LA CONSIGNA ES: ¡MUJERES A ESCRIBIR!
Esta autora ecuatoriana ha publicado tres poemarios, un libro de relatos
futuristas, algunos cuentos infantiles y siete novelas. Todo ello entre
pañales, biberones, comidas y sin contar con un lugar propio para escribir.
"Yo quiero recalcar la gran cantidad de escritores que hay en todos los
países del mundo frente a la pequeña cantidad de escritoras. Yo sostengo que
salvo casos muy, pero muy excepcionales, no hay impedimentos de peso para que
la mujer, que quiera escribir, no escriba", afirmó Yañez.
Escritora que no sabe si es una feminista, pese a que las protagonistas de
todas sus novelas son mujeres en constantes luchas contra los convencionalismo
raciales, religiosos y sociales; que siempre buscan su propia identidad, son fuertes,
luchadoras y vencedoras, a diferencia de los personajes femeninos de la literatura
ecuatoriana escrita por hombres.
"No lo sé, porque en estos momentos cuestiono algunos puntos del feminismo. Pienso
que soy una humanista que lucha por la reivindicación de la raza humana en un
mundo desquiciado y que se vale de sus personajes femeninos para decir todo
cuánto puede hacer una mujer".
Con vocabulario sencillo y de hablar pausado, expresó que una de sus mayores
satisfacciones en su larga carrera de escritora fue el poner en entredicho la
tesis de Virginia Woolf.
"Ella dice, en su libro Una habitación propia, que para que una obra de una
mujer sea reconocida necesita de dos factores indispensables: independencia
económica y una habitación propia para escribir. Yo he logrado escribir sin
estos dos factores, a lo que debo añadir que soy madre de cinco hijos y
abuela de 10 nietos".
Nacida en Quito, en el seno de una familia compuesta por doce hiperactivos
hijos, Alicia Yañez Cossío mostró desde muy joven su inclinación hacia la
poesía y los relatos de fantásticas historias.
"En los primeros años mi educación en un colegio de monjas fue una tortura
debido a los números, nunca pude hacer ni una suma ni una resta. Tampoco
puedo ahora, y para compensar esa deficiencia, que me catalogaba de retrasada
mental, mi madre publicó mis primeros versos al salir del colegio. Esto se
une a un abuelo que me inventé y de aquí resulta mi indeclinable vocación
hacia la literatura".
Este abuelo vivía en Africa, era cazador de elefantes, tenía excitantes
aventuras como Julio Verne, que relataba en cartas que ella misma escribía y
contestaba en pedazos arrugados de papel tapiz para decir que eran pergaminos
o cortezas de árboles.
Llegó a convencer hasta a sus hermanos de la existencia de este abuelo y una
noche de llanto incontrolable, cuando le preguntaron la causa del mismo, ella
sin encontrar otra respuesta, respondió que el abuelo había muerto.
"Entonces sí lloré con motivo porque había matado al ser más entrañable que
nunca más sería capaz de crear... Recuerdo que ese día las amistades de mi
madre fueron vestidas de luto a la casa, a darle el pésame por la muerte de
su padre".
Pasaron los años, se casó con un cubano, nacieron sus hijos y retomó la
escritura en Cuba, donde vivió cinco años. Allá plasmó la experiencia del
proceso revolucionario de ese país.
Pero al regresar, las circunstancias económicas le son adversas y se vio
obligada a trabajar como maestra a tiempo completo sin vocación. "Sólo pude
escribir en el lapso de unos siete años un pequeño folleto de poesía en el
que definitivamente me despido de la literatura y dice así:
¿Quiere escribir pero tiene más
de tres hijos, un esposo dejando un reguero tras de sí, varios perros y
encima no cuenta con apoyo económico?. Esos ya no son obstáculos para
emprender el camino hacia la tierra de las letras. Si realmente tiene madera
de escritora, imite a Alicia Yañez Cossío que escribe con la "prisa de la
llegada del ocaso".
Es posible y serán casi seguro,
los últimos versos que yo escriba.
Voy a hacer poesía de la cocina,
está bien, me despido con tristeza.
Soy una mujer sin ambiciones,
con sentido común y varios hijos.
¡Tantos libros de versos por el mundo!
¡Tantos botones que pegar, entonces!
Después de ésta despedida, de tarde en tarde, las pocas veces que podía, escribía sin poder evitarlo, algunos cuentos cortos referentes a tías y tíos y un día sin saber exactamente por qué, les puso un comienzo y un final y este es el original de su primera novela, Bruma Zoreche y los tíos.Esta novela concursó en la primera bienal de Quito, pero ni siquiera fue leída "porque tenía demasiadas manchas, borrones. El resultado fue decepcionante". Sin embargo, la escritora no cesó en su intento de dar a conocer su trabajo y lo envió nuevamente a otro concurso, con mejor papel y menos borrones.
Y para asegurarse que su novela fuera leída la firmó con un seudónimo masculino, "el jurado le concedió el premio único de novela, con lo cual mandé al diablo la resolución de dejar de escribir y entonces me dije que sería novelista".
¿Pero qué sucedía con su familia, con su rol de madre y de maestra?. "Me di cuenta que tenía demasiadas restricciones porque dada la circunstancia que atravesaba y el deseo de ser madre como lo fue la mía, estaba condenada a ser el alma de casa tradicional".
Así que decidió conservar por encima de su oficio de escritora, su rol de ama de casa y su trabajo. "Sin embargo, este empeño no fue en vano porque a la larga logré que los hijos no fueran hijos, sino amigos solidarios...y gracias a esto supongo que he logrado conservar un cierto equilibrio mental y emocional".
"Me ha ayudado en el transcurso de mi vida a tener una cierta armonía y no escuchar todo eso de que la sopa está con sabor a quemado, la ropa sin lavar y todas las impertinencias que suelen escuchar las mujeres casadas y con hijos."
Pese a esa decisión, esa fue su época de mayor producción literaria, recopiló sus cuentos que fueron publicados por la Casa de la Cultura de Ecuador, "estos si fueron los últimos", no escribió más poesía porque los relatos, especialmente novelas, se acomodaban más a sus circunstancias.
Durante ese período también le publicaron un libro de cuentos futuristas donde expresa su preocupación por el adelanto de la técnica en el año 2000. "La crítica lo considera como pionero en el relato de ciencia-ficción". A estos, le siguió la novela Yo vendo unos ojos negros que es un alegato a los derechos de la mujer y una condena a la sociedad de consumo.
Luego publicó Más allá de las islas, novela que considera como la mejor lograda desde el punto de vista literario y el relato de ocho personajes que huyen de la muerte en el escenario de las famosas Islas Galápagos.
Otra de las lecciones aprendidas por la autora ecuatoriana es no tener prisa para escribir. "El tiempo límite en que demoro hacer una novela es cuatro años. Casi siempre escribo dos o tres obras a la vez". Así que vayan lento, pero consecuentes con su objetivo.
Yañez Cossío tuvo otro período de forzado receso literario, hasta que en 1993 sus cinco hijos se casan, fallece su esposo, comienza a sentirse vieja, "porque aparecen achaques y al final de la vida empiezo verdaderamente a sentirme escritora y en la actualidad escribo con la prisa de la llegada del ocaso. De no ser el ama de casa que escribe, sino quien escribe a tiempo completo y sobre todo sin horario".
Atrás quedaron las presiones, ya no tiene necesidad de instalar una mesa dentro de un closet que le sirva de escritorio, ni esperar a que todos se duerman para escribir.."Queda esa gran satisfacción de haber escrito venciendo tantos obstáculos".