"CUENTA, CUENTA LA LEYENDA..."

Eleazar Moreno Ortíz




¿Dónde se nos perdió Caracas, esa Caracas la ciudad que amábamos? ¿Se nos perdió realmente? ¿La amábamos, o a pesar de lo perdido la reencontramos en el odio, en el reverbero del calor cada vez más intenso, en la inseguridad, en la página roja de los periódicos amarillos, en el amanecer vivo, un día más, aquí en la cuna de la ultraviolencia?.

Creo firmemente que la amamos, no he oído de alguien que le sea indiferente Caracas. Caracas inspira pasiones polares, "ciudad de centro comerciales y superautopistas, donde a menudo se confunden el verbo ser con el verbo tener" hasta "¿dónde el sol amanece cantando? En Caracas ¿y la luna se duerme soñando? En Caracas".

No gordo, me haces el favor, de Billo si no me vas hablar, puedes hablar de la violencia y de lo que tu quieras, pero de Billo Frómeta ja...Si ese carajo era amigo mío.

Olvido imperdonable, queridos lectores, éste ensayo está escrito a 2 manos, al alimón como diría Neruda y García Lorca... Les presento a uno de los caraqueños por excelencia y coautor de este ensayo, al doctor Leopoldo Martínez Olavarría, "más doctor serás tu peazo e gordo, mira, Luis María Frómeta llegó flaquito que daba lástima con un saxofón que era tan grande que parecía que lo estaba soplando a él... por cierto, chico alcánzame la cajita de Negro Primero y siéntate aquí para contarte..."

¿Caraqueños los de antes? ¿Era más fácil hacer y mantener los amigos? Hablan de Caracas como una ciudad hostil anárquica, donde los ladrones viven libres y la gente decente encerrada. El hampa. El salir a la calle con el mínimo de dinero indispensable... Ja gordo esa fue la ciudad que te toco a ti, porque cuando yo era un mozalbete y trabajaba en la casa Boulton, como mensajero de confianza, dentro de mis responsabilidades figuraba llevar los depósitos semanales de la casa que quedaba en la esquina el chorro, hasta el banco de Venezuela, a unas dos cuadras. Un obrero, a quien yo acompañaba, llevaba el dinero, que llegaba a dos millones de bolívares; en morocotas y monedas de plata en una carretilla al descubierto, y en el trayecto había gran afluencia de personas que cargaban víveres y otras mercancías que llevaban a vender al Mercado de San Jacinto a media cuadra de lo que hoy tu le dices Plaza el Venezolano, donde los vendedores al verme gritaban entre chirigotas, "ahí viene el gordito con ese rialero" 10 y 30 de la mañana salgo del banco en Chacao histérico, el cajero tenía actitud sospechosa, retuvo mi cheque, eran cien mil bolívares, cruzo la calle, paro un taxi, rápido lléveme a la Urbina, me bajo, abro la reja, subo los escalones, un coco pelado intercepta la cerrada de la reja, pistola en mi cabeza, los cien que tienes en ese bolsillo gordito, todos o Te vuelo la cabeza.

¿Nunca te pasó nada así Polito? Nunca gordo, cuando era como tú, nunca.

"Cuenta, cuenta la leyenda, que antes todo era mejor, cuenta la leyenda que se podía caminar"... Caminar viejo, si algo todavía se puede hacer sabroso en Caracas es caminar, y Ud. querido lector, déjeme que lo lleve por Sabana Grande, o mejor, deje que lo lleve aquí mi compañero Polito. "¿Yo por sabana Grande? ¿Y, a tus lectores les gustan los caballos?" Ah polo, que disparate estás diciendo, déjame decirte gordito, que tu Sabana Grande (que el ridículo de Guzmán Blanco le puso Boulevard, por afición al Neoclásico Francés) era un Hipódromo. El Hipódromo de Sabana Grande.

