VERSIONES 19

Año del Tigre - Abril/Mayo de 1998


Director, editor y operador: Diego Martínez Lora.
Versiones se elabora desde la ciudad de Vila Nova de Gaia, Portugal


Ernst Kernmayer:
El cine de los saris mojados


La industria de cine de la India es una de las más grandes del mundo. Con sus 900 películas al año produce muchas más que la de Hollywood. Desde hace años Bombay, por su industria del cine, lleva el apodo de «Bollywood».
La historia del canto reconoce 2 dos altos famosos. El primero, el de Luciano Pavarotti y el segundo, el de una estrella del cine de la India, Rekha. El año pasado, ella hizo historia con el primer orgasmo femenino de Bollywood. Sin mostrar mucho de su cuerpo y con el sari puesto le salió el citado do alto cada vez que llegó el punto.
Ingredientes del cine masala, así llamado por una mezcla de curris picantes. El sexo abierto como en el cine occidental no es parte de ninguna masala. «El sexo es una cosa que se hace detrás de puertas cerradas», dice el director de varias películas, Ravi Chopra. «Nosotros hacemos películas para toda la familia. Escenas con cuerpos desnudos haciendo el amor no le gustaría al público.»
A la censura tampoco. En fin, hay que tener en cuenta los sentimientos de los diversos grupos religiosos en el subcontinente que todavía forman un coctel explosivo, que en cualquier momento podría descargarse en disturbios violentos. El primer beso llegó a la pantalla en 1978. Y hoy todavía a los directores de cocina de Bollywood les gusta más la sola insinuación del acercamiento de las bocas. En el momento en que en Hollywood Sharon Stone y Kim Bassinger dejan caer la ropa, en el cine de los milagros de Bombay solamente caen uvas de la canasta de frutas, que por mano mágica llega a la cabeza de la señorita.
Unos 13 millones hindúes van cada día al cine para, después de la cena, tomarse la segunda masala. Los ingredientes siempre son los mismos: Chico guapo ama chica guapa. Pero esa, por madre obcecada, está prometida a un malo que tiene que ser vencido por chico guapo. Lo que esta contado en dos frases, en la pantalla se desarrolla en dos horas y media, siempre interrumpido por un par de bloques de baile y canto. «Si un niño nace, nosotros cantamos, si un hombre se muere, también», dice el director Ravi Chopra. «El canto es parte de nuestra vida y así también es parte de nuestras películas.»
Las escenas musicales transfieren a los actores de Bombay a Río o a la montaña suiza. Que todo eso no tenga nada que ver con el asunto de la película no importa y hasta tiene método. Es fuga de la realidad, dice el escritor Vikram Chandra. Cuando el malo y duro, en pura acción sangrienta, baja su metralleta y se queja cantando de lo duro que es ser malo, el cineasta inclina la cabeza aprobando. Y si la canción pega el público paga.
No hay nada más importante para el éxito de una película que la música y un actor conocido. Las estrellas más famosas a veces están contratadas en una docena de producciones al mismo tiempo. Para los productores son la garantía de financiación. Para sus hinchas son como dioses. Sus domicilios son destinos fijos de la peregrinación de turistas de fin de semana.
En cada ciudad lucen pancartas de tamaño sobrenatural para atraer al público a los cines. Los hombres compiten por las miradas más duras, las mujeres por las faldas más cortas. Sea como sea, el cineasta ya sabe desde antes hasta qué punto la diva va a permitir la examinación: El cine de los saris mojados o películas de aguacero se llaman las producciones de Bollywood. La lluvia fuerte es un condimento esencial para toda película. Por unos segundos el sari transparente se pega en el cuerpo de la chica guapa. En la escena siguiente ella baila otra vez en minifalda al lado de su chico guapo, tratando de darle un beso antes de que las tijeras de la censura se lo impidan. Eso atentaría contra el buen gusto. Como en toda masala, los ingredientes tienen que armonizar de tal modo que ninguno domine a los otros.V


(*)Ersnt Kernmayer, periodista austríaco. Vive en Viena




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