LAS CAMPANAS NO SUENAN EN ISLA NEGRA

Las campanas de Isla Negra guardan silencio; las gaviotas no osan volar; el mar suspendió su cita con los acantilados; el viento es apenas un murmullo... Y es el que el poeta Pablo Neruda dejó de cantarle a la vida.

El hacedor de metáforas, el "poeta combatiente" se despidió hace 28 años, un 23 de septiembre de 1973, siguiendo una ruta marina tras las huellas invisibles de sus caracoles.

Andariego infatigable, recorrió los confines de lo que él llamó "un continente mudo" al que penetró con su verbo egregio, creando senderos de luz y sonidos.

De ello dejó constancia en Estocolmo al recibir el Premio Nobel de Literatura: "... Cada uno de mis poemas pretendió ser un instrumento útil de trabajo, cada uno de mis cantos aspiró a servir en el espacio como signos de reunión donde se cruzaron los caminos, o como fragmento de piedra o de madera con que alguien, otros que vendrán, pudieran depositar los nuevos signos".

Neruda constantemente indagaba su entorno, su mundo interior y de allí surgió su prosa consecuente con la esperanza, con el amor, solidaria con los pueblos.

Se negó a ser sólo un poeta laureado y reconocido, en su Canto General izó el estandarte de la lucha diaria de aquellos que viven, en su mayoría, en un permanente invierno.

"Creo que mis deberes de poeta no sólo me indicaban la fraternidad con la rosa y la simetría, con el exaltado amor y con la nostalgia infinita, sino también con las ásperas tareas humanas que incorporé a mi poesía."

Consciente que la muerte lo rondaba, concentró su último hálito en presentar su existencia llana y abiertamente en su obra, Confieso que he vivido.

Mucho se ha escrito sobre su vida, pero ésta cruzó los límites de la palabra impresa hasta inundar la pantalla grande con il Postino, basada en el libro de Antonio Skármeta , El Cartero de Neruda, quien le canceló así una "deuda exquisita" al vate.

El poeta chileno ya no está con nosotros físicamente y por eso las campanas de Isla Negra no repican en septiembre.

Poetisa Nocturna

NERUDA, EL CUENTACUENTOS


A finales de los '80 conocí a Neruda. Por supuesto, a la obra de Neruda; llegó a mí por referencia y no en papel, de la mano de Omar Lugo.

Omar era un ser mítico. Se había asentado en Caracas hacía varios años para estudiar periodismo y en poco tiempo se había hecho un experto en economía, área -a la sazón- en la cual se especializó al graduarse. Miguel, uno de los escritores con los que compartíamos esa época de locura, era el único que le conocía porque habían pasado juntos por buenos y malos tiempos, años antes.

Así que cuando Miguel anunció la pronta llegada de Omar, quien estaría de visita por un par de días, nos preparamos para la ocasión especial que esto significaba. Acordamos esperarle en El Gran Café -no el de París, ni tan siquiera el de Caracas, sino uno pequeño que un empresario con agallas instaló al filo de la carretera local, aquí en Cagua- y allí nos vimos pasadas las 7 de la noche.

Omar llegó poco después. Con el aire extrovertido y abrumador del que viene de conocer el cielo y el infierno, algo despeinado, atropellante, excelente conversador. Desde que lo vi por vez primera pensé que era el tipo perfecto para andar en sobretodo, reflexión que recordaría años más tarde al verle por casualidad vestido de esa manera, en una estación del Metro de Caracas.

Estaba a punto de graduarse de periodista y noté claramente su intención de involucrarnos en los temas que flotaban sobre los asiduos a los bares de Caracas. No nos dimos cuenta cuando uno de esos temas se transformó, poco a poco, en Neruda.

Creo que Omar hablaba en ese momento de sus libros de cabecera y estaba mencionando nombres que hasta ese momento sólo habíamos entrevisto en alguna que otra lectura desatendida: Borges, Rimbaud, Cortázar, Scorza, Miguel Hernández. Cuando llegó a este último, vio a Pedro -uno de nosotros, un ex presidiario que se había regenerado, se había convertido en escritor y vivía, de una manera algo nómada, en un puesto de periódicos- y le dijo: "Tú eres igualito a Miguel Hernández".

Entonces empezó a contarnos que Hernández era un tipo que vivía de cuidar cabras, y que fue descubierto por varios poetas españoles y consagrado por éstos. Una vez en Madrid, cuando sus amigos quisieron conseguirle un trabajo, Hernández preguntó si no habría alguien por allí que quisiera que le cuidaran sus cabras, que él se ocupaba de eso.

