HISPANIDAD, SESION DEL 13 DE MARZO DE 1947
(Constituyente)
Esta sesión, señores (y conste que no hablo como Presidente de la Asamblea,
estoy hablando como simple representante del pueblo) va a pasar a la
historia como la sesión de los trapos; y no soy yo quien quisiera que ella
se prolongara en tal sentido; pero como advirtió la Presidencia, al salirse
de la materia algunos oradores -la Presidencia sí quiere tener un poco de
sentido igualitario- tuvo que bracear en el torbellino y entregarse también
a la materia que está fuera de orden.
Se habló de hispanidad y se me pidió mi testimonio. Será mi interpretación,
porque en mi "Canto a España" no se pronuncia la palabra "Hispanidad" y no
porque me fuera antipática, porque en esa época todavía no se había inventado
el último de sus sentidos. Yo entiendo que la Hispanidad o la Hispanidaz con
zeta al final, como dicen los más ensorbecidos partidarios de la nueva hispanidad,
tiene tres sentidos distintos: el sentido que le daría Pi y Margall, que es un
sentido de profundo lirismo y de profunda fuerza espiritual, que hace de América y
de España una sola aspiración republicana; es muy distinto ese sentido del
sentido de hispanidad que venía de los labios del Conde de Peña Florida
cuando sacaba las patentes de los barcos de la Guipuzcoana; y es muy
distinto también del sentido que le dan el General Francisco Franco y los
suyos cuando conciben a la hispanidad como un disfraz, como uno de esos
trajes muy españoles, llenos de alamares, con castoreño y guayabera, para
enviar detrás de ese traje vistoso, o bajo la peineta y la mantilla, la
penetración fascista a los pueblos de América. (Aplausos)
Hay hispanidad, y yo insisto en llamarla con "d" final, porque es la pura,
en el sueño integrador de una América que casi conquistaba a España después
de España haber conquistado a América, en aquel sueño de Pi y Margall y de los
republicanos de la primera República, en que soñaban una España descubierta
por América y conquistada por América para la gloria de la República.
(Aplausos).
Y hay hispanidaz con zeta en el vestir de arreos tradicionales de la España
cristiana, de la España Manchenga, de la España de la pareja inseparable, las
quintas columnas que van a servir no ya a la hispanidad misma, a la noble hispanidad
de antaño, sino a una facción que ni habla español ni cree en Jesucristo, porque es
la función racista del nazi-fascismo. (Aplausos). Por eso, se puede hablar de
hispanidad en ambos tonos y en ambos sentidos; y por eso se puede atribuir a hispanidad
el mismo sentido que se le da a la palabra ausencia y a la palabra presencia.
La ausencia o la presencia del espíritu español en la empresa colonizadora
y evangelizadora, la ausencia o la presencia del espíritu español en la
empresa penetrante del fascismo, tiene dos sentidos muy distintos. Ausente
se llamó desde el último rincón de España al que salía para estas tierras a
buscar un Dorado, cualquiera que ese Dorado fuera. En la fórmula de Carlos
V, en el Plus Ultra, cualquiera que sea el estilo dinástico que se hubiera
querido dar la conquista, ya el estilo de los Austrias, ya el estilo de los
Borbones, en la fórmula del Plus Ultra caben las dos hispanidades, ya la
del espíritu, ya la del hombre español, en quien Sarmiento vino a descubrir
en magnífico hallazgo, el secreto de que el español no es navegante.
El inglés navega por navegar; el español no ama al mar sino como un medio de
ir más allá en el vuelo impetuoso de su espíritu. (Aplausos). Pero también
el Plus Ultra era el mascarón de proa del ansia de dominio de la España de
los Austrias. Y la ausencia para el que quedaba allá, era también la
ausencia del emigrante que después va a ser indiano o que va a sembrar con
sus huesos esta tierra de su trabajo y de su dicha: la tierra americana; y
ausente fue también José Antonio Primo de Rivera, y ausente fue también
para algunos en nuestra tierra, Armando Zuloaga Blanco, por analogía con
José Antonio Primo de Rivera. (Aplausos).
Armando Zuloaga para nosotros, los que convivimos con él, es una cosa. Yo
recuerdo como una de las cosas que más me han emocionado en el recuerdo, que
fui yo quien puso sobre la cabeza de Armando Zuloaga la primera boina que
llevó un estudiante en Venezuela, y así parece que la hubiera recibido multiplicada,
cuando un grupo de estudiantes venezolanos en un inmerecido momento, puso en mis
manos la boina de Eutimio Rivas, que conservo como conservaría un
relicario. (Aplausos). Y así Armando Zuloaga Blanco era eso para mí; y para
otros fue el ausente, porque quisieron identificarlo con el caudillo de un
movimiento falangista español. (Aplausos).
Ahora debo hacer constar aquí de una vez por todas que si yo he cambiado
de opiniones, no sólo en materia de autonomía universitaria; he cambiado de
opinión precisamente, porque quiero inclinarme ante los que tienen razón o
ante los que han tenido más autoridad que yo en la materia y han podido
demostrar lo contrario de mi criterio. Y aun hablando del "Canto a España",
también cambié de criterio.