Viejo, pero yo lo que quiero es caminar, caminar a paso de ruido por todas las esquinas dudosas llenas de edificios a medio terminar, olorosas a niños felices tomándose fotos con muñecos gigantes, tragarme un helado, oír a los peruanos tocando su música nostálgica y antiquísima al pie de una superestructura de concreto, "¿me compra esta libretica señor?. Señor señor tengo hambre, me da pa' comer?".

Vamos a darle al muchachito gordo, no viejo no lo haga, ya es muy tarde, mírelo como se aleja ahora mismo fue a llevarle el dinero a uno mayor que él que se lo quita y más tarde se lo cambia por droga. ¿Qué es lo que te gusta de caminar por aquí? Esto es muy triste gordo, mira hacia el cielo gordo, mira hacia el cerro. Gabriel de Avila le prestó su nombre peninsular pero el pobrecito estaba perdido entre tanto, macarao, mariche, caracas, caribe, hasta el propio cerro tenía un nombre extraño: Guaraira Repano.

Es extraño pero yo creo que esa manía de hablar en genéricos viene de esos tiempos. ¿Hablar en genéricos? Si chico, conchale, hablar en genéricos, la cosa, el coroto, la vaina: un palo es un pedazo de madera pero si llueve muy fuerte es un palo de agua, un palo es un trago pero muchos tragos dan como resultado una palamentazón que seguro resultara en una tronco de pea.

El caraqueño sigue hablando parecido, pero lo hace con palabras mezcladas del inglés, y con palabras del argot: convive, el pana: el compañero de fechorías o aventuras; cuál es, qué es lo que dice: saludo informal; muelear: mentir, y la mezcla es a tal punto abigarrada, que entre dos o más generaciones de diferencia las conversaciones no se entienden...

"Y de vez en cuando, mirar al cielo, y respirar"

Mirar al cielo y respirar. ¿Todavía se puede mirar al cielo? No se pierde la mirada entre tantos avisos, luces, afiches, y si por casualidad se consigue un punto que no esté cercado por tanta publicidad, afiches, pancartas... ¿Anuncios gordo? Escucha este:
Leda al cisne, después del embeleso,
del primer beso tierno y pasional,
Le pregunto - ¿ y a que te supo el beso?
Y dijo el cisne con el pico tieso,
a Ponche Nacional-

No me deja ponerme serio con los lectores Polito, qué van a decir, qué pena!, les contaba acerca de encontrar claros sin publicidad ni edificios que te permitan mirar al cielo, entonces tampoco puedes hacerlo por la contaminación. Miles de carros de distintas clases de bestiales y enormes que en otras ciudades del mundo jamas dejarían pasar libremente, aquí sientan sus reales ocupando la mitad de la vía, y llenando todo de un humo gris realmente asqueroso. Por otra parte, todas las marcas de autos del mundo tienen distribuidoras aquí, inclusive autos que en su país de origen no existen de hace tiempo. Aquí son maravillosamente populares.

Eso si es bien raro gordo, antes y a pesar de existir otras marcas, la propia, la marca, o mejor dicho el carro que todo el mundo quería era el ford modelo T es decir, el ford de tabletas, todos tenían uno (en eso el caraqueño no ha cambiado le encanta oler gasolina) y era tal la popularidad que para diferenciarlos les ponían nombres, así como a las mascotas, habían tantos que por ahí por los 20 circulaba una poesía que decía, mas o menos así:

¡Qué dolor debe dar ser Ford!
Siempre de hojalata
Que al pasar todos digan
¡ Ahí va un Ford!
Como quien dice
Ahí va un cualquiera
Y pensar que en lo íntimo
De las bujías y el carburador
Se es tan automóvil
Como cualquier otro auto
Y a lo mejor
¡Mejor!
¡Pero no puedo llorar por un pasado que no conocí... por eso..!

