VERSIONES 22/23

Año del Tigre - Octubre/Noviembre de 1998


Director, editor y operador: Diego Martínez Lora.
Versiones se elabora desde la ciudad de Vila Nova de Gaia, Portugal


Editorial 22(*):
Amar a gorduras



Come mucho, traga y lógicamente engorda. Le crecen los cachetes, la barriga y el trasero. El cuello se le transforma en un tronco de roble viejo. Camina lentamente y siente como le salta la gordura del cuerpo, como si una gelatina lo hubiera utilizado de molde. Devora panes y chocolates, pizzas y helados, galletas y embutidos, batatas fritas y mucha cerveza, mantequilla y queso, frituras y diversos vinos, tortas y mariscos. En realidad, se la pasa comiendo todo el día o casi todo el día, porque cuando duerme, duerme como un cerdo. Le encanta comer y no le interesan sus exámenes en los laboratorios clínicos. Come por puro placer y controla su peso sólo cuando la gordura no lo deja agarrar bien a la enamorada de turno o cuando sus propias tetas acomplejan a las de sus mujeres. Sus enamoradas son golosas y les deleita la alegría que él les demuestra sin ninguna reticencia hasta que un día las abandona sin mucha vacilación como si fueran una pierna de pavo bien comida. Rápidamente las sustituye por otra muerta de hambre que se sienta a su mesa de inmediato y sin rechistar acaba poco después a hacer la digestión debajo de las pesadas caricias del flatulento gordinflón que las deja sin respiración. El gordo se ríe y anota el número y el nombre de la enamorada que ya da por pertenecer al pasado cuando se va poniendo un poco pesada la situación. Al gordo no le gusta comprometerse más que de salir unas cuantas veces con las amigas especiales, nunca se queda a dormir en casa de ellas. Sale con sus obesos pasos cual ligero amante que escapase por los techos. La gente piensa que el gordo sólo come, pero no tienen ni idea de los lomazos que se come de postre.

Lee con la misma voracidad que come y entre un suculento plato de cabrito asado y un opíparo pato relleno es capaz de leer un cuento de Rabindranat Tagore o un poema de Neruda para aligerar la comida y seducir aún más a la enamorada que se olvida de sus grotescos hábitos a la mesa. Bebe un buen trago de vino primero dice Ahhhhh y después sin detenerse seca media botella en menos de veinte segundos. Siempre es lo mismo. Su rutina únicamente varía por el nombre diferente de la enamorada. Termina con la boca llena de vino, los cachetes estirados al máximo y vaciándolos bruscamente suelta una carcajada cortada por el placer alcanzado. Jaaaaaa. Agarra a las enamoradas con una facilidad envidiable y ellas caen como ingenuas moscas en una telaraña sin poder moverse y a merced de los apetitos muy simplificados de la tremenda araña gorda de sexo masculino también bastante adiposo. Cuando ellas se quedan sin él sienten una inmensa falta, imposible de sustituir. Se cansan de telefonearle y de ser rechazadas si no por su secretaria, por sus padres o por él mismo.

Ahora el gordo está a dieta y cuando lo hace no come absolutamente nada. Sólo bebe agua y camina. Suda y suda mojando sus grandes camisas y sus sueltos pantalones. En esos momentos no le gusta encontrarse con ninguna mujer. Se deprime profundamente, pero sin caer en la autodestrucción, por el contrario. Se preocupa por su físico y no para de bajar de peso hasta entrar nuevamente en su espejo especial, que si no entra todo su cuerpo a un paso en todo el ancho espejo, la dieta continuará hasta lograrlo. Ni bien lo consigue lo primero que hace es llamar a un restaurante y reservar una mesa. Llega temprano y come todo lo que puede, luego llama a alguna chica con la que ya ha tenido previamente un contacto y la que sin duda después de haber gozado de una abundante y divertida cena le pagaría con su especial cariño o cariñoso cuerpo. El gordo, bien perfumado y con un peinado protegido con bastante gel, mastica lentamente una oreja de cerdo. Con su mano derecha le agarra la pierna a la chica de turno que se atora sobresaltada mientras come unos camarones grillados con generosos ajos. Si las mujeres le dicen al gordo que lo quieren, él se las imagina asadas con una manzana en la boca y una zanahoria en el culo. No, mi amor, si yo me casara contigo, te comería hasta dejarte huesitos y canibal no quiero ser.

(El director)




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