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La aventura de compartir la vida, las lecturas,
la expresión
Tan pronto como pudo, luego de varias semanas de travesía y otras tantas para lograr conseguir un trabajo y un lugar donde morar, Gubersindo escribió su primera carta a la familia. Carta que causó los más diversos sentimientos: alegría, tristeza, envidia y hasta decepción por parte de aquellos que ya lo daban por muerto. Debido a la dificultad de las comunicaciones propias de ese entonces, Gubersindo mantenía escasa correspondencia con su familia; sin embargo durante el transcurso de los años se enteró de los diversos acontecimientos de su familia: casamientos, nacimientos, divorcios, fortunas acumuladas por algunos familiares y bancarrotas de otros, así como también las muertes que naturalmente sobrevenían a través de los años. Siendo una persona honesta (tal como mencionado al inicio de esta historia), Gubersindo no tardó en comenzar a prosperar en este pequeño país del Oriente, donde la honestidad es mucho más apreciada que en Occidente.
Con el transcurso de los años y como es propio de la naturaleza humana, Gubersindo se enamoró de una joven del país en que residía. A pesar de las diferencias sociales, culturales y religiosas existentes entre la pareja, sus futuros suegros nunca pusieron en tela de juicio el futuro de estos jóvenes, pues veían que entre ellos existía el único elemento necesario para el bienestar de la pareja: el amor. En el lado opuesto del planeta, la familia de Gubersindo cayó en profundo desespero al enterarse del amor del joven por esa extraña a quien nadie conocía. Surgieron los más bizarros comentarios que la mente humana pueda crear: '"está loco'; 'lo han embrujado'; 'está consumiendo drogas'; 'está enchuchado'; 'es la falta de sexo, tú sabes a lo que me refiero hija, ¿no?'(las cucufatas de la familia); '¡imposible, ella es de otra religión!' exclamó su primo el sacerdote como si Dios fuese patrimonio sólo de ciertas religiones o países; 'quieren quedarse con el dinero que él debe haber acumulado'; '¿se acuerdan del hijo de la tía Raquel que se casó con la gringa alcohólica?'; 'Gubersindo es tan huevón que su costilla debe ser un transexual oriental y él ni siquiera se ha dado cuenta' (los primos pendejos); 'seguro que ya la llenó y lo obligan a casarse'; 'que alguien viaje y traiga de vuelta al huevón de Gubersindo'". Por supuesto que nada de esto llegó a oídos de Gubersindo, sus padres se limitaron a enviarle una amorosa carta deseándole que sea feliz en su matrimonio, pues conocían el carácter de su hijo y le habían dado una buena educación. Además les bastaba con analizar lo que sucedía dentro del resto de la familia Hayca que vivía en el Puré para ver que el futuro de Gubersindo no dejaría de estar dentro de los patrones sociales de la sociedad pureana: felices, infelices, casados, divorciados, engañados por sus parejas, matrimonios de apariencias, matrimonios de conveniencia, dominantes, dominados, millonarios, pobres; en fin, una variedad semejante a la variedad de la tan famosa culinaria del Puré.
Al cabo de algunos años y gracias a la combinación de su honestidad con la sabiduría oriental, aporte de aquella "extraña criatura" (concepto de los pureanos) con quien se casó, Gubersindo había logrado acumular una pequeña fortuna y decidió que era hora de visitar a su familia en el Puré para que conozcan a su esposa e hijos. A diferencia de aquel largo viaje de navío que lo llevó al país adonde había logrado obtener felicidad y éxito, Gubersindo viajó de avión en primera clase, no por ostento, sino por lo largo del trayecto. Cuán grande fue su asombro (y el de su mujer e hijos) al ver que el Puré continuaba siendo un "puré de mierda" gobernado por un presidente cuyos ancestros habían emigrado de Oriente pero que aparentemente habían olvidado la sabiduría oriental a través de los años o en el navío que los trajo. Gubersindo fue alegremente recibido por sus padres mientras que el resto de la familia observaba con desconfianza a Gubersindo, así como a su mujer e hijos hasta el momento en que abrió las maletas llenas de innumerables regalos para todos. ¡Ahora sí Gubersindo! ¡Bienvenido al Puré!
(*)André
Wakeham, biólogo peruano. Vive en Lima.