POEMAS II
Yosmar Lorena Pineda Monroy
ANGOSTURA
En Angostura, el río
se hace delgado y profundo como un secreto,
tiene la intensidad de una idea
que le pone la arruga a la Piedra del Medio.
En Angostura, el agua
tiene la hondura de un concepto
y acaso aquí es el río la sombra de Bolívar,
metáfora del alma que no cabe en el cuerpo.
Ved cómo viene, río abajo
pensad algo en el río sin vallas y sin puertos,
ancho hasta el horizonte,
caluroso como el Desierto.
La barca es un instante en la vida del agua,
una hoja en un árbol, una nota en un trueno,
y en la barca venía la esperanza de América,
un sorbo de hombre apenas, una pluma en un vuelo,
la gota primeriza donde nace
el Orinoco del Ensueño.
Y llegó aquí, a Angostura, en una playa primitiva
atracó la canoa; vedle hundir en el suelo
el tacón fino, con el pinchazo
de la avispa que quiere conocer su avispero;
seguidle, subiendo la cuesta
hacia la ciudad; un revuelo
de campanas anuncia su llegada, las casas
se endomingaban de banderas y de letreros,
de Soledad arriban canoas con mujeres
como cestas con mangos y mereyes del tiempo.
Angostura gallea su jarifa prestancia
para gustarle al Héroe guapo que tenía los ojos negros.
Y cuando subió la escalera,
hacia la cumbre del Congreso,
y cuando volvió hacia la playa
con la República en el pecho,
¿qué fue, Orinoco, aquella luz
que te encrespó los músculos y te erizó los nervios
y sacudió tus hondas fibras
desde la planta de Maipures hasta el puño de Macareo?
¿No era la Patria acaso? ¿No era la Patria misma?
La patria secular que te nació en tu seno
y vivirá en los siglos, eterna como el Mundo,
porque si un día se nos muere te devolverás del Océano.
CORO DE LAS PROVINCIAS
Violento de armonía, en el tono de la resaca,
llega el coro de las siete provincias,
siete rostros adolescentes
en las siete ventanas
de las estrellas de la Autonomía.
Cantan. Canta con ellas la niñez de la Patria,
que la primera leche de los labios destila,
baja de las estrellas el primer rubio
que cose en los maizales el botón de la espiga;
danza el coro de las provincias,
en el aula republicana.
Pero danzan sobre la yerba
azul de fantasía,
sobre el cielo de Miranda
horadado de mástiles mientras navega la escuadrilla.
La palabra Guayanesa
no está en el coro de las siete ninfas,
y en ellas invierten el camino del cielo
y hacia el Oriente navegan como las siete cabrillas;
y allí ven el milagro de la Tierra,
de un lado, el oro virgen da una franja amarilla,
hacia el Norte, del otro lado,
las Pampas de Oriente, rojas de Reconquista,
y en la mitad un río azul,
y allí se ven copiadas y en su centro se anidan.
Y así fue como el río su franja del cielo
que preside la danza de las siete provincias.
EVOCACIÓN INDÍGENA
Subiendo hacia San Félix, donde el río enseña dos dientes,
donde el río enseña, bien cerrados,
los dos puños de Piar exprimiendo la Hazaña,
subiendo hacia San Félix vimos el arco iris
que hacía el arco indio sobre su cuerda de aguas,
Y entonces recordé, amigos,
aquella lección de Historia que leímos en la infancia,
la primera lección de Historia,
en que nuestra leyenda nos inaugura el alma:
Recordad la primera lección:
nos dice que Colón nos descubrió en su tercer viaje
y habla de las corrientes aquellas que detuvieron a Colón.
Simple clase de Historia, clara como una mañana
sencilla como el día de la primera novia,
sueño de las primeras madrugadas,
simple clase de Historia, como un día domingo,
con misa de ocho y ropa almidonada,
clase de Historia que nos cuenta el día
en que venían las carabelas de España,
mientras , ajeno a todo lo que del mar viniera,
para su novia, por los montes, buscaba flores Sorocaima.
Por el estrecho tempestuoso,
las tres carabelas avanzan,
otra vela se iza en las espumas
que abanican las piedras de la costa de Paria,
las tres carabelas vienen
pero del lado de los indios las veinte bocas las aguardan.
Y al enfilar hacia el Océano libre,
una sombra se levanta;
abiertas las piernas sobre el Delta,
aferrado al suelo que sus tesoros guarda,
el Orinoco de sus muslos mojados,
que tiene oro en los pies y el Sol en las espaldas
y la cabeza entre los cielos,
en una mano tiene un arco y con veinte flechas dispara,
y luchan las tres naves por avanzar y en vano
porque en el Delta le rechaza
el viejo indio autónomo
que nació en la Parima y creció en la Guayana,
y tiende el arco indígena, si, tiende el arco iris
y lanza veinte flechas si vuelan veinte garzas...
LA BARCA FUTURA
Río de las Siete Estrellas,
camino del Libertador,
sangre del Corazón de América,
¡aorta que no sale del corazón!
Río delgado de las fuentes
río colérico de los saltos,
río de las siete estrellas,
que en la Fuente no llenas el hueco de las manos
y luego eres el sueño de un mar sin continencia!
Río brujo, que te pintas de todos los cielos,
Río de La Urbana, planicie pampera,
Río de San Félix, solución de gloria,
Río de Angostura, cauce de la guerra,
Río de Barrancas, Río de pensar
cómo puede haber tanta agua en la Tierra,
Río de nuestra Esperanza,
cuando la Esperanza sea!
