Esta historia de sangre se remonta a los tiempos de Adán y Eva. Suponemos que Eva, dada su condición femenina, debía menstruar, aunque, para ser exactos, ni siquiera nos consta que tuviera ombligo... Pero todas las mujeres fisiológicamente "normales", en edad reproductiva y no embarazadas (hay excepciones), menstrúan. La menstruación es parte de la vida de estas mujeres durante treintaitantos años, presentándose cada mes desde que alcanzan la madurez sexual hasta que llega la menopausia. Cada ciclo menstrual se inicia con el desprendimiento del endometrio, la capa interna del útero, que se desecha ante la ausencia de un óvulo fecundado que se adhiera a él para ahí convertirse en un feto. Es por esto que una profesora del colegio nos decía que la menstruación era "el llanto de la matriz desilusionada...". Este proceso ocurre una vez al mes... Una visita mensual es, a veces, más de lo que hacemos a nuestros parientes más cercanos. Sin embargo, la relación de las mujeres con esta función no demuestra la "familiaridad", la naturalidad ni espontaneidad que podría deducirse de un encuentro tan cercano y frecuente. En la carrera de biología, llevamos algunos cursos donde se trataba la menstruación y como me interesaba particularmente el tema, recuerdo que comencé a buscar bibliografía. Cuál sería mi sorpresa al constatar que , salvo tratados de fisiología general, no se había escrito mucho sobre el tema. Años después, encontré "Menstruación y Menopausia" de Paula Weideger. Este fue el primer libro exclusivamente sobre menstruación editado por una editorial importante con la intención de llegar a un gran número de lectores a nivel popular y esto fue recién en 1976!! Antes de eso, existían panfletos y folletos sobre la menstruación editados mayormente por los fabricantes de toallas sanitarias y con un objetivo bastante comercial y doctrinario. En la mayoría de estos folletos, se afirmaba que la menstruación marcaba la "entrada de la mujer en edad casadera" para cumplir por fin con su meta en la vida: casarse y tener hijos. Si bien es cierto que, fisiológicamente, la menstruación marca el inicio de la vida fértil en una mujer, creo que el hacer uso de esta facultad es, o debería ser - en todo caso- el resultado de una opción estudiada. Algunos de estos folletos siguen circulando hoy en día y no han cambiado mucho su contenido.
En los años 50, Walt Disney proyectó la primera película sobre menstruación. Esta película -con algunas modificaciones, como el uso del color- se siguió proyectando hasta finales de los años 70 . En esta "Historia de la Menstruación", se mostraba la sangre, pero esta era blanca como la nieve. También se mostraba un corte transversal del sistema reproductor femenino muy estilizado donde se obviaba el himen y el clítoris y se representaba al útero como un "nido vacío" que sangraba decepcionado por la ausencia del óvulo fecundado (la misma visión de mi profesora) . Nuevamente, el argumento que servía para explicar a los niños el proceso menstrual, seguía siendo el matrimonio y los hijos. Disney tuvo la "valentía" de recomendar "ejercicio moderado" para las chicas durante esos días, pero en los dibujos las niñas montaban bicicleta... ¡sin piernas!
En la mayor parte de bibliografía consultada, las experiencias relatadas por mujeres durante las entrevistas tienen un denominador común: la ignorancia y la vergüenza. Las mujeres conocen sus pechos, sus caderas y hasta los lunares y marcas de su espalda y piernas al mínimo detalle, pero no saben casi nada de sus genitales y menos aún sobre su fisiología. Tengo amigas que ya pasaron los cuarenta, madres de familia y supuestamente "cultas" que no serían capaces de hacer un esquema mostrando la disposición de la uretra ("salida del sistema excretor : riñones"), la vagina y el recto en sus propios cuerpos. La mayoría ni siquiera sabe que posee tres orificios "allí abajo". No pienso detenerme en las causas de dicha ignorancia. Para algunos, la madre tiene mucho que ver con la ignorancia de la hija, para otros, la sociedad es la que reprime su curiosidad y así, existen varias posiciones según la orientación del que argumenta.
