De
vendedor, a River
Guillermo Pereyra hizo de todo para juntar dinero y probar suerte en el fútbol grande.
Tenía 12 años cuando en los sueños de un chico de barrio estaba dejar su Río Cuarto natal para triunfar en el futbol de Buenos Aires. Por eso, apenas terminó el colegio primario,
Guillermo
Pereyra, el chico de 19 años que anteayer con dos goles consolidó el triunfo
ante Talleres, en Córdoba, tomó una decisión: para hacer las valijas,
necesitaba dinero. Y entonces, se puso a trabajar...
Primero,
como vendedor ambulante: hacía promociones en la calle hasta que sus padres, Raúl
e Isabel, le hicieron un trato: "Nosotros te pagamos un sueldo y atendés a
tu hermano en la casa; pero no nos gusta que estés deambulando todo el día",
le dijo Raúl, en aquella época.
Dicho
y hecho: Guillermo colaboró con los quehaceres del hogar, pero pronto se cansó.
Buscó otra alternativa, entonces, para tener una fuente de ingresos. Organizó
campeonatos de fútbol con una cuota de inscripción. Buena idea, pero que no le
dio tantos frutos económicos. Hasta que cambió de rubro: salió otra vez a la
calle a vender... conejitos de la India.
"Toda
la familia estaba detrás de él, los ayudábamos mucho y corríamos con todo lo
que hacía", confiesa Raúl.
Pero
una tarde cualquiera, el fútbol le dio la oportunidad que tanto había
esperado. Guillermo jugaba una final con Renato Cesarini, equipo que lo vio
crecer en Río Cuarto, hasta que Ricardo Salorio, el actual preparador físico
de la selección juvenil, le descubrió sus virtudes: un 5 que juega muy bien y
tiene estilo con la pelota. Y lo llevó al Sub 17. Tenía 14 años y el sueño
estaba cada día más cerca.
El
técnico José Pekerman le pidió a los padres que ubicaran a Guillermo en un
club para explotar su talento. "Y él eligió a River, donde Pekerman lo
recomendó, y a partir de allí se quedó a vivir en Buenos Aires. Era lo que
siempre quiso", dice Raúl.
Guillermo
se instaló en la pensión del club. Claro, hizo buenas migas con otro
riocuartense: Pablo Aimar, con quien solía pasar parte del tiempo libre en la
casa de los padres de Franco Costanzo
-el
tercer arquero de River- en las sierras cordobesas.
Guillermo
debutó en la primera división el 13 de septiembre del año último frente a
Rosario Central, en el Monumental. Por ese entonces, ya se había mudado a un
departamento con su hermano menor, Gerardo, que también juega en el club de Núñez.
Guillermo evita los reportajes y es muy divertido en la intimidad. Terminó el
secundario en el Instituto River Plate y ahora estudia inglés y computación.
Fuera
del fútbol tiene dos deportes preferidos: el esquí acuático y el polo. Y lo
practica con sus amigos en los ratos libres.
Anteayer,
en Córdoba, el pibe marcó dos de los cuatro goles que le valieron la victoria
a River, el firme puntero del Apertura.
El
Guille, como lo apodan sus compañeros, tiene tres conquistas en su cosecha
personal y las tres fueron de cabeza.
"El
domingo me hizo llorar; la gente en la cancha me miraba y no entendía nada.
Pero nadie sabe todo lo que él luchó para estar ahí." Así es la
historia de Guillermo Pereyra, contada por su papá, Raúl.
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