Versiones 23
Diciembre 1998 - Enero 1999
Año del tigre
Director: Diego Martínez Lora

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La aventura de compartir la vida, las lecturas, la expresión


Andrés Wakeham(*)
La feliz historia de Gubersindo Hayca y su extraña familia

Joven bisnieto de emigrantes, cuyos ancestros provenían de Europa, Gubersindo nació en un país llamado Puré.  Desde el momento en que su educación le permitió conocer el significado de la palabra puré, el muchacho se preguntaba si existía alguna relación entre esta palabra y el nombre de su país.  Al terminar su educación secundaria, Gubersindo, muchacho vivaz y curioso, percibió que su tierra natal era un "puré de mierda" donde las posibilidades de progresar eran ínfimas; no porque él no tuviese la astucia necesaria, sino por el hecho de que sus padres siempre le inculcaron la honestidad como prioridad.  Viendo que su país se hundía cada día más en la mierda y sintiéndose incapaz de caer en las garras de la corrupción, Gubersindo tomó la firme decisión de seguir los pasos de sus ancestros: ¡emigrar!  Esta decisión causó gran alboroto dentro de la familia Hayca.  "¿Por qué Gubersindo, por qué?" le preguntaban, "Míranos a nosotros, cómo hemos salido adelante en el Puré".  Gubersindo no quiso escuchar a nadie y continuó elaborando planes para lograr su firme propósito, sólo que ya no comunicaba sus intenciones al resto de su familia.  Llegado el día, Gubersindo salió de casa tal como lo hacía todos los días en busca de trabajo, pero lo que su familia no sabía es que Gubersindo ya tenía la maleta con sus humildes pertenencias en casa de amigos.  Esa mañana, el abrazo que dio a sus padres fue más fuerte que el de costumbre, y al cruzar el umbral de la puerta de casa las lágrimas le corrían por las mejillas, sólo él sabía el motivo.  Sin perder tiempo recogió su maleta y tomó un ómnibus rumbo al puerto donde se embarcaría en el primer navío que pudiese.  Y así lo hizo, se embarcó rumbo a Oriente, a un pequeño país cuyo nombre vagamente recordaba haber visto en sus textos escolares de geografía.

Tan pronto como pudo, luego de varias semanas de travesía y otras tantas para lograr conseguir un trabajo y un lugar donde morar, Gubersindo escribió su primera carta a la familia.  Carta que causó los más diversos sentimientos: alegría, tristeza, envidia y hasta decepción por parte de aquellos que ya lo daban por muerto.  Debido a la dificultad de las comunicaciones propias de ese entonces, Gubersindo mantenía escasa correspondencia con su familia; sin embargo durante el transcurso de los años se enteró de los diversos acontecimientos de su familia: casamientos, nacimientos, divorcios, fortunas acumuladas por algunos familiares y bancarrotas de otros, así como también las muertes que naturalmente sobrevenían a través de los años.  Siendo una persona honesta (tal como mencionado al inicio de esta historia), Gubersindo no tardó en comenzar a prosperar en este pequeño país del Oriente, donde la honestidad es mucho más apreciada que en Occidente.

Con el transcurso de los años y como es propio de la naturaleza humana, Gubersindo se enamoró de una joven del país en que residía.  A pesar de las diferencias sociales, culturales y religiosas existentes entre la pareja, sus futuros suegros nunca pusieron en tela de juicio el futuro de estos jóvenes, pues veían que entre ellos existía el único elemento necesario para el bienestar de la pareja: el amor.  En el lado opuesto del planeta, la familia de Gubersindo cayó en profundo desespero al enterarse del amor del joven por esa extraña a quien nadie conocía.  Surgieron los más bizarros comentarios que la mente humana pueda crear: '"está loco'; 'lo han embrujado'; 'está consumiendo drogas'; 'está enchuchado'; 'es la falta de sexo, tú sabes a lo que me refiero hija, ¿no?'(las cucufatas de la familia); '¡imposible, ella es de otra religión!' exclamó su primo el sacerdote como si Dios fuese patrimonio sólo de ciertas religiones o países; 'quieren quedarse con el dinero que él debe haber acumulado'; '¿se acuerdan del hijo de la tía Raquel que se casó con la gringa alcohólica?'; 'Gubersindo es tan huevón que su costilla debe ser un transexual oriental y él ni siquiera se ha dado cuenta' (los primos pendejos); 'seguro que ya la llenó y lo obligan a casarse'; 'que alguien viaje y traiga de vuelta al huevón de Gubersindo'".  Por supuesto que nada de esto llegó a oídos de Gubersindo, sus padres se limitaron a enviarle una amorosa carta deseándole que sea feliz en su matrimonio, pues conocían el carácter de su hijo y le habían dado una buena educación.  Además les bastaba con analizar lo que sucedía dentro del resto de la familia Hayca que vivía en el Puré para ver que el futuro de Gubersindo no dejaría de estar dentro de los patrones sociales de la sociedad pureana: felices, infelices, casados, divorciados, engañados por sus parejas, matrimonios de apariencias, matrimonios de conveniencia, dominantes, dominados, millonarios, pobres; en fin, una variedad semejante a la variedad de la tan famosa culinaria del Puré.

Al cabo de algunos años y gracias a la combinación de su honestidad con la sabiduría oriental, aporte de aquella "extraña criatura" (concepto de los pureanos) con quien se casó, Gubersindo había logrado acumular una pequeña fortuna y decidió que era hora de visitar a su familia en el Puré para que conozcan a su esposa e hijos.  A diferencia de aquel largo viaje de navío que lo llevó al país adonde había logrado obtener felicidad y éxito, Gubersindo viajó de avión en primera clase, no por ostento, sino por lo largo del trayecto.  Cuán grande fue su asombro (y el de su mujer e hijos) al ver que el Puré continuaba siendo un "puré de mierda" gobernado por un presidente cuyos ancestros habían emigrado de Oriente pero que aparentemente habían olvidado la sabiduría oriental a través de los años o en el navío que los trajo.  Gubersindo fue alegremente recibido por sus padres mientras que el resto de la familia observaba con desconfianza a Gubersindo, así como a su mujer e hijos hasta el momento en que abrió las maletas llenas de innumerables regalos para todos.  ¡Ahora sí Gubersindo!  ¡Bienvenido al Puré!


(*)André Wakeham, biólogo peruano. Vive en Lima.



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