Lo que sorprende, en todo caso, es la actitud de la mayoría de mujeres con respecto a este "evento" tan entretejido en sus vidas. Los sobrenombres que recibe la menstruación ya nos dicen mucho sobre esta actitud. Si bien es común llamar de "regla" o "período" a la menstruación, también recibe una serie nombres más significativos como estar "enferma" (Lima, Perú), the curse o la "maldición" (EEUU), o estar "indispuesta" (Argentina), entre otros. Es un hecho que, para la mayoría de mujeres, la regla es un estorbo, una incomodidad, un fastidio y hasta un asunto vergonzoso. La menstruación es una de las funciones fisiológicas que más tabúes genera. Muchas personas hablan con más soltura sobre la propia defecación que sobre la sangre menstrual.
Pareciera que, a la mayoría de mujeres no se les ha enseñado a "celebrar su femineidad". Desde niñas escuchan a la madre, las tías y hasta a sus maestras, enfrascarse en competencias verbales para decidir quién tuvo los dolores de parto más fuertes, los cólicos menstruales más dolorosos, la lactancia más sufrida o las várices más pronunciadas. Difícilmente escucharon decir a alguna mujer significativa en su vida, que estaba fascinada con su cuerpo (amenos que se acabase de someter a una cirugía estética...), que parir un hijo es una experiencia absolutamente fantástica (además de dolorosa) o que la regla no sólo no constituye un impedimento para nada, sino que muchas mujeres se pueden sentir "hasta muy bien" en esos días, debido a los propios cambios hormonales del ciclo menstrual. Algunos sicólogos opinan que la eterna insatisfacción de las mujeres con su cuerpo es tan sólo producto de un desplazamiento. Lo que realmente les preocupa que sea aceptada es su vagina.
Las alusiones a la menstruación que hay en la Biblia corroboran el tono negativo de todo lo que se refiere a la menstruación. En el libro del Levítico, en el Antiguo Testamento, se explica cómo proceder con las mujeres en período de "impureza": "Quien la toque será impuro hasta la tarde... El que se acueste con ella, a pesar de su impureza, se contamina con ella y queda impuro siete días; toda cama en que él se acueste quedará impura..." Levítico 15,19-24. ¡Difícil tarea la de "lavar" estos calificativos! En una encuesta realizada en escuelas de los Estados Unidos en 1983, a una población de mil escolares de sétimo y octavo grado, se les pidió que describieran lo que sentían al menstruar o lo que creían que se sentía (si eran varones o mujeres que no menstruaban aún). Más del 80% mencionó incomodidad, emotividad exacerbada, bajo rendimiento escolar, etc. El 25% de los escolares opinó que "las mujeres no pueden funcionar apropiadamente cuando están menstruando". Definitivamente, nuestra cultura subraya los aspectos negativos del ciclo menstrual.
Algunos autores relacionan el rechazo de algunas mujeres hacia su menstruación con la vergüenza y el castigo que sufrieron de niñas por un proceso de control de esfínteres muy severo. El haberse sentido "sucias" porque tenían excremento "ahí abajo" se extrapola a esta otra "suciedad" que, muchas veces, es de color marrón, también. La sangre menstrual fluye sin que se la pueda controlar. No existe un esfínter que se pueda apretar para "cerrar" el flujo. Algunas mujeres usan tampones no sólo por motivos prácticos, sino porque de esa manera "no me mancho ni tengo que estar viendo todo el desastre", como dicen algunas amigas mías... Otras optan por absorber el flujo con una bombilla, en un intento por acelerar el proceso y librarse rápidamente del martirio. Los sentimientos con respecto a la menstruación parecen no ser más que un claro reflejo de lo que significa ser mujer, en nuestra cultura. El temor ante la evidencia de "la falta de control" sobre el flujo menstrual y la humillación resultante al "ensuciarse la ropa"son conductas a las que los hombres permanecen ajenos, pero es más humillante pertenecer a ese sexo cuya voz y presencia no son, muchas veces, reconocidas.
