VERSIONES 20

Año del Tigre - Junio/Julio de 1998


Director, editor y operador: Diego Martínez Lora.
Versiones se elabora desde la ciudad de Vila Nova de Gaia, Portugal


Cuento africano:
El hijo y el niño esclavo


(Traducción: Diego Martínez Lora)


Había una vez un hombre muy rico que tenía sólo un hijo y como no quería que creciera solitario compró un niño esclavo de la misma edad para que le hiciera compañía. Ambos niños se criaron juntos y el anciano los quería a los dos.

Cuando el hijo creció no quiso obedecer más a su padre y no lo respetaba. El padre le dijo:
- Si una hoja joven de palma quisiera crecer hasta el cielo, ¿acaso el tronco viejo sería culpable de su fracaso?

Pero el joven continuó molestando a su padre y lo recriminaba. Por eso el anciano decidió darle una lección.

Poco después murió el anciano. Y mientras los demás envolvían el cad&aiacute;ver en telas, los tamboristas tocaban sus ritmos fúnebres y las mujeres preparaban la comida en honor del muerto para las personas que le presentaban sus condolencias, el hijo estaba muy alegre por dentro, pues ya le había llegado la hora de heredar todas las propiedades de su padre y podría gastar tanto dinero como siempre había querido hacerlo y sin tener que pedírselo a nadie. Era tan egoísta como los tipos que golpean al médico que los ha sanado.

Cuando se leyó el testamento del anciano, se le atracó la comida en la garganta, la carne le supo de pronto insípida. Su padre había decidido que su hijo podía elegir solamente uno de sus bienes, mientras que el esclavo recibiría el resto. Así, el hijo se quedó muy desconcertado y no tenía cara para recibir a los amigos y a los conocidos que le daban el pésame. Se sintió herido en su joven orgullo y derramó lágrimas por la dureza de su padre.

Algunos días antes de que las propiedades fueran repartidas, el hijo fue donde sus amigos y les pidió un consejo para saber qué cosa es la que debía escoger. Pero ellos le dieron su pésame en lugar de un consejo. El joven se acordó de un proverbio que decía: "La sabiduría de los muertos impide a los ancianos hacer tonterías". Entonces se armó de valor y se fue a visitar a todos los ancianos de la ciudad, pero también ellos tuvieron que decirle que su problema era tan duro como una nuez en una boca sin dientes.

Finalmente se fue donde un hombre viejísimo, quien envuelto en harapos estaba sentado en un cuarto oscuro. El viejo escuchó su historia y le dijo:
-Tu padre te quiso enseñar que un joven, quizá, pueda llevar tan buena ropa como la de un viejo, pero no puede andar en harapos como lo haría un anciano. Tú eras un fanfarrón con el pecho alzado, pero ahora necesitas la experiencia de un viejo que te pueda sacar de este lío. Anda a tu casa. Cuando el día de la repartición llegue y tengas que elegir una sola cosa, elige al esclavo. ¿Acaso, él no es parte de los bienes de tu padre? ¿Y si él te perteneciera, no serías dueño de todo lo que él poseyese?

Entonces, el hijo se alegró, se arrojó ante el viejo y le dijo:
-De ahora en adelante siempre pensaré en que la inteligencia de un padre es lo que le permitirá a un niño vivir correctamente.V


(*)Este cuento procede de los Yoruba, Nigeria. Forma parte del libro: Como la lengua en mi boca. (Selección y traducción de Diego Martínez Lora)




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