Poco después habló de García Lorca, otro nombre apenas vislumbrado por nosotros. Nos dijo que García Lorca hacía teatro itinerante y que, cuando conoció a Neruda, juntos se reunían en las noches a leer sus creaciones. De repente, García Lorca interrumpía a Neruda. "No sigas", le decía con su acento español, "que me influencias". Omar ponía a volar nuestra imaginación: ¡que un poeta mayor como García Lorca le diga a cualquiera de nosotros que es capaz de influenciarlo!

Entonces me miró a mí. Yo reservaba mi atuendo negro para los viernes, que era cuando se reunía la parvada de aspirantes a escritores que pululaba en Cagua. Generalmente tenía disponibles para ese día mi camisa, mi pantalón, mi cinturón, mi chaqueta y, poco más tarde, mis zapatos, todo de color negro. Omar entrecerró los ojos con su característico gesto de cuando acababa de recordar algo trascendental, y me dijo: "Chico, tú te vistes como se vestía Neruda en esos años".

Y de muchas otras cosas nos habló. Del verdadero nombre de Neruda y del origen de su archiconocido seudónimo; de la marmota que huyó ante una serpiente en medio de una muchedumbre de infantes; del Nobel que le negaron a Gallegos; de la muerte de Allende; incluso recitó de memoria algunos poemas de Neruda. Cuando por fin terminó la velada, algunos más ebrios que otros, todos quedamos como si hubiéramos consumido grandes cantidades de alimento utilizando las orejas como bocas.

Un par de años más tarde nos reíamos de nosotros mismos. Yo había conseguido en Caracas una versión muy barata de "Confieso que he vivido", de Neruda, y después de leerla la pasé a los muchachos. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que Omar nunca había hablado. De que sus historias habían sido contadas realmente por Neruda, el más grande cuentacuentos de todos los tiempos.

Jorge Gómez Jiménez , Editor de las revistas electrónicas Letralia y Lenguaje Binario.

NOCHE NEGRA PARA LA HUMANIDAD


Yo no me callo.

"Perdone el ciudadano esperanzado
mi recuento de acciones miserables,
que levantan los hombres del pasado.

Yo predico un amor inexorable.

Y no me importa perro ni persona:
sólo el pueblo es en mí considerable:
sólo la Patria a mí me condiciona.

Pueblo y Patria manejan mi cuidado:
Patria y pueblo destinan mis deberes
y si logran matar lo levantado
por el pueblo, es mi Patria la que muere.

Es ése mi temor y mi agonía.

Por eso en el combate nadie espere
que se quede sin voz mi poesía."
Pablo Neruda.

Pablo Neruda no es sólo el poeta de "Veinte poemas de amor y una canción desesperada". "Me conoceréis por lo que he escrito..." dijo, y su obra poética tenía una raíz profunda en el acontecer de su tiempo, en las conmociones sociales, en la desesperación de los desheredados, contra la violencia de las ideas caducas impuestas a sangre y fuego en un mundo joven, revolucionario y abierto.

"Puedo escribir los versos más tristes esta noche".... en aquella noche negra de la humanidad. Murió uno de los más grandes poetas de la lengua española; el más universal: Pablo Neruda.

Rara vez se ha dado en un poeta la coherencia artística, humana y política, como en Neruda. El paralelismo e incluso la coincidencia cronológica de su vida, con el vivir de su pueblo, es asombrosa.

Neruda murió oyendo el trueno sangriento del golpe militar, de los tanques en las calles, ante el asalto de su casa y esas manos salvajes revolviendo sus papeles, sus versos, su intimidad, mientras se quemaban los libros en la plaza pública queriendo quemar con ellos las ideas.

Pablo Neruda murió en la noche más triste. Un piquete de bandidos allanaba su morada y, en un alarde de hasta donde es capaz de llegar la vileza humana, destrozaba sus recuerdos más queridos. ¿Le quedarían fuerzas para presenciar hasta el final las consecuencias de tanta irracionalidad? ¡No!; murió antes. Ya no hacían falta las balas; lo habían matado, cuando iba a componer su última "canción desesperada".

Francisco Arias Solis , Foro Libre.



A PABLO NERUDA, A LOS 26 AñOS DE SU MUERTE


“Pálido entre banderolas y volantines tristes te fuiste un día de septiembre, Pablo, mes de la patria, aquel septiembre gris donde no hubo cuecas sino una danza terrible de fusiles y muertos… ¿cuántas hojas quedaron desoladas en tu cuaderno, cuántos poemas en el viento, cuántos asientos se quedaron vacíos, cuántas generaciones sin tu presencia… ay, septiembre ¿porqué te ensañaste así con nuestra patria, septiembre?”

María Cristina Grassi