Yo no comparto estos desvelos, pero respeto las costumbres y sensibilidad de mis compañeras. No pretendo tampoco hacer una oda a la menstruación sólo porque a mi no me duele, ni me molesta ni me avergüenza. Sé que algunas mujeres sufren cólicos muy fuertes durante su regla, pero también es cierto que la mayoría pasa su ciclo menstrual sintiendo calambres ocasionales que no les impide realizar sus actividades normales. Los dolores muy fuertes no tienen por qué ser soportados silenciosa y estoicamente. Cualquier síntoma que impida a la persona realizar su vida normal, merece una consulta médica. Es decir, fuera de un cólico ocasional y que no impida a la mujer realizar sus actividades, los cólicos muy fuertes se deben a alguna dolencia o trastorno que requiere consulta médica. Sé de mujeres que aguantaron cólicos terribles durante decenios "porque así es, pues" para descubrir finalmente que padecían de endometriosis. El "secreto" y el prejuicio entorno a las calamidades de estar menstruando, son la causa de muchos padecimientos.
Está bien, quizás yo tengo "suerte" como dicen mis amigas, esas que esperan con ansias la menopausia para "librarse por fin de este asunto". Pertenezco a esa minoría de mujeres que no sólo no detesta sus reglas, sino que -de formas distintas- vive alegremente la experiencia de cada proceso menstrual. Aunque mi madre no expresó activamente una total aceptación de sus ciclos menstruales, tampoco la escuché quejarse de ellos ni tomarlos como una calamidad. Después de una charla explicativa corta y apurada, nos entregó a mi hermana y a mi, unos libritos titulados "Ya eres una Señorita" que venían antes en las cajas de "Kotex." y que ambas devoramos vorazmente. Pero, en realidad, fueron mis primas (todas pocos años mayores que yo) las que despertaron mis ansias de iniciarme de una vez por todas en ese rito mensual de elegir la mejor toalla higiénica, el cinturón más apropiado (que no se usa más) y jactarme del maravilloso brillo de mi cabellera durante "esos" días (tenían la teoría de que los chicos se daban cuenta que ellas estaban menstruando debido al brillo de su cabello). Pasé todos los fines de semana de mi pubertad en esta cofradía de mujeres, envidiando su "madurez sexual" y no viendo las horas que mi cuerpo se desarrollara como el de ellas para poder participar en todos esos rituales maravillosos de los que estaba excluida. Cuando finalmente menstrué, me sentí poderosa, especial e importante. Fue como una constatación de la existencia de mi útero y ovarios que me hizo sentir -de alguna manera-"completa". Mi madre le contó a mi padre y ambos me felicitaron "por haberme convertido en una mujer"(el machismo subyacente a este título no me molestó en esa oportunidad). No cabía en mi de dicha, compréndanme. Nada dentro de la simpleza de esta experiencia podía hacerme sentir "sucia", "avergonzada" o "inválida" sino todo lo contrario. Y es este sentimiento el que ha acompañado mis menstruaciones desde entonces. Ha habido reglas más esperadas, como cuando temía estar encinta; algunas dolorosas, otras demasiado escasas o muy abundantes, pero en todas me he sentido -si me perdonan la "cursilería"- muy distinta y especial. Me divierte inspeccionar los pasillos de toallas sanitarias en el supermercado y sorprenderme con la variedad de productos que existe hoy en día: toallas autoadhesivas, con gel, de distinto grado de absorción, etc., etc. Y de más está decir que no espero con ansias la llegada de la menopausia sino todo lo contrario: quisiera seguir participando de este secreto ritual de sangre por muchos ciclos más. V