RADINDRANATH TAGORE

Pia Sánchez

En Chitpore, la parte alta de la ciudad de Calcuta se hallaba la residencia de los Tagore en el barrio Jorasanco. Dwarkanaz Tagore (abuelo de Rabindranaz) era un brillante negociante que logró atesorar una considerable fortuna la cual no fue apreciada de igual forma por su hijo Debendranaz, quien sufrió una transformación que hace recordar a Buda: un hijo rico que había llevado una vida disipada, un sentimiento que invade su espíritu, un período de profunda inquietud y búsqueda y finalmente la paz espiritual encontrada por casualidad en una página suelta de un libro de Rammohun escrito en sánscrito que lo llevó a convertirse en el Maharshi, o sea el Gran Sabio.

En 1861 nació Rabindranaz, el décimo cuarto hijo que tuvieran Debendranaz y su esposa Saradamoni, éste nació en un hogar que hervía de inquietud intelectual y artística no solo por parte de su padre sino de sus hermanos también.

Rabindranaz publicó su primer libro de versos, Kabikahini, a la edad de 13 años y posteriormente encontró una plataforma para sus actividades intelectuales en una revista literaria llamada Bharati que publicaba Dwijendranaz, el mayor de sus hermanos.

Al cumplir 22 años Tagore se casó con Bhabatarini Devi con quien tuvo varios hijos que hicieron nacer en él la necesidad de darles una mejor educación. Por esta razón Tagore decidió en 1901 fundar la escuela Santiniketan (Casa de la Paz). Para su creación necesitaba dinero y entre otras cosas tuvo que vender sus derechos de autor. Tres meses después de fundarse la escuela su esposa cayó enferma y dos meses más tarde murió. Esto significó para Tagore el inició de una serie de tragedias personales, pues tendría que ver morir también a dos de sus hijos.

En diciembre de 1918 Santiniketan adquirió la categoría de Universidad mundial y el lema "donde el mundo hace su hogar en un solo nido".

En 1912 el pintor William Rothenstein leyó algunos poemas que Tagore tradujo al inglés, y quedó tan impresionado que envió una copia a William Butter Yeats, esto marcó el inicio de la universalidad de la obra de Tagore, ese mismo año Gitanjali se publicó en Inglaterra, en 1913 esta obra lo haría acreedor del Premio Nobel de Literatura, lo que confirmó la síntesis que Tagore como escritor había efectuado entre la vieja tradición hindú y las nuevas corrientes occidentales.

Los años siguientes de la vida de Tagore estuvieron llenos de actividad motivada por el deseo de viajar y la necesidad de recoger fondos para su Universidad que había dejado atrás sus modestos comienzos, ampliando y enriqueciendo su programa de estudios en todas las áreas.

En su última gira por Europa, a sus 70 años, visitó Oxford y la Unión Soviética donde hizo exposiciones de sus cuadros, pues a esta edad su afán creador aún insistía en revelarse.

Además de los servicios que prestara en los terrenos humanitario y educativo, Tagore nos dejó: mil poemas espléndidos, dos mil canciones, cerca de dos docenas de piezas de teatro, ocho novelas, ocho volúmenes de novelas cortas, más de dos mil pinturas y varios libros de viaje que contienen sus reflexiones sobre temas literarios, culturales, políticos, polémicos y lingüísticos.

Tagore pasó los últimos años de su vida en Santiniketan y finalmente en su hogar de Calcuta donde murió el 17 de Agosto de 1941, dejando a la a la humanidad un legado de poesía, música, pintura y sobre todo de ideales que 56 años después de su muerte conservan intacto su significado y validez.



EL REGALO

Ha llegado la estación del Pujah. La despensa está llena
de presentes: saris de Varasani, ornamentos de oro; los hay
a montones, y también vasijas llenas de dulces y requesones.
La madre está enviando regalos.

