Los sistemas informáticos me acercaron a una nueva dimensión de las cosas. Un mundo virtual que se debe entender como algo real pero que no existe, o en su defecto, como algo irreal que está ahí. Así fue como conocí a Piratas, Vampiros y aladinos cibernéticos, y todas las formas de solidaridad humana sólo nombradas y previstas en la biblia y en algunos libros de religión. Conocí a Cyrux, a Byte, A bit, Alpha, Amor, Zatán, Belial, etc. Amigos que me iniciaron con paciencia en los secretos de la Internet. Gracias a todos estos amigos que nunca he visto aprendí como hacer que una potente computadora te llame por teléfono a tu máquina para poder traer la información que te parezca sin necesidad de gastar en la cuenta telefónica. Claro! Luego una vez me enteré por Microm que existía una lista secreta con todos los números de serie de los programas más vendidos en Internet en el año 97. Byte me dijo que el daba acceso gratuito pero por horas y siempre en un lugar diferente a todo el software que uno quisiera llevarse. Y si por si acaso algo no estaba en la lista se le podía avisar en su volátil y omnipresente email: byte@mega.com, de tal forma que a los pocos días encontrabas lo que pedías absolutamente gratis. Estos recursos de información han sido usados por algunos seres más prácticos, para la elaboración de Software pirata, los famosos CD-Rom con decenas de juegos craqueados para ganarse unos centavos, pero esta es otra razón de ser. Cyrux me enseñó un código para lograr que un banco desconocido de cuentas secretas muy grandes, me depositara un básico de US$ 1000.00 mensuales con mi nombre y en mi cuenta de tal manera que no quedaba ningún rastro de la transferencia y pudiera dedicarme a la computación sin apremios económicos.
A estos amigos virtuales no les interesa el dinero, ni el poder pues ya lo tienen. Disfrutan de la anarquía de los dioses, afrontan el reto de los nuevos sistemas establecidos para demostrar que no están seguros o que están libres de fallas. Y a manera de Ilíadas y Odiseas surcan la red con sus aventuras y botines electrónicos. Combaten los monopolios y todas aquellas personas que se enriquecen a costa de la ignorancia del otro. Pero ellos no se enriquecen a si mismos, ni siquiera quieren ser nombrados o conocidos en el mundo real, que lo consideran pedestre, lento y de muy poco interés. Son como ángeles que cumplen aquel dicho de que Dios le da pan al que no tiene dientes. Y muchos de ellos apenas cuentan con 17 o 23 años a su favor.
En uno de los días que pasaba sin la computadora con la flaca nerviosita que encontré en el departamento de Informática, se presentó la oferta de hacer un trabajo normal en una casa de comercio que tenía oficina principal en el tercer mundo. Esto fue todo un enfrentamiento con la realidad. Tuve que abandonar mi propia realidad para asumir la que se dedica a los problemas de los mortales. Me encontré con un mundo del que sólo había leído en novelas que no tenía nada que ver con la solidaridad y la camaradería que yo vivía en la Internet. Personas, que lejos de pensar en la productividad y los resultados de su trabajo, gastaban su energía en marcar sus privilegios y hacer notar sus jerarquías y diferencias, buscando y fomentando errores en el compañero. Tipos de personas que sintiéndose jefes no podían ver en el subalterno un compañero de trabajo y dejar la jefatura como un accidente y circunstancia de la vida. A esta gente le falta un poco de Internet a gritos, me dije, cómo pueden vivir así, centrados en sí mismos? Organicé con uno de los encargados una red local, instalamos cinco computadoras, las más potentes, esas que tienen MMX y 200 Mhz, con los mejores programas que obtenía de mis amigos cibernéticos. Había mucho stress. En una semana llegaba un nuevo jefe y se hacía una ceremonia. Había que reorganizar una base de datos totalmente dispersa para hacer automáticamente miles de invitaciones. Tres computadoras tenían fallas de fabricación, se rompieron discos duros y fallaban las memorias. Las secretarias no conocían el nuevo sistema y también hubo que darles asesoramiento. Después de tres semanas de 12 horas de trabajo diario la cosa empezaba a tomar forma y ya libre de fallas caminaba. El equipo era una maravilla. Las máquinas se comunicaban entre sí. Con un correo interno se compartían impresoras y archivos en común. En cuestión de minutos se podía obtener 3000 cartas personalizadas o la publicación de una oferta o de un boletín. Sin embargo algo estaba hecho a la antigua, no se escuchaba música y los empleados no eran felices. Algo se pudre en Dinamarca, pensé. El nuevo jefe al llegar nos reunió para presentarse y con una sonrisa en los labios nos dijo con un acento muy limeño:
- A mí no me interesan las computadoras, así que por favor me sacan inmediatamente todo esto de acá.
Me reí en silencio y pensé éste perdió el bus de la modernidad. Esa noche al lado de mi flaca decidí dedicarme a mis asuntos zambullido entre vampiros y piratas cibernéticos, lejos muy lejos de la mediocridad real.V