Río de nosotros, nuestro espejo mismo,
espejo de esta alma nuestra,
por la cual, incansable como tú de horizontes,
trasudamos en vueltas y revueltas!,P>
No he de poner mis manos sobre tu lomo,
no he de pintar tus riberas,
que si en la izquierda tienes el corazón de las ciudades,
en la derecha levantas el brazo de las selvas;
no he de tocar tus aguas, tus millones de gotas,
que son el diezmo de las cumbres para el culto de las praderas,
no he de caminar por tus ondas,
que ya vendrá el Maestro caminando por ellas.
Sólo quiero ensanchar los ojos
hacia el desfile futuro que por tus aguas navega
y hacia el desfile del pasado,
hacia la realidad y la promesa,
hacia la barca de Antonio Díaz
y hacia el hondo sueño en que sueñas
con la proa del acorazado,
como los niños campesinos con su vapor de cuerdas,
con el barco de acero
que avance hacia tus fuentes aureolado de velas
y parada en el tope la paloma del Iris,
abierto el pecho por tus Siete Estrellas...
LA BARCA DEL PASADO
Y ahora, vuelvo los ojos
hacia la síntesis del Canto,
hacia la barca del Pretérito,
de parda vela y el bauprés sangrado,
tu propia barca, donde tú venías,
piloto de ti mismo, timonel de tu barco,
donde venía la Patria recién nacida,
como Moisés entre sus mimbres, por donde Dios quiso llevarlo.
Caracas fue la cuna
y Angostura la eternidad.
Por los montes andaba la Patria sin bautismo,
cuando llegó a los llanos, curva de caminar,
y entre tus aguas se fundió contigo
y fue contigo un solo llanto y un solo rugido tenaz.
Y bajaste con ella. Te cabalgó. Su trenza
era la espiga del escudo y tú eras el caballo sin paz.
Surcaste las tierras crucificadas
y en Angostura le diste tu agua lustral
y seguiste con ella: ¡allá va la República!
y en las bocas se hace veinte patrias más
y se asoma a tus veinte labios
cuando se va acercando al mar
y el mar alza en hostias su mejor espuma
y en las veinte bocas te pone sal.
Padre del Agua, Orinoco de las Siete Estrellas:
cayó en tus aguas mi parábola
como un llanto en el fondo de una mano abierta.
Si el mar te bautiza con la sal del mundo,
Río de la Patria de las Siete Estrellas,
mi Parábola desnuda,
mi llanto manado de una herida nueva,
te caiga en el fondo y a la mar se vaya
y en el mar se espume y suba en la niebla
y en la nube viaje
y en la montaña llueva
y salte en la fuente y a tus aguas torne
y arda en el brasero de tus Siete Estrellas...
(Aguas del Orinoco, noviembre de 1927)
ORINOCO
La prueba,
oh mi fuerte Orinoco, te filtró toda el agua.
Tú mismo,
desordenado,
pródigo,
invasor,
subversivo,
venezolano,
tú mismo
llevaste las dragas que te roen el fondo,
como tu propio pico de pelícano.
Te profundizaste,
escupiste el freno de las barras,
te recogiste en tu designio definitivo.
Un día
te echaste al hombro tus caimanes
y abandonaste lentamente las sabanas.
Tú mismo
te empinaste hacia abajo,
esotérico,
con un hondo respeto de la tierra
y diste a tus mil brazos
aptitud atlética
para recibir la crianza del trasatlántico,
para prenderte a las orillas
grandes ciudades que te caen
como tributarios de vida,
para ser el zaguán del mar,
traficado por los gritos de la tierra
que se echa a las calles del mundo.
Denso, populoso,
te caen y se te ahogan
duras palabras engranadas
en todos los idiomas del planeta.
Pero, todavía,
fuerte Orinoco,
todavía eres el Río Indio,
inconfundible,
en el salto,
en la bandada,
en la garza en un pie, que casi vuela
y en tu último caimán
en cuyo bostezo
se refugió toda tu tradición
con silenciosa desembocadura.
Oh mi fuerte Orinoco,
vieja calle bolivariana,
por donde pasó sin rumor
el hombre que te empujó con el remo que lo empujaba!
Oh mi fuerte Orinoco, erizado de flotas!
La prueba
que te filtró las aguas y del lado de ayer
dejó el residuo de sangre y de fiebre
con eficacia final de abono,
la prueba
que te llevó a tu máxima estatura interior,
Orinoco,
gran Río Útil,
primer ciudadano de Venezuela,
tu prueba
nos pasó por tu mismo filtro.
Yo mismo
me vi colar entre mi conciencia
y me sentí dragado
hasta la raíz de mi carne verdadera.
Aquí estoy, mi río sereno,
como lago que anda,
mi viejo río de las siete estrellas,
aquí estoy.
Mi poema de hace setenta años,
mi viejo poema,
frondoso como tus selvas,
desbordado como tú,
fue talado en la prueba,
filtrado,
dragado,
y regresa a ti
en la pureza de una palabra
que cabe en una mano con holgura de sorbo
y que te cae con el sentido caudaloso
de una gota tributaria,
voz de la lengua que trabaja, canta,
el salado sudor de los trabajadores,
ya desde los raudales, te hace marina el agua!
Tomado del libro Semblanza de Andrés Eloy Blanco, David Morales Bello, Ediciones
Aculpueblo, Instituto Municipal de Publicaciones, Alcaldía de Caracas,1997.
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