HUMORISTA

Yosmar Lorena Pineda Monroy

SALVEMOS EL CORRAL AMERICANO

Gallos

Ocurren cosas en Estados Unidos que, a veces, parecen ratificar en lo cotidiano las apreciaciones de Waldo Frank acerca de la lucha por el confort entre sus compatriotas. Dice Frank que el pueblo norteamericano ha hecho esfuerzos gigantescos y conquistas nunca sobrepasadas en su deseo de adquirir el confort, esto es, la comodidad. Y en tal camino han logrado un sinfin de máquinas que hacen las cosas en menos tiempo y, en consecuencia, realizan una vida más confortable. Y, sin embargo, la lucha por el confort continúa como una carrera desesperada, de manera que en el estado actual de ese combate, Frank llega a la conclusión de que los norteamericanos, en su anhelo para inventar cosas para su comodidad. En efecto, si inventan un aparato para dormir, en cuanto se acuestan sobre él, empiezan a darle vueltas a la cabeza pensando cómo harán para perfeccionar ese mismo aparato, hasta el punto de que no duermen.

Creo un poco exagerada la aseveración del gran filósofo y sociólogo; porque si es verdad que un gran número de personas vive en los Estados Unidos en perenne desasosiego, por el empeño de hacer más cómoda la vida, también es cierto que ese número de personas es de los sabios e inventores; pues millones de gentes ajenas a esas angustias están gozando de los mismos progresos continuos del confort.

Pero al decir que creo exagerada la aseveración de Frank, he dicho "un poco exagerada" y no más. Porque al asomarse a aquella vida vertiginosa, el hombre siente en realidad la prisa de una existencia colectiva que no parece dejar sitio al reposo, que es la expresión más humana de la comodidad.

Durante mi estancia en California se debatía un problema que parecía imposible de suceder. Y ya para mi salida, ese problema creaba un conflicto entre la municipalidad y el Alcalde de Los Ángeles. Pues ocurrió nada menos que lo siguiente: La municipalidad de Los Ángeles decidió prohibir la existencia de gallos en el perímetro de la ciudad de Los Ángeles -la más extensa del mundo, tal vez, después de Londres- alegando que los gallos producían ruidos molestos que impedían el desarrollo de ciertas actividades. Indudablemente que el consejo se refería a dos actividades que reclamaban silencio: una de ellas común a todas las ciudades, y la otra, peculiar en Los Ángeles: el sueño y la filmación de películas. En toda forma, la municipalidad decretó la expulsión de los gallos como elementos subversivos.

El alcalde se opuso terminantemente al decreto edilicio; lo asombroso es que no alegó razones inherentes al derecho de propiedad; sino que se fundó exclusivamente en principios de moral doméstica, declarando que la ausencia de gallos sería catastrófica para la moral de las gallinas. En nombre de la honorabilidad de los corrales, el pulcro mandatario se negó rotundamente a permitir que los hombres de pluma faltaran del hogar, ya que ello constituiría un incentivo para la corrupción de las mujeres de pluma. En realidad, parece que, al faltarles el gallo, las gallinas se dividían en dos categorías, a saber: las gallinas gallinas y las gallinas más o menos gallos.

El conflicto continúa en Los Ángeles. La municipalidad ha hecho caso omiso del veto del alcalde y mantiene su fallo. Y ante semejante problema, típico de los Estados Unidos, me sumerjo en dos clases de reflexiones; una, de origen histórico y otra, de origen histérico. La primera surge de la evocación de la época en que la desaparición de los gallos de Venezuela significaba casi la reducción en categoría de los Jefes Civiles; sobre este tema acaso volveré para deducir consecuencias sociológicas, que me llevarán a la consideración del gallo, como símbolo de una Venezuela decadente. Y la segunda, de palpitante actualidad, se refiere al reciente escándalo surgido en el seno de la A.E.V. con motivo de la pretendida expulsión de las mujeres de la mesa directiva. Aquí ha sido al revés. Algunos hombres de pluma, sólo por razones doctrinarias, y sin meditar las consecuencias, están por la expulsión de las mujeres de pluma.

Pues bien, después de tantas reflexiones, yo que siempre he estado de parte del Ayuntamiento y en contra del Representante Ejecutivo, en el caso presente me declaro absolutamente partidario del General Mibelli. Y reclamo la permanencia de las damas en la A.E.V., en nombre de las más elemental precaución.

El Nacional 27 de enero de 1994

Andrés Eloy Blanco. "Humorismo". Ediciones Centauro 76. Caracas, Venezuela, 1976.

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