HUMORISTA

Yosmar Lorena Pineda Monroy

LA URBANIDAD DE CARREÑO

Basta dirigir una mirada al firmamento para darse cuenta de la altura a que se han colocado los artículos de primera necesidad. Las casas son castillos en el aire, los cauchos son anillos de Saturno, las arepas son alfas del Centauro, la sal el sol, las catalinas son la constelación de la Virgen, el agua está por las nubes y las nubes están por el agua. Baldó está por el Acueducto. Y el Acueducto no está.

Los deberes del hombre se dividen en cinco categorías: deberes para con Dios, deberes para con la patria, deberes para con la familia, deberes para con la sociedad y deberes para con el pulpero, el casero, el usurero, el billetero y el Administrador de Rentas Municipales. Los deberes de las cuatro primeras categorías constituyen el Deber. Los de la última constituyen el Pagar. Dios, la familia y la sociedad, son los que más fían. El plazo de Dios se vence el último día de cada vida. El plazo del casero se vence el día último de cada mes. El que le paga a Dios va al El Paraíso; el que no le paga al casero, va al tiro al Tiro al Blanco. A la patria le pagan unos para que ella les pague a otros.

Los deberes para con la familia se subdividen en dos clases: deberes para con la familia y deberes para con el resto de la familia. La generalidad de la gente cumple con la familia y le deja el resto a los cochinos; y otra, en lo que llega a un Ministerio coloca a la familia, al resto de la familia y a la familia del resto.

Los deberes del hombre para con la Sociedad se dividen a su vez en dos clases: deberes para con la Sociedad y deberes para con la sociedad Bolivariana. Los primeros obligan al individuo a respetar al prójimo, rechazar circulares líbano-sirias, dividir por igual entre todos los habitantes del país, cualquiera que sea su opinión política, el patrimonio espiritual denominado Bolívar y votar por el candidato que la íntima conciencia y el soberano albedrío aconsejen.

Los segundos recomiendan pedir a los obreros del Aseo Urbano el número de su boleta electoral, acatar las circulares ribereñas del Mar Muerto y del Golfo Pérsico, monopolizar el patrimonio de Bolívar, votar por el Side-Amate Benengeli, tomarle la sopa al Niño del Bicarbonato, romperle el plato en la cabeza y limpiarse la boca con la camiseta. Y por eso, cuando las dos categorías se encuentran opuestas por el vértice, son iguales a dos rectos, mientras el seno y el coseno de la Contraloría Nacional es perpendicular al paralelepípedo del Viático Parlamentario.

Los niños deben ser limpios y primorosos. Si eres sucio no serás amado. En cambio, los adultos, mientras más limpios, más cerca están de que se los echen a los cochinos.

Procura que tu ropa interior esté tan limpia como tu ropa exterior. Hay que ver lo limpios que estamos en el exterior. ¡Y hay que ver cómo está ese interior! Si lo dudas, vete a Ortiz y después hablamos.

Es de malísima educación meterse los dedos en las narices. Cuando estés delante de la gente, no cometas nunca semejante disparate. Hay que saber esperar. No te metas los dedos en las narices cuando te estén mirando. Cuando te quedes solo, métete hasta los pies, si te da la gana. Y si es en la mesa, no uses la servilleta para la nariz; lo mejor es que, disimuladamente, uses la servilleta de tu vecino. Tu vecino de mesa es tu compañero, es tu hermano; de manera que si en un bocado que te comas notas algo desagradable, pon la mano en tu boca y como quien no quiere la cosa, sácate el bocado y ponlo en el bolsillo de tu vecino, porque lo que comemos debemos compartirlo con nuestros hermanos.

No digas malas palabras delante de la gente. Reúne la mayor cantidad posible de malas palabras y, las escribes en un papel. Luego buscas la Guía del Teléfono, cierras los ojos, eliges un número al azar y una vez elegido, marcas el 4432 y sueltas tu lista completa.

Colarse en los teatros es una cosa que puede resultar desagradable y, cuando se hace sin talento, produce incidentes escandalosos. El sistema más conveniente consiste en entrar de espaldas. En esa forma, el portero cree que uno va saliendo y resulta que uno va entrando. Y hasta es posible que le den contraseña.

