumento que utiliza el régimen para callarme, pero mis principios no me permiten callarme la boca si en mi país hay una dictadura. Si hay algo en lo que creo firmemente es en que las dictaduras son el peor mal que puede caer sobre una sociedad y por lo tanto tengo la obligación de combatirlas.
- ¿Cómo interpreta el hecho de que en el Perú se rechace a intelectuales como usted o Pérez de Cuéllar?
La violencia terrorista y la hiperinflación, que es otro modo de terrorismo, desacreditó tremendamente a los partidos políticos e instituciones democráticas y creó un campo de cultivo para la demagogia populista y autoritaria. Yo no creo que los países se vuelquen naturalmente en brazos de una dictadura, porque se trata de una forma de enajenación. Me alegra que el Perú esté saliendo de esa situación a través de movilizaciones de todos los sectores y regiones, y es por esto que tengo optimismo sobre el desenlace del proceso electoral.
- Hasta cierto punto se puede entender por qué la población en general se somete ante la dictadura, pero ¿porqué la apoyan los intelectuales?

Esa es una de mis grandes perplejidades porque son ellos los que sufren en carne propia, y en el centro mismo de su vocación, los estragos de las dictaduras, la falta de libertades, la desaparición del derecho de crítica. Y sin esto no hay sino una caricatura de la vida intelectual, mutilada y castrada. Siempre hay intelectuales que se ponen al servicio de la dictadura y es algo que da vergüenza ajena, pero también hay intelectuales que no se alquilan ni venden, que mantienen su integridad. Es a esos a los que hay que tomar como ejemplo.
- Si no tuviera que ofrecer todas estas entrevistas, ¿qué preferiría hacer en el Perú?
Con un poco de ocio y paz, ver a mis amigos y familiares, hacer un recorrido por sitios que para mí son un referente de mi memoria, donde he vivido, sobre los que he escrito, donde he tenido experiencias fundamentales. Me gustaría viajar por el Perú y ver qué ha mejorado o empeorado. Es lo que espero hacer cuando el país recupere la normalidad y deje de vivir en medio de la tensión y crispación inevitables cuando se vive fuera de la legalidad y libertad. No pierdo las esperanzas de que eso ocurra pronto.

- ¿Qué exige del Perú para volver a vivir aquí?
Probablemente yo no residiría fijamente en ninguna parte. A menos que un impedimento físico me lo impida, seguiré viajando hasta la muerte. Pero cuando el país recupere la legalidad y ser un país normal volveré a pasar largas temporadas aquí, además de vivir en Europa.
-¿Europa le permite despojarse de lo que usted denomina sus demonios interiores?
Si me despojara de ellos dejaría de ser escritor. Son traumas, obsesiones, ciertos fantasmas y urgencias que vienen de experiencias dramáticas. Siempre he escrito a partir de imágenes que tiene que ver con experiencias que me han marcado muchísimo, como la del Colegio Leoncio Prado, la dictadura de Odría y la lectura de libros como "Os sertoes", de Euclides da Cunha, que me marcó tanto que terminé escribiendo "La guerra del fin del mundo". Todo lo que he escrito parte siempre de las sombras de la personalidad, son experiencias irracionales que tienen mucho que ver con la pasión, con los sentimientos y el instinto.
-Me habla de su mundo interior, ¿cómo vive su espiritualidad?
Mi vida interior está muy centrada en la literatura, que es para mí el mayor de los placeres. Nada me produce mayor felicidad que un buen libro, me equilibra, me permite tener una perspectiva más serena sobre los problemas del mundo y la vida. Es una maestra extraordinaria de serenidad y comprensión. Es una vida espiritual donde lo religioso está reemplazado por actividades culturales, al igual que otras personas que se sienten satisfechas con la idea de trascendencia y divinidad.
-¿Pero qué le gustaría que hubiera más allá de la muerte?
Creo que la muerte tiene la ventaja de hacernos vivir con intensidad y exaltación en ciertos momentos de la vida, algo que desconoceríamos si realmente supiéramos que somos eternos. La vida sería una gran rutina y aburrimiento y no conoceríamos cosas tan exaltantes como el amor y la pasión.
-Me habló hace un momento de desequilibrios, ¿qué lo puede llevar a ese punto?
Para mí, el equilibrio es mi trabajo, lo que me organiza la vida. Los períodos en que estoy conmigo mismo es cuando estoy inmerso en la rutina del trabajo, sobre todo cuando está avanzado y bien encaminado. Por eso procuro, después de trabajar dos o tres años en un libro, salir de viaje o iniciar rápidamente otro proyecto. Flaubert decía que escribir es una manera de vivir y es una frase que yo compruebo cada día. Lo que escribo parece que tomara cuerpo y forma cada vez más independiente de mi propio control, y eso me produce una extraordinaria exaltación.
-Usted tiene una afición particular por los hipopótamos.
Sí, ahora que estuve en Buenos Aires me llevaron al zoológico a ver un hipopótamo recién nacido, pesaba 35 kilos y su madre 2.500.
-Sintió una emoción particular...
Es un animal al que le tengo mucho cariño. Para muchos es el símbolo de la fealdad. Es enorme, inmenso, desproporcionado y con patitas pequeñitas pero es un animal muy benigno, herbívoro. Tiene una boca enorme pero a mí me da la impresión de que se ríe, que es una manera de celebrar la vida. Y además es un animal muy civilizado porque le gusta gozar, le encanta hacer el amor. Los hipopótamos son profundamente eróticos y a mí eso me parece muy civilizado. Ellos sí simbolizan el eslogan de la revolución de mayo: hacer el amor y no la guerra. Todo empezó cuando escribí la obra de teatro "Kathie y el hipopótamo". Luego de su estreno en Inglaterra, los actores me enviaron pequeños hipopótamos de regalo, y luego continué coleccionándolos cada vez que me los encontraba.
-¿Le gustaría encargarse de uno?
Es un animal que hay que verlo en libertad, y además tiene una piel muy delicada, por eso es que pasa tantas horas metido en el agua. No es violento a menos que lo ataquen. Es mi animal totémico.
-Dicen que cuando uno tiene un especial agrado por un animal es porque se parece en algo.
Será en que me gusta hacer el amor como el hipopótamo. Espero que no sean similitudes físicas.
-¿La delicadeza tal vez?
-Supongo que sí. Detesto la brutalidad, la vulgaridad, la chabacanería. Pero no soy herbívoro. A diferencia de los hipopótamos, a mí sí me gusta un buen churrasco.
-¿Y esa delicadeza le habrá ayudado mucho en materia de amor?

Ya estamos entrando en esos terrenos peligrosos a los que no debemos entrar porque yo estoy casado con una mujer que tiene muchas virtudes pero no la de la tolerancia en esas materias arriesgadas a las que usted quiere arrastrarme.
-Finalmente, ¿qué es lo que siempre quiso hacer y no ha podido?
Creo que todos los seres humanos estamos llenos de ilusiones, de apetitos y ambiciones que nunca vamos a poder realizar del todo. Tal vez por eso soy escritor. Mi manera de realizar esos sueños imposibles ha sido inventando historias. Creo que la literatura me ha dado la posibilidad de vivir muchas vidas y ser muchos seres humanos a la vez, de estar en el mismo tiempo en distintas épocas históricas y geográficas. Es uno de los aspectos maravillosos de la literatura para defendernos de la adversidad y frustración de toda vida humana, porque siempre tendremos más deseos que realizaciones.

Volver a la página de Entrevistas
Volver a la página principal
© Augusto Wong Campos, 2000. Yahoo! Geocities Inc.