Argentino (56), enfrentó tempranamente
(a la edad de 7) la educación musical, que se prolongó intermitente y duramente hasta
sus 12 (derrotado). A los 14, reintentó, pero en alguna parte estaba escrito que el
sistema no era para él. Desertó definitivamente.
Intuitivo,
ametódico, anárquico, buscaba (y encontraba) en el teclado lo que el conservatorio le
negaba: la posibilidad de jugar a escuchar una melodía, y hallarla (de oído) en las
teclas. Pero el juego se agotaba en los lugares donde no encontraba un piano. Así, pues,
mascó su derrota y rumió su bronca cambiando el inalcanzable piano por la más manuable
guitarra. Pasó así la década del '60, y rascando las seis cuerdas aprendió a
acompañarse cantando. Jugaba a inventarse canciones, y a veces tenía ataques de escribir
letras en cuanto papel hubiera a mano. Siempre sin tomarse en serio, pasó el tiempo, y
con él llegó el estancamiento.
No obstante,
tuvo suerte: antes de terminar la veintena, se enredó con dos músicos profesionales, tan
bohemios y anárquicos como él, y entonces aprendió de prepo lo que era tocar siguiendo
un plan; sin partitura, con las partes pasadas de oído. Ahí tuvo que poner hasta lo que
no tenía. Y subió al escenario, y supo lo que era la borrachera que producen los
aplausos, y el sudor, y la adrenalina.
Pero también
comprendió que eso era efímero y mutable. Se refugió en otras cosas: su trabajo, su
arte fotográfico, y éste lo llevó por un sendero mágico a un encuentro crucial con una
musicóloga, en el que el diálogo le abrió senderos insospechados.
De ahí, a un
taller, donde otro gran amigo le inculcó dos cosas: "tu instrumento es
el piano", y "tenés que bajar la música que hay en tu cabeza".
Quedaron en pie las dos consignas, grabadas a fuego.
Los nuevos
tiempos trajeron el teclado, la computadora, el MIDI. Y con ellos la posibilidad de volver
a jugar, como le gustaba (y le sigue gustando). De pronto lo lúdico pasó
inadvertidamente a ser lo esencial. Y ahora, tardíamente metódico, puede jugar
anárquicamente con la intuición melódica. Y es así como bajan sus
músicas, en un juego que a él mismo lo asombra; y es así como desde los teclados se
recorren paisajes transitados por la imaginación; y es así como lo casual se convierte
en causal; y es así como rebrota una vieja alianza con un poeta y cantor -José María
Calderón-, pero esa es otra historia...
|
|