Es de un gusto pésimo, mientras se va navegando, jugar con los submarinos y decirles groserías en alemán. Lo mejor, cuando uno se encuentra con un submarino es decirle cosas amables en indiferentes, como, por ejemplo: "¿Ay, que linda ballenita" o bien: "¡Apúrese, capitán, que tenemos que comer con Gathman!", o mejor todavía, dirigirse al capitán del submarino y decirle:

"Estanislao,
Estanislao,
tus ojos submarinos me han torpedeao!"

En resumen, para navegar por el mar Caribe, hay que ser refinado; lo más refinado posible. Porque a los submarinos les dislocan las refinerías.

El acto de la recluta es un acto solemne al que no debemos corresponder con desplantes que están reñidos con las reglas más elementales de la urbanidad. Eso de salir corriendo cuando lo van a reclutar a uno, es una falta de educación incalificable. Ningún ciudadano tiene derecho a mortificar a la policía dándole la espalda cuando ella nos llama para reclutarnos. Por eso, la urbanidad aconseja, para el caso de que un ciudadano no quiera ir a las filas, tres procedimientos igualmente eficaces. El primer procedimiento consiste en salir de su casa, llevando en la mano un ejemplar de "La Historia del Tabaco en Venezuela"; y dejarse reclutar; una vez en el cuartel de policía, se abre el libro y se empieza a leer en voz alta; al segundo capítulo lo despiden a uno con lágrimas en los ojos.

El segundo procedimiento es bien sencillo. Se para uno en una esquina, como quien no quiere la cosa, y cuando llega la camioneta con los policías, se dirige uno al oficial y le dice: "¿Le cuido el carro?" Y como a los cuidadores de carros les tienen horror, la policía se transa inmediatamente y paga 0,50 por la cuidadada. Y el tercer procedimiento es el más rápido de todos, y consiste en lo siguiente: en lo que la camioneta se detiene, ya antes de que los policías bajen de ella, se lanza uno hacia su portezuela y grita: "¡Corran, que están reclutando!" Y la camioneta sale disparada a esconderse. Y queda todavía un cuarto procedimiento para los más audaces: consiste en reclutar a los policías.

La urbanidad está íntimamente relacionada con el urbanismo. Por eso, los capítulos referentes al baño, la higiene, etc., los dejaremos en suspenso para cuando el Gobernador tenga tiempo de escribirlos.

Si usted es nazi y quiere tener a sus hijos en el Colegio Alemán, sin que lo critiquen, lo indicado es decir que usted los tiene aprendiendo alemán para que los Gathman crean que es inglés.

Si Martín Tovar lo ve a usted tomándose una botella de cerveza alemana, se disgusta. Entonces, usted debe regalarle una botella de Agua de Colonia Tovar.

Es una falta de educación encontrar parecidos caprichosos a los niños durante los bautizos. A menos que el parecido favorezca al niño. De manera que cuando encontremos a un niño que se da un huracán al pintor Cabré, lo mejor que hay que hacer, para no mortificar a la familia, es decir: "¡Simpático el muchacho! ¡Parece hijo del Ministro de Francia".

Los matrimonios son fiestas generalmente aburridas, donde la sociedad concurre, la novia se escurre, Rugeles discurre y usted se aburre. La "politesse" aconseja en esos actos llevarse una bolsa para volver a casa con peras, manzanas, pasteles, etc. Y un termo pare el "consomé". También es de muy buen gusto, cuando los novios se fugan, meterse con ellos en el automóvil decirles: "¿A dónde vamos primero?"

El decirle a una dama "barriga verde", revela una cultura muy relativa. Lo indicado por la urbanidad es acercarse a la dama y, respetando su pudor, levantarle la falda, apenas lo necesario para verle la barriga. Y si la tiene verde, manifestarle en los más caballeros términos:

-¡Señora, usted se está muriendo!

Cero-Tres
28-2-42

Andrés Eloy Blanco. "Humorismo". Ediciones Centauro 76. Caracas, Venezuela, 1976.

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