Le faltaba a mi distinguido colega el Diputado Fernández la noticia de que
cuando yo escribí el "Canto a España", era un hombre que se espantaba de
que le hubieran cortado la cabeza a María Antonieta. Yo era un hombre que
cada vez que leía aquel maravilloso capítulo de Hugo, describiendo
Waterloo, cada vez que lo leía era tan hermoso el estilo, era tan viva la
descripción, era tan heroico el tinte, la pátina de grandeza que le daba a
la Guardia, que cada vez que lo leía tenía la esperanza de que en esa vez
ganara la batalla Bonaparte. (Aplausos). Y fui un poeta de juegos florales
y corrí el tremendo riesgo de llegar a ser o el más cortesano de los poetas
o el más poeta de los cortesanos. (Aplausos). Y así, en mi "Canto a España"
era un ausente, eso, un ausente de las realidades de mi tierra. Estaba en
mi Olimpo de poeta. En mis primeros versos salía ala calle con el
periódico, que no quería doblarlo para no doblar mis versos. Y así canté a
Alfonso XIII en mi "Canto a España"; y llegué a España, y un cinco de mayo
de 1924, habiendo conseguido un permiso para presenciar en la Cárcel Modelo
de Madrid la ejecución de tres hombres, al día siguiente escribí "La elegía
del 5 de Mayo", que habiéndome valido un regaño del Gobierno dictatorial de
Primo de Rivera, me valió también un cambio de costado, un costalazo que
debía repercutir en mis costillas y en mis pies contra los muros del
Castillo de Puerto Cabello. (Aplausos).
Y allí vine a dar para encontrarme conmigo mismo, para encontrar mi propio
camino, el que yo no había olvidado, porque no había aprendido nunca, porque
yo venía de los libros, yo venía de la gesta y del romancero. Yo había tenido
mentores, algunos corrompidos y otros no. Algunos corrompidos en política,
otros puros, escondido en la cela y en la biblioteca; pero yo había salido
de allá imbuido de la gloria del Romancero y de la finalidad única de la
poesía: el arte por el arte. Llegué al calabozo. Los estudiantes de Venezuela
en el año 28, merecen de mí no sólo compañerismo y admiración, merecen también
gratitud. Yo me sumé a ellos desertando de una generación, de un grupo que
tenía hombres honrados, pero en lo que nos encontrábamos mirándonos las
caras, creyendo que el mundo se había hecho por nosotros; y conmigo fueron
muchos de esa generación; fuimos con los estudiantes del 28, y aquí he de
repetir lo que dije en un pueblo de mi tierra: Allí nos metió el verdugo,
allí nos hundió en el calabozo, allí empezó a frotar nuestro espíritu con
los muros y las piedras de las bóvedas del Castillo, y allí, en el frotar y
en el frotar, año tras año, se gastó la piedra y no se gastó el espíritu.
(Aplausos).
Allí está entre nosotros Alberto Ravell, quien un 19 de noviembre me recibió
en Puerto Cabello y un 31 de diciembre, varios años después me despidió allí
mismo. Que diga él si el hombre que entró era igual al que salió. Bendito sea
Dios por ese cambio! (Aplausos prolongados). Yo soy, pues, y me enorgullezco
en decirlo, un discípulo del pueblo. Si aprendí en la Universidad, si me
gradué en ella, también es cierto que salí de ella con un rumbo en la vida;
y que fue mucho después cuando el pueblo mismo, el dolor de ese pueblo, la
angustia de ese pueblo, como el mejor de los maestros, hizo de mi, hasta
como poeta, un hombre distinto del que era; y no me quejo.
Hasta he sido pecador siendo Presidente de esta Asamblea, en venir a salirme
de la materia mucho más que el diputado Fernández, mucho más que el diputado
Faría y mucho más que el diputado Sotillo Arreaza. Hasta en eso, pues, tengo
que parecerme a mi pueblo. Y para ser más fiel a esa diversificación, formulo
la amenaza de que si después de este desahogo que responde a la amable cita
del compañero Fernández, se sigue diversificando y ramificando el debate, los
amenazo con recitarles, aquí mismo, el "Canto a España". (Prolongados aplausos).
"Andrés Eloy Blanco. Parlamentario". Compilación y Selección: Luis Pastori.
Vol. II. Ediciones Centauro 81. Segunda Edición. Caracas, Venezuela. 1981.
-Ciudadanos representantes: Yo vengo más que todo a hacer aquí un llamado
semejante al que ha hecho el doctor Branger. En realidad, la debilidad de la
Presidencia ha consistido en tratar de compaginar los intereses de las
diversas fracciones. De estas fracciones ha surgido la violación del Reglamento.
El Presidente no es un monarca; la Asamblea ejerce la plenitud del poder
deliberante y es la Asamblea la que puede más que la Presidencia en la interpretación
del reglamento como en su propia confección. Si la Presidencia fuera débil ya
se hubiera desmayado (risas y aplausos).
Esta sesión de hoy, señores representantes, es un ejemplo más de lo que esta
misma Presidencia ha venido diciendo, un ejemplo de combate singular. Si se
cierran los ojos se podría concebir el hemiciclo como una arena de circo y las
barras como las graderías que aplauden y que silban a sus favoritos. Hoy han
venido cargados de documentos; cualquiera pensaría que se trataba de documentos
sobre materia constitucional, pero ya hemos visto que aquí, como se llevan
armas bajo la ropa, traían periódicos para defenderse y atacar, armas de
defensa y de ataque.