¡Pero has estado llorando todo el ensayo gordo!, yo he escrito cantidades de razones por las cuales amo a Caracas, tú no me has dicho ni la primera. Bueno Polito, amo a Caracas desmesuradamente y también como tú en mis recuerdos, la amo en los grandes boulevares donde nunca se hace de noche, la amo en sus brutales contrastes de construcción, de temperatura, en sus lluvias sectorizadas y espasmódicas, en las caderas y en los senos de todas las caraqueñas que caminan con rumbo tan fijo que sorprenden, en su comida, somos caraqueños ambos, así de amar a Caracas y ambos estamos gorditos. Caracas es la mesa servida, la copa de vino, la charla, la caminata, el postre sabroso de fulanita, la cerveza y las tapitas, el reloj de la Previsora, el parque del Este, Parque Central, Bellas Artes, el Teresa, la avenida Baralt a las tres de la mañana, la cota mil a cualquier hora...

"Dame un cuchillo para cortar el aire y besarte, si me siento pesado es por el plomo que llevo en la sangre".

Amo a Caracas por mis años ochenta, ese que ha estado cantando en todo el ensayo es Yordano: Vivir en Caracas, el Poliedro; Frank Quintero: La Dama de la ciudad; Ilan: cerro Ávila; Franco de Vita; Plaza del centro, toda mi generación le cantó a esta ciudad. El mirador de la Alameda, era bueno ir para allá de noche con una guitarra y una botella de vino y esperar el amanecer viendo las luces de la ciudad abrazado a un cuerpo amado.

Amo en mis recuerdos felices a esta ciudad de locos, salgo de ella para descansar y respirar el aire puro y se me hace difícil vivir, el plomo que llevo en la sangre se me baja y me mareo, me obstino, me acorralan tanto silencio y tanto animalito cagón.

"Pero que hacer el tiempo muy poco significa
para la brocha cursi grotesca y nueva rica
que pinta de plateado los techos de latón"

Eso odio de mi ciudad, es cierto. Es injusto que más del 70% de mi gente viva en esas pesebreras faltas de toda dignidad, ellos aunque no por su culpa, si no por su indefensión, afean la ciudad, y llenan las calles de Caracas de esos niños cada vez más pequeños cada vez mas solos, cada vez más rencorosos que pueblan los peligros de las madrugadas.

Cada diciembre de elecciones, fiesta, algunas promesas más, y una mañana amanecen las mismas pesebreras pintadas del color del gobernante de turno, entonces de noche ves lucecitas y de día unas tristes chozas pintadas de blanco rabia.

Es lo único que detesto realmente de mi ciudad. Porque si urbanísticamente Caracas es un desastre, invité a este ensayo a Polito Martínez a que nos hablara un poco del plan original de la ciudad, porque además del anecdotario y de ser un caraqueño de excepción, él fue uno de los urbanistas que luchó en vida para que eso, que odio de mi ciudad, no sucediera así. Polito muere en 1993, y él representaba toda esa historia legendaria y casi mítica de personajes que yo conocí y amé por referencias bibliográficas, y todos ellos, eran amigos personales de Polito, desde César Rengifo, hasta Aquiles Nazoa, entonces era un placer compartir su caso y a veces hasta su ron (ajá le echas dos hielitos hasta el tope el vaso de un buen ron y antes que se bote, dos deditos de jugo de durazno).

Ahora justo al final de este ensayo en donde dejo de nombrar tantas cosas que ambos amamos no tengo ganas de hablar de la ciudad que no fue. El teleférico, la plaza Bolívar, la quinta Anauco, el capitolio, la catedral, (han oído el carillón del campanario) el frío de diciembre, el granizo que cayó hace cinco años, la niebla que aún cae en ciertas zonas, la Pastora, la zona colonial de Petare; son sitios de mis recuerdos y mi pasión, son sitios donde amé y enseñé a amar a mucha gente...

"Escenas de amores perdidos en calles de luna..."

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