El hijo mayor es un funcionario que trabaja en un lugar distante
del país. El segundo se dedica a los negocios y no vive en el
hogar paterno; los otros hijos han reñido entre ellos y han formado
sus propios hogares, y los parientes están dispersos y viven lejos.
Durante todo el día, de pie en la puerta el niño más pequeño ve la
procesión de muchachas y sirvientes que pasan, llevando los
presentes en bandejas de bronce con coloridos manteles.

El día se acaba; ya se han llevado todos los obsequios. El último
resplandor del sol, como quien llevara una fuente de oro,
última ofrenda del día que se extingue, se ha ocultado ya en su
viaje hacia los cielos constelados.

El niño vuelve donde su madre y dice:
- Madre, has hecho regalos a todos, pero no a mi.
Con una sonrisa, la madre responde:
- Todos han recibido sus obsequios. Ahora, veamos lo
que queda para ti.
Mientras lo dice, le besa la frente.
Casi sollozando, el niño replica:
- ¿Es que no tendré yo ningún regalo?
- Cuando te vayas lejos, entonces tu también recibirás tu presente.
- Y cuando estoy cerca de ti, ¿no he de tener nada hecho con
tus propias manos?
La madre extiende los brazos y, atrayéndolo a su regazo, le dice:
- Tu estás hecho con mis propias manos.
(Del libro Lipika, Editorial Pomaire).

APENDICE 2

POEMAS DE CUMPLEAÑOS

En los días de antaño,
Cuando no hacían ruido en la historia las noticias del día,
En la era de la fama silenciosa,
Los que una mañana palpitante de vida
Emprendieron la ruta que la muerte amenaza
Para dar el inmortal alimento del Alma
A extranjeros remotos;
Los que por centenares se perdieron sin llegar a la meta
Y, por la sed torturados,
En las arenas del desierto abandonaron los huesos,
O cuyos rastros borraron las aguas del mar:
No fueron vanas sus vidas en la senda inasequible.
Han llegado a la unidad con el gran Ser incorpóreo
Que, invisible, da fuerzas al Hombre Eternal.
Hoy, en esta luz de la mañana,
Al recibir el toque de la compasión.
Ante ellos me inclino.
12 de Diciembre, 1940
(Del libro Lipika, Editorial Pomaire).

EL JARDINERO

Sobre las olas de la vida, en el vocerío del viento y del agua, el
pensamiento del poeta está siempre volando y bailando.

Ahora que el sol se ha puesto y el cielo oscuro se cae sobre el mal,
como las pestañas sobre un ojo cansado, quitadle al poeta su pluma; ¡y
que sus pensamientos se hundan hasta el fondo del abismo, en el eterno
secreto del silencio!.

Sudas, el jardinero, cogió de su estanque el último loto que había
quedado del desastre del invierno, y se fue a la puerta del palacio real
a ver si lo quería comprar el rey.

Al llegar, se encontró con un caminante, que le dijo "¿Cuánto quieres
por tu último loto, que se lo voy a ofrecer a Budda, nuestro Señor?"
Sudas le contestó: "Te lo dejo en una masha de oro".

Y el viajero se lo dio.

El rey salía en aquel instante del palacio, para ir a ver a nuestro
Señor Budda, y pensó: "¡Que hermoso sería poner a sus pies ese loto de invierno!". Y quiso comprar la flor.

Cuando el jardinero le dijo que le habían dado por ella un masha de oro, el rey le ofreció diez, pero el caminante dobló entonces el dinero.

El codicioso jardinero pensó que aquel a quien querían los dos ofrecer el loto, le daría más que ellos; y se inclinó, y les dijo: "No puedo vender la flor".

En el silencio umbrío del bosque de mangos, que se dilata fuera de los muros de la ciudad, Sudas estaba de pie ante Budda
nuestro Señor, cuyos
labios son el trono del silencio del amor y cuyos ojos destellan paz,
como la estrella matutina del otoño, puro de rocío.

Miró a su rostro, le puso el loto a sus pies, y bajó su frente hasta hundirla en el polvo.

Budda sonrió y le dijo: "¿Qué quieres tu hijo mío?". Y Sudas
le contestó: "La caricia mas leve de tus pies".
(Del libro El Jardinero, Editorial Lozada)